Rosalba Carriera nació en Venecia el 7 de octubre de 1673. Perteneciente a una familia de clase media, de niña se dedicó a realizar patrones para encaje, comercio al cual se dedicaba su madre. En su juventud se especializó en los retratos en miniatura y luego incursionó en la técnica del pastel, con la cual cosechó grandes logros. Su estilo se enmarca dentro del rococó, surgido en Francia a principios del siglo XVIII.
Retrato Maria Josepha, 1730. Pintura al pastel, 53,5 x 42,5 cm. Gemäldegalerie Alte Meister, Dresden, Alemania.
El rococó se desarrolló bajo los reinados de Luis XV y Luis XVI y se situó como la culminación del Barroco, sin embargo, fue un estilo independiente que surgió como reacción al Barroco clásico impuesto por la corte de Luis XIV. Se caracteriza por una opulencia amanerada, por sus suaves perfiles y floridos toques, a la vez elegantes y por cierta preponderancia en el empleo de colores pasteles y dorados. En pintura, los temas predilectos fueron las fiestas galantes y campestres, las historias pastoriles, las aventuras amorosas y cortesanas. Las composiciones tendían a lo sensual y lo alegre, en donde la figura femenina, bella, fresca y seductora, sirvió como fuente de inspiración. Un estilo que buscó reflejar lo agradable y refinado en la vida diaria y las relaciones humanas, en contraposición con la temática religiosa barroca. El rococó fue considerado por mucho tiempo como un estilo superfluo y banal, siendo eventualmente validado por la historia del arte a mediados del siglo XIX.
Love Presiding Over the Concert of a Flute and a Harpsichord. Museo de Louvre, Paris, Francia.
Con la popularidad del tabaco en polvo o rapé (del francés "rallado"), un preparado a partir de las hojas de la planta del tabaco que se secaban, molían y habitualmente se aromatizaban para su consumo por vía nasal, Rosalba comenzó a pintar miniaturas para las tapas de las cajitas que contenían el rapé, y fue la primera pintora que utilizó marfil con este propósito. El marfil en las miniaturas, le dio una luminosidad característica a sus obras, junto con el trazo veloz de la pintura veneciana.
Snuffbox. Pintura miniatura en caja de rapé, 1732–38.
A partir del éxito como pintora de cajitas, Rosalba fue pionera en el uso exclusivo del pastel. Los visitantes extranjeros y personalidades destacadas que acudían a Venecia, en su mayoría jóvenes hijos de la nobleza en su "gran viaje" y diplomáticos, pretendían ser retratados por la veneciana. Entre los retratos de este primer período, se encuentran los de Federico IV de Dinamarca, las damas más hermosas de la corte veneciana, algunos autorretratos, e incluso pintó a su hermana Naneta y Augusto de Sajonia.
Estate. Pintura al pastel, 35.8 x 24 cm. Fondation Bemberg, Toulouse, Francia
De su serie de autorretratos, algunos se conservan en Venecia en el museo del siglo XVIII en Ca' Rezzonico y también en las colecciones reales de Windsor. Estos autorretratos revelan un desarrollo centrado en lo más íntimo y moral de su persona; desde la vivacidad con la que se pinta en su juventud, hasta el último autorretrato de 1746, que representa el ocaso de su vejez, donde se muestra con un rostro envejecido, impasible y resignado ante la inminente operación de córnea que sin éxito culminará en una ceguera.
En 1705 es aceptada por su miniatura sobre marfil Fanciulla con colomba como accademico di merito en la academia romana de San Luca, un título reservado a los pintores no romanos. Unos años después, en 1720, es admitida también en la prestigiosa Academia de Bolonia.
Durante su primer viaje a París en 1721, sus retratos tuvieron considerable éxito. En la capital francesa, como invitada del coleccionista de arte Pierre Crozat, conoce y retrata al afamado pintor Antoine Watteau, junto a varios representantes de la nobleza y la realeza parisina; y es elegida como miembro de la Academia Francesa por aclamación. Se debe tener en cuenta que en esa época ese tipo de cargos lugares de prestigio no eran comúnmente ocupados por mujeres, y esto da una idea de la consideración y el respeto que había alcanzado Rosalba. También en ese período conoce al prestigioso pintor Maurice Quentin de La Tour.
Portaretrato Antoine Watteau, 1721. Pintura al pastel, 55 x 43 cm. Museo Luigi Bailo, Treviso, Italia.
Su hermana Ángela, que también estaba en París en esos años, se casó con el artista italiano Giovanni Antonio Pellegrini, uno de los principales pintores de historia venecianos de principios del siglo XVIII. Pellegrini fue contratado por John Law, un financiero británico, para pintar el techo de la Grand Salle en el edificio del nuevo banco de Law. Formando parte del grupo su otra hermana, Giovanna, y su madre. Tanto Angela como Giovanna, especialmente esta última, la ayudaban en las pinturas de retratos que le solicitaban.
