Martes, 30 Septiembre 2025

Claudia Segura: “La idea de coleccionar es siempre un intento fallido”

La actual jefa de la Colección MACBA en Barcelona, comparte su mirada acerca del arte latinoamericano, el poscolonialismo y la construcción colectiva de relatos.
Por Lunes, 29 de Septiembre 2025

 

Claudia Segura es una de las voces más relevantes de la curaduría contemporánea. Actualmente en el MACBA de Barcelona, ha desarrollado una trayectoria internacional que la coloca en un lugar central dentro de la gestión y el pensamiento del arte. Su recorrido, que combina investigación académica y práctica curatorial en instituciones y proyectos independientes, refleja una constante: entender el arte como un espacio vivo de mediación y diálogo entre realidades diversas.

Los viajes han sido decisivos en su vida y en su profesión. Cada destino le aportó herramientas, sensibilidades y formas de repensar el rol de la curaduría. Segura aprendió a valorar la investigación paciente en la Tate de Londres, a integrar lo educativo como parte del relato curatorial en NC-Arte de Bogotá y a pensar la construcción colectiva en la Bienal de Mardin en Turquía, donde las expresiones contemporáneas se mezclaban con la artesanía, la tradición y la vida comunitaria.

Hoy, al frente de la colección del MACBA, se propone repensar el museo como un cuerpo vivo, atento a la performatividad, a las múltiples subjetividades y a los vacíos que toda colección inevitablemente arrastra. Una mirada que amplía horizontes y habilita nuevas formas de pensar lo contemporáneo.

 

—En tu familia había un ambiente muy nutritivo, pleno de literatura, filosofía, poesía. Entiendo que querías ser artista, pero después seguiste el camino de la curaduría y la mediación entre distintos agentes del arte, ¿qué fue lo que te llevó a cambiar de rumbo?

—Vengo de una familia relacionada con el arte y la cultura. Mi mamá es fotógrafa y la práctica artística siempre estuvo muy presente en el día a día de la crianza. La acompañaba a revelar y a sus exhibiciones. Ella quería captar ese momento único y especial, en cambio a mí se me daba mucho mejor comentar esos trabajos, poner en relación las cosas, conectar ideas. En ese vínculo afectivo de madre e hija, ella me pedía mi mirada sobre un proyecto que estaba desarrollando y yo lo vinculaba con una metáfora de tal cosa o lo conectaba con un poema, entre otras relaciones. Por otro lado, mis padres siempre están muy interesados en la cultura en general, en la literatura, en la poesía también. En mi casa leía a Jorge Luis Borges y a Julio Cortázar, así como autores de España y de otros países europeos. Un libro que me marcó de pequeña fue el “Jugador de ajedrez” de Stefan Zweig, de igual manera, la literatura francesa.

 

—Viajaste por diferentes ciudades con culturas muy distintas, ¿cómo marcaron tu desarrollo personal y profesional? 

—Volviendo a mi familia, fue frecuente para nosotros viajar desde muy pequeños. Tuvimos la suerte de conocer India, Marruecos, Hawái y España. Para Navidad, por ejemplo, en lugar de regalarnos objetos materiales nos regalaban viajes. Siento que los viajes ayudan a ampliar las capacidades de empatía y tolerancia, te dan herramientas para entender que hay otras realidades y que el mundo es muy amplio. Es algo que ahora practico con mi pareja y mis hijos, vivimos en Colombia, Turquía, Londres. El viaje ha sido una parte importante de nuestra vida.

 

—¿Cómo fue la experiencia de vivir en Londres y trabajar en la Tate?

—Cuando estaba estudiando en la Universidad pública Pompeu Fabra de Barcelona me postulé al Máster de Teoría del Arte Contemporáneo en la Goldsmith University de Londres. Mientras estaba en Londres cursando la maestría, pude trabajar en la Tate en proyectos muy interesantes, como la investigación que se hizo sobre el artista catalán Joan Miró. Yo que podía leer en su idioma, pasé meses en la biblioteca analizando cartas. Fue revelador para mi aprendizaje como curadora la importancia de la investigación pausada, para luego poder plasmarla en una exposición, en una publicación o en un programa público.

 

—¿Cómo continuó tu recorrido profesional en Barcelona luego de adquirir esas herramientas? 

—Luego de vivir en Londres volvimos a Barcelona, donde trabajé en la coordinación de proyectos culturales de la Fundación "la Caixa" y también en una galería comercial. Me interesaba entender qué otras posibilidades ofrecía el mundo del arte. En la Caixa me relacioné con trabajos filantrópicos y el coleccionismo, pero me faltaba el contacto con los artistas, y fue así que decidí trabajar en una galería comercial. Al tiempo, me surgieron muchos trabajos relacionados con curadurías, una tutoría en una sala de arte joven para hacer un acompañamiento de artistas, proyectos en el Instituto Cervantes de Londres, entre otros.

