Ocio, fantasía e ilusión en la pileta de Leandro Erlich

Desde Matisse hasta expresiones más contemporáneas, la pileta es una figura que ha inspirado a diferentes tipos de artistas. Estos antecedentes se reflejan en una de las piezas más emblemáticas del distinguido artista argentino.
Por Mariana Gioiosa

 

Leandro Erlich, es conocido por crear ilusiones ópticas y complejos dispositivos visuales que desconciertan al espectador. Sus instalaciones cuestionan con un simple cambio de perspectiva la relación que habitualmente tenemos con el entorno. Una de las piezas más renombradas en la trayectoria del artista y probablemente su trabajo más popular es Swimming Pool (1999), exhibida de manera permanente en el Museo de Arte del Siglo XXI de la ciudad de Kanazawa, Japón.

 

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También se presentó en el MoMA PS1 de New York en el 2008 y la 49 Bienal de Venecia de 2001. Actualmente forma parte de la muestra itinerante A tensão organizada por el Centro Cultural Banco do Brasil en las ciudades de Brasilia, Río de Janeiro, San Pablo y Belo Horizonte.


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Swimming Pool es una instalación planteada en dos niveles que simula ser una típica pileta hogareña. Los visitantes que observan desde arriba descubren que dentro de la instalación hay otras personas que parecen estar sumergidas en el fondo. Sin embargo, al ingresar por su entrada inferior, los espectadores descubren el truco: una fina capa de agua contenida por una lámina de acrílico que los separa del exterior, les permite caminar libremente por el interior de la pileta vacía observando a través del agua a los visitantes del nivel superior. De esta manera se genera una fascinante paradoja visual que invita a repensar acerca de las certezas sobre lo que es real y lo que no lo es.


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Al igual que Erlich, muchos son los artistas contemporáneos que han tomado la pileta como inspiración o motivo para sus trabajos. Símbolo del ocio, la recreación y el tiempo libre; la imagen de la pileta acompaña la historia del arte a lo largo de los años. A mediados del siglo XX, el gran maestro Henri Matisse, recordando una pileta pública en Cannes, compuso con recortes de papeles pintados con guache azul ultramar, un grupo de seres que nadan alrededor de las cuatro paredes del comedor en el hotel donde se hospedaba en Niza.

 

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En esos días de 1952, dos años antes de morir, Matisse se encontraba incapacitado por su avanzada edad y con múltiples complicaciones de salud que no le permitían disfrutar de un chapuzón en el agua. Es por eso que decide recrear a través del arte su propia pileta, rodeado de buceadores y criaturas marinas valiéndose del lenguaje de la pintura. 

 

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Uno de los creadores que más se identifica con la imagen de la pileta en el arte contemporáneo es el artista pop británico David Hockney. Luego de haber desarrollado un primer periodo pictórico en la brumosa y conservadora ciudad de Londres, se mudó a Los Ángeles a mediados de los años sesenta donde quedó deslumbrado por la luz de California y la posibilidad de poder vivir abiertamente su orientación sexual. Es así que decidió cambiar los fríos inviernos de Inglaterra por los soleados cielos de Santa Mónica que evocaban una vida hedonista de lujo y descanso; sin preocupaciones ni represiones.

 

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Durante esos años sustituye la pintura al óleo por el acrílico y en sus trabajos aparecen las observaciones de su nuevo entorno con una energía vibrante. Muy pronto, en 1964, pinta su primera pileta. Aparece una pequeña representación de la misma en el margen izquierdo superior de la obra California Art Collector, donde se percibe un estilo de vida dedicado al placer y el dinero. Durante más de una década, Hockney pinta infinidad de piletas poderosamente cargadas de tensión erótica, sensualidad y deseo. En un claro acto autorreferencial, suele tomar como modelo a su pareja Peter Schlesinger y refleja su entorno en varias de sus obras.

 

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Su espíritu inquieto, ávido de encontrar nuevos medios para expresarse, lo lleva a experimentar con otros soportes como la fotografía polaroid y el papel hecho a mano. Con estos trabajos el artista logró plasmar la fascinación del sueño californiano, dejando probablemente el mejor retrato de época de la costa oeste de los Estados Unidos. 

 

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En estas últimas décadas la pileta reaparece también como símbolo en el dúo de artistas escandinavos Elmgreen y Dragset. La primera vez que hicieron referencia a la misma fue en 1997 con una escultura de un trampolín que colgaba de una ventana con vista al mar de Suecia en el Museo de Arte Moderno de Louisiana en Dinamarca. De esa manera transformaron el estrecho que divide Dinamarca y Suecia en una gran piscina.

 

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La pileta apareció en su totalidad en Death of a collector, la obra que presentaron en la Bienal de Venecia de 2009 dentro de la muestra del pabellón de Dinamarca y Noruega que ellos mismos curaron. En esa oportunidad crearon una instalación que incluía una casa con pileta en la que flotaba sin vida el cuerpo hiperrealista de un supuesto adinerado coleccionista de arte. La recreación de una escena policial, en la que el imaginario cristalino de placer, ocio y dinero, pareciera concluir de una manera trágica y oscura.

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Otra pileta destacada en esta pareja de artistas es la que realizaron en la obra Van Gogh’s Ear (2016) para la plaza exterior del Rockefeller Center de New York. La gigantesca piscina con forma de oreja que fue emplazada de manera vertical, se percibía como un objeto completamente diferenciado de su entorno habitual y resultaba totalmente desconcertante para quienes circulaban por el distrito comercial de una de las ciudades más frenéticas del mundo.

 

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En 2018 los artistas crearon también una instalación de sitio específico para su muestra en la galería Whitechapel de Londres. Transformaron la planta baja del espacio expositivo en un natatorio público abandonado. En la propuesta, la idea del espacio de disfrute y recreación dejaba de serlo por falta de presupuesto y políticas de Estado. En un giro inesperado de la historia, ese lugar idílico donde tanto Matisse como Hockney habían deseado sumergirse, se volvía un lugar melancólico, en ruinas y abandonado.

 

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Si para Matisse la piscina representa la nostalgia de un recuerdo agradable y placentero, para Leandro Erlich constituye una experiencia colectiva donde se genera complicidad y diversión. En sintonía con el universo conceptual de Erlich, la pareja Elmgreen y Dragset conciben la pileta como un objeto que fuera de su entorno habitual lleva a una situación de extrañamiento y replantea su relación con el contexto. La fantasía del sueño californiano en Hockney es puesta en duda en la pieza Swimming Pool de Erlich, ¿se tratará de una realidad o un espejismo?

 

 

 

 

 

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