Atareada por la intensa vida social parisina regresó a Venecia luego de su estancia en Francia. Visitó Módena, su presencia quedó documentada ahí en 1723 al retratar a la familia de Este; luego en Parma, donde fue huésped de los condes Lantieri de Gorizia. En 1730 fue convocada en la Corte de Viena por el emperador Carlos VI donde retrató a varios miembros de la familia real. Posteriormente viajó a la corte del rey de Polonia, donde tuvo como alumna a la Reina. El rey Augusto poseía una amplia colección de sus pinturas, que pasó a formar parte de la gran colección en la galería Alte Meister de Dresde, Alemania.
Allegorie der Musik, 1712. Pintura al pastel, 62,2 x 55,6 cm. Bayerisches Nationalmuseum. Munich, Alemania.
Rosalba se volvió una artista exitosa y raramente volvió a abandonar Venecia, solo por ocasionales viajes, viviendo en su casa del Gran Canal y siendo soporte financiero de sus hermanas viudas y su madre. Se hizo conocida por su dulzura, su disposición y su vestir pulcro, pero también por su melancolía y sus rasgos depresivos, que se atribuyen al hecho de que nunca formó una pareja. Fue una artista rigurosa y trabajadora que se dedicó exclusivamente a su vocación. Vivió hasta casi ochenta y dos años, murió el 15 de abril de 1757; sobreviviendo a toda su familia y pasando sus últimos años en la pequeña casa en el área de Dorsoduro de Venecia, donde había vivido toda su vida.
Aproximación a la obra Una musa
En Una musa, el rostro de la mujer llevando una corona de hiedra que se posa sobre sus rizos dorados, es una de las muchas imágenes idealizadas que Carriera realizaba, llamadas teste di fantasia, una clase de representación fantasiosa, en este caso de una mujer hermosa, con apariencia mitológica o alegórica. Probablemente creó esta imagen para Augusto III, elector de Sajonia y rey de Polonia, uno de sus mayores coleccionistas, quien reunió más de ciento cincuenta pasteles y miniaturas.
Una musa, circa 1725. Pintura al pastel, 31 × 26 cm. Getty Center, Los Angeles, EE.UU.
Carriera fue una experta en la utilización de tizas al pastel, y es sabido que las mandaba a preparar especialmente para ella, lo que evidencia lo sutil y exigente artista que era. Su técnica consistía en arrastrar los lados de tiza blanca sobre un dibujo inferior de tonos más oscuros para capturar la textura reluciente del satén, en este caso para resaltar los rasgos faciales y las suaves cascadas de cabello empolvado.
El intenso contraste entre la carne de marfil y el fondo gris, imbuye al rostro de un divino resplandor. Esta musa seductora gira con gracia la cabeza hacia la izquierda, y deja al descubierto la tensión de su cuello lozano y el lóbulo rosado. La artista interpretó la piel de porcelana, las mejillas enrojecidas y el cabello ondulado con colores pasteles sutilmente mezclados, creando superficies suaves y aterciopeladas.
El origen mitológico de las musas
Cuando mencionamos a las musas, o sentimos estar influenciados por ellas, muchas veces desconocemos su origen y concepción. Están las de carne hueso y las de origen divino, y han inspirado a los más maravillosos artistas a lo largo de la historia.
Según la Teogonía (obra poética escrita por Hesíodo, que contiene una de las más antiguas versiones del origen del cosmos y el linaje de los dioses de la mitología griega), las musas o la musa, porque son una y varias a la vez, son hijas del dios griego Zeus y de la diosa de la memoria Mnemósine. Esta última es una de las numerosas divinidades del mundo titánico, hija de Urano y Gea, dioses del Cielo y de la Tierra. El mito de Mnemósine cuenta que Zeus se disfrazó de pastor y durante nueve noches consecutivas se unió a la diosa. Como resultado, la pareja engendró a las nueve musas: Calíope, Clío, Erató, Euterpe, Melpómene, Polimnia, Talía,Terpsícore y Urania.
Hesíodo explica su filiación, función y de qué modo le inspiraron un canto que, por su naturaleza divina, fue una suerte de revelación: “Y he aquí las primeras palabras que me dirigieron las diosas, musas del Olimpo, hijas de Zeus que tiene la égida". Aquellas que un día mientras pastoreaba sus rebaños al pie del divino Helicón, monte consagrado al dios Apolo, le cantaron lo siguiente: "¡Pastores de los campos, tristes oprobios de la tierra, que no ereis más que vientres! Nosotras sabemos contar mentiras que parecen verdades; pero también sabemos -cuándo lo queremos- proclamar verdades".