Daniel Joglar: “En mi obra busco más la contemplación que la apreciación”

El universo de Joglar desplaza la funcionalidad de los espacios y objetos cotidianos a partir de sistemas de asociaciones y reordenamiento, de los cuales emergen nuevos sentidos estéticos ligados a conceptos de equilibrio, ingravidez o reposo.
Por Juan Gabriel Batalla

 

Del otro lado de la pantalla Daniel Joglar se encuentra en su ciudad natal, Mar del Plata, a donde regresa para recibir cada año nuevo y permanece durante las primeras semanas, en eso que llaman “temporada”, pero a pesar que asegura que el mar ha influido en su obra, rara vez lo visita, dice, durante este tiempo.

Joglar se inició, como muchos, en la pintura y si bien comenta que le “están dando ganitas” de volver al lienzo su carrera creció por su mano en las esculturas, los site specific, y los colgantes, aunque también por sus “mesas de cosas”. En este encuentro recorre las claves que lo fueron llevando a desarrollar cada uno de sus temas y por qué la disposición es tan (o más) importante que la obra individual.

Egresado de la Escuela de Artes Visuales Martín Malharro, llegó a Buenos Aires tras recibir una Beca de Guillermo Kuitca. Y aquella circunstancia no solo hizo cambiar la dirección de su producción artística, sino que devino en una manera de relacionarse con los materiales que sería crucial para ese desarrollo. 
Sus obras, que se encuentran en colecciones como la del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, el Museo de Arte Contemporáneo de Rosario, entre otras, podrán verse en julio en el Museo de Arte Contemporáneo de Buenos Aires y la Casa de la Cultura de San Isidro. 


-¿Hay algo de tu ciudad natal que se puede relacionar con tu producción artística?

-Sí, yo creo que sí. Alguna vez hablamos con un amigo muy querido, artista, Sergio Avello, sobre que ya al tener esa experiencia, primero de Mar del Plata que es muy distinto a Capital porque tiene la cuestión de la naturaleza muy presente. Uno va hasta la costa y se puede ver ese horizonte de mar. Eso ya es una cosa que uno la tiene marcada, grabada, llevas esa línea, ese horizonte, ese cielo y mar, muy metido dentro y creo que aparece en la obra de muchos modos. La geografía, la naturaleza, es como algo más “salvaje”. Porque siempre ese encuentro se lleva dentro por más que se tenga muchos años viviendo en Capital. Esa línea de horizonte está bastante presente en muchas de mis obras.

Incluso cuando pintaba, por ejemplo, y otra cosa que ha aparecido en algún que otro escrito es que el color azul es mi favorito y es algo que también está muy presente en mi trabajo y lo vinculo con la inmensidad, también con algo tranquilo. Mis trabajos, según las etapas, tienen bastante como de apropiarme de varias cosas, de los materiales, de los objetos, tienen bastante de esa cosa como de ready made, pero incluso hasta a veces desde los títulos, con palabras clave. Hice una exposición que se llamaba Período Azul, por supuesto que hacía referencia al período azul de Picasso, pero lo tomé casi como un material más o como una obra, y eran casi todas obras en azul y creo que viene de la costa de Mar del Plata.

Con respecto a Picasso era un período triste para él, por la muerte de un amigo, pero para mí no tiene algo triste, sí algo medio nostálgico, melancólico, pero no de melancolía profunda. Para mí el azul no significa eso, sino tranquilidad, algo de un remanso, de un descanso, que es algo que yo también busco en mi obra, que, por lo general, puede ser también digamos de contemplación, más que de apreciación. Busco que mi trabajo sea una invitación a un estado, invito al público a que ingrese a los estados por los que transito cuando estoy en el proceso, cuando produzco y eso tiene que ver con este lugar como de descanso. Por eso tengo una serie de obras que se conocen como móviles que abordan algo del movimiento, y por momentos puede ser que esta serie de artefactos, impuestos en el espacio, que están suspendidos, para que a veces se puedan mover un poco si hay una pequeña corriente de aire o si alguien lo toca. Esa sensación de movimiento, como de una cierta levedad o ingravidez.


-Cuando escucho esto del remanso, de llegar a un estado de contemplación, no puedo dejar de asociarlo con el budismo Zazen, donde justamente la contemplación y esta sensación de ingravidez, que se genera, por ejemplo a través de la meditación, es como abstraerse de todos los pensamientos y de todo lo que le sucede a uno en lo cotidiano para generar esta especie de contemplación de la totalidad en un punto y una pérdida del yo. ¿Hay algo de eso también en tu trabajo?

