Valeria Conte Mac Donell: “Me gusta ese límite entre lo bello y lo perturbador”

Desde la cordillera patagónica lleva la línea a un plano tridimensional para generar obras performáticas de gran tamaño que cuestionan los límites entre la realidad y la proyección.
Por Mariana Gioiosa

 

Valeria Conte Mac Donell vive hace veinte años en las afueras del casco urbano de San Martín de los Andes donde desarrolló una práctica artística que sorprende por sus obras de gran formato que combina con acciones performáticas. Algunos de sus proyectos más conocidos son la Conquista de lo inútil, la silueta de una casa congelada que aparece por las noches y se derrite mientras transcurre el día por efecto de los rayos del sol y Que el cielo sea el fondo, un diseño de alambre colgando a once metros de altura donde la artista se encuentra suspendida trazando líneas en el interior de la pieza. En el microcentro porteño se pudo ver recientemente Cómo abandonar un barco. Un gran final, instalación performática en la que el esqueleto de un barco parece ser sacudido por una tormenta, mientras la artista intenta controlarlo por un sistema de poleas, con ayuda del público.

 

-En los primeros años que te desarrollaste como artista te inclinaste por el dibujo y sobre todo por la línea, ¿cómo comenzó tu interés por trabajar en un formato tridimensional, y usar alambres y sogas como si fueran trazos de un lápiz en el espacio?

-Hubo un momento bisagra, que fue cuando me invitó la curadora Eva Grinstein a participar de Pasamontañas, un programa que se realizaba en Valdivia, Chile, en el cual ocho artistas de San Martín de los Andes cruzábamos la cordillera para reunirnos con la misma cantidad de artistas locales. En ese momento estaba trabajando en una técnica parecida al estuco en paneles muy grandes y sobre ellos después dibujaba con lápiz. Me habían invitado a intervenir en algún punto de la ciudad y yo elegí un edificio en ruinas. Sin embargo, no tuve en cuenta que en Valdivia llueve todo el tiempo y no podía estucar en esas condiciones. Desesperada y con mi hija de un año a mí lado, decidí dibujar con alambres, fue entonces que enyesé una columna y realicé ramificaciones como si fueran plantas. No fue mi mejor trabajo, pero allí me di cuenta que era lo mismo trazar una línea en lápiz en un plano bidimensional que realizar una línea en alambre en espacio tridimensional.

 

-¿Cómo es tu forma de trabajar? ¿Hacés bocetos previos?

-Yo pienso con una pinza y con un alambre en la mano, después dibujo, pero al principio tengo que materializarlo en el espacio. Por otro lado, suelo trabajar en proyectos largos, me pueden llevar un año y medio, dos años o más y suelo ir experimentando en el proceso, probando con distintas técnicas y metodologías. Construyo y reconstruyo a partir de lo que no funcionó, fallar es parte del camino. Sé que a prueba de fallas a algún lugar voy a llegar.

 

-La casa de hielo que realizaste en un terreno familiar cuando apenas te mudaste a San Martín de los Andes en el 2003, se trataba de una estructura con tanzas que regabas por las noches, aprovechando las condiciones climáticas extremas y aparecía de esta manera la silueta de la casa congelada y cuando salía el sol por la mañana se derretía hasta desaparecer. ¿Cómo llegaste a ese resultado?

-La primera vez que hice a “la casa de hielo” una pared a escala real con alambres, se formaron unos barrotes robustos divinos, pero en pocas horas se derrumbaron como si fuera un castillo de cristal por el peso del material. Ahí me di cuenta que no puedo hacer una pared si no tenso del otro lado, y que el alambre no sirve para hacer esa estructura porque no tiene la flexibilidad suficiente que luego encontré en la tanza. La obra se llama La conquista de lo inútil porque tiene que ver con el procedimiento que utilizo a prueba de fallidos. 

 

-Teniendo en cuenta que todas tus obras tienen un sentido profundo, ¿qué te movilizó a realizar este trabajo?

-Yo creo mucho en la psicomagia, que si podemos imaginar algo y materializarlo, aparece, la realidad se construye. La casa de hielo tuvo tanto éxito que me permitió juntar los recursos para transformarla en mi propio hogar y actualmente la pude materializar con adobe y madera. Luego apliqué el mismo procedimiento con el interior de mi casa, dibujé con alambre mi cama, la escalera, la salamandra prendida, todo el interior de mi casa como si la estuviera habitando. 

 

-En el trabajo Que el cielo sea el fondo, suspendida en el aire, metida dentro de una figura, trazabas líneas con alambres, ¿cuál era tu búsqueda en este proyecto? 

-Que el dibujo me sostenga, que sea mi soporte, implica que la creación me convierta en quien yo soy, que me pueda soportar en la vida y económicamente. Pero para eso es importante poner el cuerpo en acción.

 

-¿Planteas tus trabajos para sitios específicos, pensando en las características particulares que te ofrece cada lugar?

-El lugar y el tiempo son materialidades de mi trabajo, ahora por ejemplo estoy trabajando con la puesta de sol, con la luz que atraviesa determinados personajes, o trajes en el momento que el sol desaparece, en un tiempo de duración limitado. 

 

-Te estás refiriendo al proyecto ¿Dónde es allá?... cuando nos volvemos sombra con el cual ganaste una mención en el Salón Nacional (2023) y por el que también te convocaron a realizar una residencia en Solanas, Uruguay.

