Floralis Genérica, de Eduardo Catalano 

Es la última gran incorporación a la iconografía urbana de Buenos Aires. Al cabo de casi veinte años, la escultura de La Flor, como la conocen los habitantes de la ciudad, le compite mano a mano al obelisco en la postal turística porteña.
Por Martín Sanzano

En pleno barrio de la Recoleta, en la ciudad de Buenos Aires, una enorme flor metálica de más de veinte metros de altura irrumpe en el paisaje. Es la Floralis Genérica, una imponente escultura de acero inoxidable y aluminio que realizó y donó a la Ciudad el prestigioso arquitecto argentino Eduardo Catalano. Además, es la primera de su tipo que tiene movimiento controlado por un sistema hidráulico y células fotoeléctricas. 

Situada sobre un espejo de agua en el centro de la plaza Naciones Unidas, a metros de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA), esta flor de dieciocho toneladas abre y cierra automáticamente sus pétalos según la hora del día. A la noche se contrae y emana de su interior un resplandor rojo, hasta las ocho de la mañana del día siguiente, cuando vuelve a abrirse para recibir los primeros rayos de sol. Sin embargo, si hay vientos fuertes se cierra nuevamente, emulando el proceso de fotonastia de la naturaleza. Catalano la definió como una “obra ambiental”.

La Floralis Genérica fue inaugurada el 13 de abril de 2002. El nombre, según indicó el creador, es un homenaje a todas las flores que existen. Su sueño era construir una estructura a gran escala que refleje el dinamismo de nuestro tiempo, por eso decidió sincronizar el movimiento con el avance de las horas y de las estaciones. Además, el color metálico y el agua que la rodea le dan un brillo especial. 

El arquitecto Catalano, que entre otras obras participó en la diagramación de Ciudad Universitaria y construyó una decena de edificios en los Estados Unidos, donde residió durante años -incluyendo la Casa Raleigh en Carolina del Norte-, realizó la flor en acero inoxidable, con esqueleto de aluminio y hormigón armado. Los materiales fueron provistos por la empresa de aeronaves Lockheed Martin Aircraft Argentina. 

La flor mira al cielo y a plena luz del día extiende seis pétalos. No obstante, años después de su inauguración, la escultura se dañó por una fuerte tempestad que rompió el mecanismo de apertura y cierre, dejándola abierta durante varios años. Hasta que por fin fue reparada por el Ingeniero Salvador Sorbello y posteriormente vuelta a inaugurar, el 10 de junio de 2015. Hoy ya es un ícono de la Ciudad y cita turística obligada. 

Más allá de su movimiento diario, hay cuatro noches especiales en las que los pétalos permanecen abiertos: el 25 de mayo, para conmemorar el aniversario de la Revolución de Mayo; el 21 de septiembre, con la llegada de la primavera; y el 24 y 31 de diciembre, para ponerse a tono con las fiestas.

 

 

 

 

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