-Seguramente que sí. Siempre lo he intentado, pero no lo practico, no tengo una práctica constante. Voy y vengo en la meditación. He participado alguna vez de estas prácticas o encuentros de budismo, pero no es algo constante en mí, pero hay un anhelo mío, como de querer lograr esos estados.


-Sería una nostalgia, en este caso, de llegar a esos estados.

-Puede ser, sí, está bueno, puede ser. Sí, este querer llegar a esos estados es una búsqueda. Pero no me considero como alguien practicante, no llegué todavía a esos grados. Lo intento, pero bueno.


-Hablábamos de los colores y con respecto a eso te inclinás mucho por una paleta de pasteles. Esto que decías del azul, por ejemplo. ¿Cómo fue ese proceso para llegar a esa elección? 

-Sí, sí, los pasteles, tiene que ver también con esto que veníamos hablando y está relacionado con los materiales que, por lo general, son muy receptores del sonido o de las cuestiones ambientales que puedan estar ocurriendo en el lugar donde estén exhibidos. El papel es muy receptivo a todo, la fuente de luz, humedad, y también emisor, según cómo esté dispuesto, apoyado, superpuesto, etcétera. Entonces en el lugar, absorben todo eso y se modifican se transforman y otros materiales también, como por ejemplo la tela, la madera. Y busco en ese tipo de materiales, que son como receptores de sonido, que pueden acustizar también, lograr cierto silencio.

Y esa paleta pastelada se ve más en las obras de papel, cuando uso los pliegos de papel o las resmas. Eso es porque esas obras ocurren, digamos. Casi puedo decir como inicios de mi desarrollo, por ejemplo, como artista que es cuando yo me traslado a Buenos Aires a Capital y en la zona donde yo tenía el taller era una zona muy de oficinas, en pleno centro, city bancaria y todo eso, y bueno eran los materiales por donde yo circulaba y era lo que tenía alrededor. Entonces trabajé con todas esas resmas de oficinas de colores apastelados, y después empecé como medio series de eso. Tengo una serie de obras, que son una pila de recortes de papel rectangular, que tienen el tamaño de tarjetas personales,que al ir apilándolo en una esquina de una sala llega hasta un metro, un metro y medio, y las hacía con estos papeles. La primera fue color rosa, pero al ver la oferta de colores que tenía esa resma de papeles de oficina dije “ah, voy a hacer una de cada uno de esos colores”. También creo que con esta búsqueda de un clima de algo que es atemperado, de querer generar cierto silencio, cierto descanso, no se logra con colores muy brillantes o más intensos. A veces tengo obras con papeles de origami, que bueno presentan unos colores un poco más intensos, pero por lo general mi desarrollo de obras en papeles ha sido con esos colores.

 

-Con respecto a la anécdota sobre las resmas pastel y cómo las elegiste, de alguna forma fueron el resultado de una circunstancia. ¿Se puede decir que el material te encuentra a vos y no al revés? 

-En esa primera instancia como de circular, un poco de deambular, por los lugares que tenía cercanos a mi taller y encontrarme casi como en un estado de sorprenderse con las cosas que uno veía. Me entrego un poco a esta situación, no es tanto que yo buscaba algo específico. En el taller es un poco casi la misma situación. Tengo que lograr, y vuelvo con esta palabra, un estado particular. A veces mi trabajo parece como si fuera que empiezo a hacer casi como medio una performance dentro del taller, tengo que ponerme a limpiar el taller, a ordenar las cosas o sacarlas de un lugar o meterlas en otras. Entrar en un trance de algún modo con ese tipo de acciones como cotidianas, diarias, simples para entrar en ese deambular, en ese estado y de ese modo es como aparecen situaciones, encuentros con el material o la obra misma. A veces cambio una cosa a un lugar, la muevo de acá para allá y así como la puse en ese lugar es un “Ah, mira cómo se acomodó”. En ese encuentro se produce para mí el hecho, el momento de creación, le dicen.


-Ese deambular, volviendo un poco al concepto anterior, podría ser tu mantra, podría ser como el ejercicio por el cual llegas a ese punto donde necesitas estar para crear.

-Tal cual, sí, sí. Por lo general de ese modo trabajo en el taller o fuera del taller también. Ese salir, ese deambular, saliendo a buscar nada. Pero bueno, encontrando cosas. Son momentos de sorpresa. Para mí es importante y ahí empieza, surge todo. Eso viene un poco desde la época en que pintaba. 