-Es muy emocionante porque en Neuquén estuve trabajando bastante con un equipo de amigos y caminábamos dos horas hasta llegar a puntos altos en la montaña donde se podía ver la puesta de sol para poder trabajar en esos siete minutos en los que transcurre ese fenómeno natural. En esta residencia voy a poder trabajar en un lugar donde se produce el atardecer sobre el mar.

 

-¿Por qué decidiste ir a vivir a San Martín de los Andes?

-Fueron muchos factores lo que me acercaron a este lugar. Por un lado, siempre estuve ligada al campo, mi papá tiene un campito en Mercedes y pasé mucho tiempo de mi infancia allí y de más grande lo ayudaba a organizar casamientos y eventos en este sitio. Por otro lado, hubo un boom en el 2001 en cuanto a los premios y becas, a pesar de la crisis económica, empezó ese mundo a estallar. Muchos colegas y amigos que estudiaban en el Bellas Artes conmigo saltaron a la fama, pero yo no me sentía preparada. San Martín de los Andes me sirvió como refugio y lugar de experimentación, producir desde la periferia algo que sea verdaderamente mío. Siento que mi obra comenzó en esta geografía, conectada con ese paisaje tan inmenso.  

 

-¿Cómo te fuiste adaptando a esa ciudad?

-Tengo un equipo de gente que me acompaña, y que están pendientes de lo que voy haciendo, una especie de club de fans que me ayudan y me siguen. Si noto que hay entusiasmo entre las personas que me rodean, y que me ofrecen apoyo es porque la obra va a funcionar. En general siempre muestro en mi casa de San Martín de los Andes, alejada del casco urbano, antes o después de participar en otras ciudades, tengo esa necesidad y deseo. Respeto mucho mi lugar y me siento agradecida. Gracias a esas montañas, a ese lago y a ese cielo hago lo que hago. Además, es allí donde suceden cosas, y está en el imaginario de la gente. 

 

-Como cuando hiciste flotar el esqueleto de un barco sobre el jardín de tu casa tensado por un grupo de amigos o cuando organizabas cenas con la complicidad de actores en la que se mezclaba la fantasía con la realidad.

-Me gusta pensar en la obra como una experiencia compartida, como un evento donde somos todos protagonistas de lo que va a ocurrir, el trasladarse al lugar es parte también de la obra y todo lo que transcurre alrededor. 

 

-¿Cómo es el circuito artístico en San Martín de los Andes? ¿Hay una comunidad de artistas? 

-En esta ciudad hemos generado una red de amistad y colaboración enorme, es un privilegio estar alejados de los grandes centros, a pesar de las dificultades que se presentan. Allí hacemos arte como una necesidad vital. Nos ayudamos muchísimo y nos producimos entre nosotros, hay un equipo de artistas maravilloso. Algunos de los trabajos que hago fueron una creación colectiva, como Cena en Lolog. Después hay otras obras que son de mi autoría a las que invito a distintos artistas a participar, pero siempre soy muy abierta a los comentarios, porque creo que la obra es una construcción que se produce entre muchos.  También, me encanta colaborar y ayudar a producir otros proyectos.

 

-En la presentación que hiciste en el edificio aledaño a la Torre del Banco Galicia para el evento Microcentro Cuenta, se te vio en el rol de operaria o titiritera manejando un sistema de poleas para manipular a una especie de barco en medio de una tormenta e invitando a la gente a participar. Luego unos seres de poder, entre los que se encontraban un dragón, una ameba, una especie de jabalí que se refugiaban en los espacios oscuros de la sala, emergieron de la oscuridad animados por sonidos y movimiento. Fue una experiencia inolvidable para muchos de los participantes.

-Siento que esta invitación curada por Patricia Rizzo fue la primera vez en la que puede mostrar una obra de manera completa, con antelación mostré proyectos en escala reducida o registros y relatos de experiencias. Para llegar a esta versión estuve dos años. Todo comenzó cuando un amigo me regaló un velero, lo partí en cuatro partes y lo llevé para mí jardín donde exploré con esta materialidad y como me resultó ajena, le pedí los planos para hacer el esqueleto del barco (las cuadernas). Teniendo en cuenta este barco que nunca había tocado el mar y mis intentos de abandonarlo, lo fui transformando en distintas obras. 

 

-Este proceso comenzó con barcazas que tomaban vuelo sobre un lago en Corea del Sur, luego navíos que se deslizaban por la galería de Gachi Prieto, más adelante un barco a escala real que flotaba con las montañas de fondo en el jardín de tu casa sostenido por manos amigas, hasta llegar a esta última presentación. Observé que en tus obras siempre manejás la tensión, ya sea la que experimenta el público frente a tus trabajos, o la que explorás en los soportes que manipulas. 

-Mis obras tienen siempre algo tenebroso y ambiguo. Por ejemplo, la gente observa una linda imagen cuando estoy colgada de los alambres realizando un dibujo en el aire, pero por otro lado estoy sin arnés de seguridad a once metros de altura. Me gusta ese límite entre lo bello y lo perturbador. No me gusta el arte cuando te sugieren que tenés que sentir, me corro de ese lugar, lo que busco es espiar un mundo posible donde la imagen y la materialidad no sean en las que estamos inmersos todos los días, activar la fibra de lo desconocido. Pienso el arte y el dibujo desde la tensión, por eso estoy todo el tiempo manejando hilos.

 

 

 

 

 

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