La Fuente de la Doncella, de Josep Llimona i Bruguera

A casi cien años de su creación, la obra esculpida por el artista catalán situada en Parque Rivadavia, es una de las esculturas que mejor representa la esencia de la feminidad y la belleza.
Por Martín Sassone

 

Es una de las obras más hermosas de la Ciudad. Cierto que no es de las más voluminosas, ni tampoco de las más impactantes, pero hay algo en ella que atrapa a la primera impresión. Tal vez la belleza esté en la sencillez o la naturalidad del acto que realiza. Esculpida en mármol blanco, La Fuente de la Doncella del catalán Josep Llimona i Bruguera representa, en tamaño real, a una mujer desnuda extrayendo agua de un pilón. 

La historia de la fuente se remonta a 1925. Ese año, Llimona visitó la Argentina invitado por la colectividad catalana residente en Buenos Aires. Poco antes de regresar a España, los anfitriones del artista se propusieron ofrecer un reconocimiento a la Argentina, su patria por adopción, y también conservar una obra del reconocido escultor de su añorada tierra. Hicieron una colecta, firmaron un contrato y le cedieron la donación al intendente José Luis Cantilo.

La realización de la escultura se prolongó durante varios años. En su afán perfeccionista, Llimona buscó capturar en la figura de la doncella la esencia de la feminidad, la belleza y la pureza. La obra primero se expuso un tiempo en Barcelona y luego vino en barco a Buenos Aires. Pasó un tiempo en un depósito municipal hasta que finalmente se cumplió el deseo de la comunidad catalana de emplazarla en el Parque Rivadavia. Fue inaugurada el 19 de julio de 1931 y llevó como nombre Fuente del Centenario o Fuente Catalana, aunque los vecinos pronto la rebautizaron como La Fuente de la Doncella.

Cada detalle de la obra, cada curva, cada expresión, encierran un significado profundo. La figura femenina, delicada y serena, logró capturar lo que el artista buscaba en ella. El agua que brota de la fuente simboliza la vida, la renovación y la esperanza. Y la ubicación de la escultura en un parque, rodeado de naturaleza, evoca un sentimiento de paz y tranquilidad. Pero también tuvo un significado más personal para Llimona. Se dice que la figura de la doncella está inspirada en una mujer que el artista amó en su juventud. Esta conexión emocional le otorga a la escultura una dimensión íntima y conmovedora.

Como toda gran obra, no estuvo exenta de polémica. Durante cuatro décadas engalanó el sendero que bordea la Avenida Rivadavia, a metros del centenario ombú de los filatelistas y se volvió patrimonio del barrio de Caballito. Pero tras la inauguración del santuario de la Virgen de Luján y el Monumento a La Madre, en el mismo sector del parque, el cura párroco de la iglesia de Santa María solicitó que se retirara la obra “ya que se interponía entre la Madre Celestial y la madre terrenal”. Al religioso y ciertos sectores conservadores les molestaba su desnudez y la calificaron de obscena. 

En 1971, en plena dictadura militar del general Agustín Lanusse, la Fuente de la Doncella fue retirada y llevada de vuelta a un depósito municipal, hasta que la ubicaron en una esquina de la Plaza San Martín, en el barrio de Retiro, donde permaneció escondida entre los arbustos durante 38 años.

En 2003, tras la remodelación del Parque Rivadavia, varios vecinos y agrupaciones barriales pidieron que se la recuperase para el barrio, aunque el proceso demoró varios años más. Tras la aprobación al traslado de la Legislatura porteña en 2007, la escultura de mármol quedó atrapada en una telaraña burocrática de la que recién pudo zafarse a fines de 2009 para así volver finalmente a su emplazamiento original. 

 

 

 

 

 

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