-¿Hace cuánto dejaste de pintar?

-Últimamente estoy retomando, me están dando algunas ganitas. Yo pintaba porque cuando estudié en la Escuela de Artes Visuales de Mar del Plata, la escuela en la época estaba en un momento de transformación de su plan de estudios. Había todo un ánimo de transformar este plan de estudios y entonces yo entro a la escuela en ese momento. Se  llamaba el Plan Piloto que tenía que ver un poco con algunas líneas o ideas de la “Bauhaus”, muy amplio. Había un abordaje de integrar los talleres, esa idea de integración del diseño, el arte, la artesanía y sobre todo la integración de las disciplinas. Hice todos los talleres y los primeros años era lo básico: pintura, dibujo, escultura, grabado, teoría. Ya cuando llegabas a los últimos años los talleres se integraban, entonces un grupo de profesores te iban acompañando en tu proyecto de integración. Esa experiencia me encauzó en lo que es el abordaje de las instalaciones, pero sí obvio que pinté casi todo el tramo de toda mi información artística, y terminé la escuela también pintando. Es más, voy a Buenos Aires en el año 97 porque me habían convocado para la beca Kuitca y me ofrecían un taller en el Centro Cultural Borges, en Galerías Pacífico, y durante la primera etapa pintaba y mostraba mis pinturas. Igual ya antes de mi último año de artes visuales ya empezaba a poner cosas en la tela o en la madera hasta que en un momento dije, “bueno, ya no uso más un soporte o madera o tela y pasaba directamente a la pared a pegar las cosas”. Ese fue un poco el concepto del traspaso, en el proceso de la beca Kuitca compartiendo con tantos artistas y todo eso me hizo desencadenar en trabajar con instalaciones.


-Otra de las características de tu trabajo es la del abordaje del espacio expositivo como parte de la obra, ¿por qué lo considerás importante? 

-Porque para mí es como un material más y es de donde parto para, por ejemplo, hacer tal proyecto o tal obra. Tomo los datos de ese lugar, los que a mí me señalan, me dan pistas, ya que muchas son obras in situ. Necesito estar ahí aunque muchas veces he trabajado sin haberlo conocido antes, pero a partir de un plano con sus dimensiones, sabiendo su altura, teniendo alguna foto. Recuerdo una muestra en el Centro Cultural Borges en 2004, un proyecto que curaba Graciela Hasper, con esa sala muy amplia, grande, con muchas columnas. El Borges tiene una arquitectura bastante presente y recuerdo haber entrado a esa sala, a ese espacio enorme, y yo hasta esos años trabajaba con una escala bastante pequeña, diminuta casi. Me dije “cómo abordo todo este espacio” y recuerdo cuando entré el piso de la sala tiene cemento alisado de un color marrón clarito y eso fue un dato, una  punta.  Ya venía un poco experimentando y  estaba saliendo un poco de poner las cosas sobre la pared, mis murales de cosas, y estaba empezando a disponerlas sobre las mesas, que también surgió en uno de esos momentos de hallazgo.


-Como un momento Eureka!

-Claro. Yo ponía todo sobre la pared. Las cosas que colecciono las iba juntando en casa, pero entonces tenía una mesa típica de taller, de dos caballetes y una tabla, entonces tiraba todas las cosas arriba y ahí iba a buscar lo seleccionado y pasaba la pared. Un día llego al taller, abro la puerta y veo la mesa con todas las cosas arriba y dije “wow”. Esto ya es una instancia, es algo, y ahí empecé a trabajar de ese modo, a disponer las cosas sobre la mesa. Entonces, con ese color del piso, las mesas también podían entrar en juego con la superficie, y empecé a trabajar también la relación del color con ese piso. La luz también era tan amplia y así que decidí trabajar con artefactos lumínicos para ambientar esta sala. Creo que tanto la ambientación como la disposición de las cosas son mis recursos, mis estrategias para armar instalaciones.

 

-Volviendo a lo oriental, como un feng shui propio. Ver la disposición, la energía entre las obras, los espacios y así definir la distribución.

-Totalmente, es así. Esas composiciones de materiales se relacionan como por proximidad o lejanía, a veces hay una cuestión de color o de materia, otras una cuestión como de tiempo, lo nuevo, lo viejo. Esas son las variables que uso para, de algún modo, componer o armar estos conjuntos. Por eso digo que la sala es como si fuera otra mesa, la gran mesa.