 

—¿Cómo fue luego tu experiencia en Turquía, en una cultura tan distinta y en una bienal que concibe el arte en términos más amplios de los aprendidos en una academia? 

—En Turquía tuve la oportunidad de trabajar en la Bienal de Mardin, que es una bienal que transita por otros círculos, donde participan desde la persona que lleva la sección de madera en el bazar y la directora del jardín de infantes hasta el decano de la universidad de arquitectura. El arte se fusiona con la artesanía, el folclore, las tradiciones populares y religiosas de diferentes comunidades. La bienal no era de estilo paracaidismo, que llega un curador y dice qué hacer, sino que brotaba la necesidad colectiva de la gente del lugar y eso se combinaba con miradas externas. Otra particularidad es que Mardin es un lugar donde conviven muchas culturas como los kurdos, los ortodoxos, y los musulmanes y un lugar de peregrinación donde hay diferentes cultos. Aquí es donde empiezo a desarticular todo lo que había aprendido en el máster, y esta experiencia fue un aprendizaje increíble sobre la construcción colectiva de un relato. 

 

—¿Y cómo fue tu vivencia en Bogotá y tu paso por el NC-Arte? 

—Bogotá fue un lugar muy importante para mi crecimiento profesional, el sitio donde pude experimentar más. La primera exposición que hice allí fue una colectiva sobre el universo, con artistas como James Turrell, Tania Candiani, Adriana Ciudad, Pedro Torre, Julieta Aranda. El texto de sala era un cuento basado en un escrito sobre el cosmos de Sun Ra, un músico de jazz estadounidense muy talentoso, que en un momento de su vida decidió que no venía de este planeta, sino que de Saturno. Un performer increíble, con una filosofía donde mezclaba la kábala hasta relatos egipcios. NC-Arte fue una plataforma interesante de experimentación, se invitaba a producir a los artistas obra nueva abrazando el error y el ensayo, obras de sitio específico en diálogo con la arquitectura, a partir de temáticas que proponíamos durante el año. En las curadurías pedagógicas, el programa educativo no era un servicio, sino que estaba en el proceso mismo del relato curatorial, era vertebral en estos proyectos. 

 

—Teniendo en cuenta que viviste en México y Colombia, y que has visitado frecuentemente otros países de América del Sur. ¿Qué es para vos el arte latinoamericano?  

—Me especialicé en poscolonialismo y Sur global, pero luego me interesé mucho en el arte latinoamericano, es tan poroso y variado, pero puedo encontrar algunas características que reúnen los artistas de la región por similitudes en procesos históricos: es conceptual y sensorial al tiempo que se piensa desde el cuerpo.

 

—Desde tu nuevo rol como jefa de colección del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, ¿cómo presentan la performatividad del arte?

—Es un concepto que estamos trabajando muchísimo, ¿cómo un museo que en teoría tiene la función de fosilizar su colección puede abrazar el concepto de performatividad que en sí misma es efímera? Este aspecto de archivo, de la performance, de la investigación sobre cómo un museo debe coleccionar estas piezas es fundamental en la práctica curatorial. De la misma manera, pensar que la idea de coleccionar es siempre un intento fallido porque nunca hay una colección perfecta, siempre hay vacíos.

 

—¿Cómo trabajan hoy la colección?

—Entiendo el museo como un cuerpo que está en constante movimiento, es un dispositivo que muta, genera diferentes fluidos y voces. Investigamos sobre los artistas que están en la colección pero que no se encuentran bien representados, con un especial interés en mujeres que han sido invisibilizadas por la historia del arte, o cuerpos queer. Otra línea muy importante es la que identificamos como colonial o poscolonial. En tercer lugar, la que llamamos multiespecie, artistas que reflejan otra cosmovisión, que no es la occidental, y por último la performatividad, entendiendo al museo como un lugar que pasan cosas, como un cuerpo vivo que se mueve y se transforma. La celebración de los 30 años del museo coincide con mi mirada sobre la curaduría hoy, invita a una reflexión pausada, una estación para mirar hacia el pasado sobre el que se ha construido el presente. Una revisión crítica de los hilos que han tejido el museo actual. Desde sus orígenes, la construcción de la Colección MACBA se ha llevado a cabo de forma gradual, abrazando los retos de su contemporaneidad y asumiendo los riesgos necesarios para convertirla en altavoz de prácticas audaces y políticamente comprometidas. Una constelación de voces que emerge del pasado en una resonancia polifónica que aspira a ser infinita, ilimitada y diversa.

 

 

 

 

 

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