Sofía Dourron: “Trabajamos sobre la necesidad de habilitar el disenso”

La historiadora de arte es la curadora del pabellón argentino en la 60° Bienal de Venecia. Durante la preapertura conversó con El Ojo del Arte sobre los desafíos que implicó la puesta de Luciana Lamothe.
Por Manuel Quaranta

 

-¿Cómo surge el proyecto de presentarse con Luciana Lamothe a la etapa de selección de la Bienal?

-El año pasado habíamos empezado a hablar sobre hacer un proyecto juntas y cuando salió la convocatoria nos pareció una buena oportunidad para pensar y desarrollar uno. Fue una alegría inmensa ser seleccionadas y una gran ocasión para trabajar juntas.

 

-¿Qué desafíos formales generó el espacio –tomando en cuenta las dimensiones del pabellón, cuestiones lumínicas, etc.–?

-El pabellón argentino es un lugar arquitectónicamente complejo, pero Luciana trabaja con el espacio y la arquitectura, así que esa complejidad se convirtió en parte de la obra. El proyecto está pensado en relación con el espacio, sus muchas columnas, sus arcos y ventanas, sus dimensiones, materialidad e historia. Toma estos elementos y entra en diálogo con ellos o los tensiona para subvertirlos. Fue un gran desafío porque el paso del render (e incluso de las pruebas a escala a la instalación en el espacio real) es muy grande, pero la obra funcionó como esperábamos. Desde un comienzo, tanto por las características materiales como conceptuales, quisimos que la obra recibiera luz natural. El pabellón tiene muchas ventanas y puertas a través de las cuales ingresa la luz y va variando a lo largo del día y seguirá cambiando a medida que vayan pasando las estaciones. El proyecto de iluminación lo diseñó la iluminadora Verónica Alcoba y propone acompañar a la obra en esos tránsitos, complementar la luz natural y acentuar los detalles, curvaturas y tensiones de la obra de forma suave, acentuando algunas sombras, pero sin generar más tensión y dramatismo de los que la obra en sí misma ya propone. 

 

-¿Hubo modificaciones entre lo proyectado y lo plasmado luego en el espacio?

-En gran medida, las modificaciones sucedieron en el período de ensayo en Buenos Aires. Uno de los primeros pasos que dimos fue conseguir un espacio de trabajo donde Luciana pudiera armar una prueba a escala del proyecto para probar, por un lado, la resistencia de las estructuras y los materiales, y por otro para desarrollar todas las esculturas que aparecían en borrador en el proyecto. Este espacio nos permitió ajustar cuestiones espaciales y sobre todo habilitó que Luciana pudiera explorar un montón de ideas escultóricas nuevas, que experimentara con los materiales de una forma en la que no lo había hecho nunca y que expandiera las bases de su trabajo anterior en nuevas direcciones. Así aparecieron las maderas quemadas y las maderas en distintos estados, especialmente el “natural”, que no había aparecido hasta ahora en su trabajo. Este elemento estaba en germen en el proyecto, pero tomó una dimensión mucho mayor durante los ensayos y luego también en la construcción en Venecia. Una vez en Venecia, la obra se fue modificando en función de los materiales encontrados. Como la obra fue construida íntegramente en el pabellón con materiales locales, encontrados en talleres de carpintería locales, recuperados de podas y de pabellones de la bienal de arquitectura del año pasado, las esculturas fueron adquiriendo nuevos matices en ese proceso, por ejemplo, apareció el color en mayor medida de lo que había aparecido hasta ahora, e incluso algunas formas casi pictóricas, que surgieron a partir de los materiales disponibles y de las exploraciones de Luciana. 

 

-En las piezas se percibe una tensión contenida –una violencia latente– que nunca termina de concretarse y amplía los posibles sentidos de la exposición, en este aspecto, ¿cómo fue tu trabajo a los fines de generar esa clase de sensaciones en el espectador?

-Desde que empezamos a elaborar el proyecto, esto apareció como un tema central a trabajar tanto material como conceptualmente. Si bien la tensión y la violencia de los materiales son elementos con los que Luciana viene trabajando desde hace muchos años, en esta obra hay búsquedas nuevas. Aparecen otras asociaciones entre violencia y hospitalidad en los espacios, tensión y colaboración entre los materiales, otras formas de asociación y ensamblaje que hace que cada elemento de la obra dependa del resto para sostenerse. En ese sentido, era muy importante sostener ciertos elementos, como la posibilidad de transitar y habitar la obra, promoviendo que los cuerpos también formen parte de ese sistema de andamios y maderas que se sostienen unos a otros. Esta tensión o violencia, como decía antes, convive con formas curvas y suaves que invitan a los cuerpos a descansar o a habitarlos, se ve sobre todo en la estructura 3 (la que tiene el techo de ramas) una forma de convergencia material en la que la tensión y la suavidad conviven, no sin conflicto, pero haciendo fuerza para sostenerse. Trabajamos bastante sobre esta idea que tiene que ver con la necesidad de habilitar el disenso y la diferencia para sostener la convivencia. 

 

-¿Cómo relacionarías el título de la Bienal –Extranjeros por todas partes– con el envío argentino?

-En su propuesta, Pedrosa propone expandir la noción de extranjería a las diferencias y disparidades basadas en la identidad, nacionalidad, raza, género, sexualidad, riqueza y libertad de las personas que circulan por el mundo, Luciana propone entornos materiales en los que la diferencia no sea una debilidad, sino la mayor de las fortalezas. Al mismo tiempo, la idea de usar un mismo material en toda la obra, la madera, que se expresa de diferentes maneras en cada módulo, también explora la noción de “identidad de los materiales”. Se trata del mismo material en diferentes estados, dando cuenta de una noción de identidad que se aleja de la idea de la identidad como una categoría fija, en pos de una noción múltiple y mutable. 

 

-Luego de atravesar casi todo el pabellón nos encontramos con dos videos, uno de ellos remite a la obra temprana de Luciana, ¿cómo pensaste ese sentido histórico –una vuelta de la obra sobre sí–?

-Durante todo el período de desarrollo del proyecto, exploramos mucho la relación de esta nueva dirección en la obra de Lu con sus trabajos anteriores. En ese proceso fuimos encontrando gérmenes de muchas de estas ideas dispersas en obras anteriores, obras que incluso datan de hace 20 años. Para mí esta obra es un catalizador que se nutre de 20 años de trabajo para expandirse una vez más hacia una nueva dirección. En videos y obras tempranas encontramos la noción de “monomaterialidad”, el uso subversivo de los materiales y las herramientas que no solo llevan a un límite sus características propias, sino que también cuestionan las categorías de orgánico e industrial, y los límites entre lo humano y lo no humano. 

 

 

 

 

 

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