-La obra total.

-Sí. Es muy importante el espacio que hay entre ellas, ese aire alrededor, porque eso establece vínculos, relaciones, conexiones, qué tan lejos puede estar una cosa de la otra, pero para que se sigan viendo. Yo creo que es necesario para generar esos estados, esas sensaciones de las que hablábamos antes. 


-En julio tenés una muestra en el MACBA, que también va a presentar a Pablo La Padula al mismo tiempo, ¿cómo vas a trabajar ese espacio?

-Mi trabajo tiene mucho que ver con lo aéreo y es una construcción que tiene su peso, su presencia, todo ese cemento, la luz es muy particular. Voy a estar en dos salas que son justo las más oscuras, así que pienso abordar todo ese espacio aéreo que comunica esos dos niveles. Por el momento va a haber obras más concretas en la pared, pero también va a haber estos colgantes para volver a trabajar la levedad, la ingravidez, la idea del peso que estoy abordando hace bastante tiempo. Yo arranco con esta idea de los móviles desde el 2006, que tienen la idea del movimiento presente y también ese punto de quietud. Me interesa mucho el equilibrio, de cómo las cosas en algún momento pueden volver a su equilibrio y perderlo y sobre todo trabajar con ellas la fuerza de la gravedad. 


-¿Estás trabajando en algún otro proyecto expositivo?

-Hay un lugar que se llama Central de Procesos, que queda en la Casa de la Cultura de San Isidro. Va a estar un poco también en simultáneo con mi muestra del MACBA y voy a presentar algunas instalaciones y unas actividades para que el público pueda desarrollar un proceso, una acción para entrar en la obra.

 

-¿Qué tenés pensado?

-En una sala que voy a trabajar con la cuestión aérea también con una obra que tiene que ver con la materia; son lanas de colores, varillas de madera, imanes; una instalación que se arma en el espacio, en el aire de la sala. Es parte de una investigación de un artista que admiro mucho que es americano, Fred Sandback, de los años 50, 60, 70, que pude conocer su obra en el Museo de Arte Minimalista. Cuando lo conocí fue como un arrebato, empecé a estudiarlo, leer sus statements, recopilar información, fotos de obras. Entonces a veces reproduzco alguna obra de él exacta, que fue como el disparador de esta instalación. También voy a presentar un juego para que todo aquel que vaya pueda acercarse a su obra y a esa instalación que presento. 

 

-Y ya que hablamos de lo lúdico y lo que hablamos de la cuestión del espacio, ¿te gustaría o te ofrecieron trabajar una vidriera comercial?

-Sí, me pasó. Y me encantaría que vuelva a pasar. La idea de vidriera me encanta. Trabajé para Hermès en un momento, que tenía un mes que se llamaba Vidriera de artista y estuvo buenísima la experiencia. Fue genial. Me encantó. Eso del display tiene mucho que ver con mi trabajo, y es algo que quiero abordar en una obra, mis cosas exhibidas en la pared o en la mesa o suspendidas, pero me falta todavía. Siento que le tengo que dar otra vuelta de tuerca, tal vez trabajar con un display más formato vídeo, llevado tal vez a una sala o un espacio. 

 

-Y con respecto a tu paleta de colores y la cuestión de la simetría y el equilibrio, no puedo dejar de pensar en el director de cine Wes Anderson. Antes de la pandemia, le dieron vía libre en el Museo Histórico de Viena para que trabajara con el acervo. Armó una exposición con piezas que estaban guardadas, ¿te gustaría un proyecto así? 

-Me encanta Wes Anderson y no sabía de este proyecto. Lo voy a investigar, qué buena onda. Bueno, me gusta mucho esta idea. Acá hay algo que se llama Activar Patrimonio, todavía no me metí, no me animé, son como concursos en los que uno tiene que presentar un proyecto para algún museo y cómo uno desarrolla una obra a partir de este patrimonio. Me interesa mucho. Más de alguna vez me han mencionado como que en realidad todo lo que es mi presentación de obras de instalaciones tiene como mucho de curador más que de un artista. 


-¿Hay algún museo que se te venga rápido a la cabeza en el que te gustaría trabajarlo? 

-No sé si podría decir alguno en particular, tendría que ponerme a investigar más, pero pensaba, por ejemplo, en un museo de zapatos.

 

 

 

 

 

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