Murales CDMX (México): pintar una revolución

Es uno de los principales símbolos de la cultura mexicana. El muralismo de principios del siglo XX marcó la capital azteca con los trazos de un grupo de artistas encabezados por Rivera, Siqueiros y Orozco.
Por Aldo Montaño

Nacido luego de la revolución mexicana, la importancia del muralismo trasciende la esfera del arte por su impacto como expresión social y por su innegable potencia política. Impulsado por un grupo de intelectuales, este movimiento pictórico fue reflejo de reclamos populares, tanto ideológicos como identitarios, que  promovía mediante la tensión que se planteaba en escena, una nueva revolución político-económica.

A continuación, cinco obras fundamentales para entender por qué el muralismo se volvió una marca distintiva en la historia del pulso artístico y social de la ciudad de México.


El hombre controlador del Universo, de Diego Rivera
Este mural, uno de los más buscados del Palacio de Bellas Artes, fue realizado por Diego Rivera en 1934. Mide aproximadamente once metros de largo y cinco de ancho y se ubica en el segundo piso del recinto. Es una versión de Man at the crossroads, obra encargada por Rockefeller a Rivera, que fuera posteriormente destruida por las evidentes diferencias ideológicas existentes entre ambos y que pudo ser reconstruida gracias a los registros fotográficos tomados antes de su desaparición.

Consta de tres partes. En la central aparece un obrero de mirada perdida y cansada manejando una máquina que controla el universo. Alrededor de la maquinaria se destilan haces de imágenes que recuerdan tanto a la forma del átomo como a las alas de una avispa. A la izquierda del operario se observan personajes como Lenin, Marx, Trotsky y Engels, en representación del socialismo. Mientras que a la derecha se alude a la ciencia mediante la presencia de Charles Darwin, acompañado de imágenes de represión que representan la lucha de clases, un tema recurrente en el artista. El hombre controlador del universo es una obra potente que plasma la tensión social de un país y que anuncia, en ese debate entre capitalismo y comunismo, el advenimiento de la segunda guerra mundial y la futura polarización de la Guerra Fría.

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La marcha de la humanidad en la tierra y hacia el cosmos, de David Alfaro Siqueiros
Siqueiros realizó este mural cubriendo más de 8000 m2 dentro y fuera las paredes del recinto Polyforum. La obra refleja la esencia del ser humano en búsqueda de un camino que lleve a la sociedad a construir un mundo mejor. Basado en el lienzo Nuestra imagen actual del mismo Siqueiros, se lo considera el mural más grande del mundo. Encargado por Manuel Suarez y Suarez, empresario considerado el principal mecenas del muralismo mexicano, se trata de una instalación con forma circular dividida en siete paneles que alude a la Grecia antigua. Un octágono irregular apoyado en una base giratoria permite apreciar la obra acompañado de un espectáculo de luces y sonido narrado por una grabación del mismo Siqueiros.

 

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Katharsis, de José Clemente Orozco

Representa la tensión entre el hombre moderno y el mundo mecanizado que se instalaba definitivamente en el siglo veinte. Todo su dramatismo está contenido en sus imágenes de lucha y caos que conforman una alegoría sobre la guerra y la desintegración. Fue pintado en cuarenta días, para la inauguración del mismo Palacio de Bellas Artes en el año 1934 y fue el historiador Justino Fernández quien interpretó el fuego que puede verse en la parte superior de esta obra como la furia de una catarsis, la salvación mediante la destrucción y la renovación. A partir de ese análisis la obra cobró nombre.

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La historia de México, de Diego Rivera
También conocida como Epopeya del pueblo mexicano o Historia de México a través de los siglos y ubicada en la escalera principal de Palacio Nacional, esta obra representa la visión de Diego Rivera acerca de la historia de su patria natal. Son 256 m2, en imágenes que van desde las luchas indígenas hasta la revolución y la representación de la sociedad moderna, haciendo especial énfasis en los efectos de la conquista española del siglo XVI: guerra, esclavitud, cristianización y colonización. Rivera plasma sus ideales poniendo en escena la transformación de una sociedad capitalista a una socialista.

 

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Omnisciencia, de José Clemente Orozco
Pintado en 1925 y ubicado en la escalera de la Casa de los azulejos de la calle Madero, este mural es el único que ostenta en la superficie su propio título: Omni-/ciencia (todo el saber). Múltiples análisis se han hecho sobre la obra de este artista definido tantas veces como metafórico, filosófico y complejo. Por un lado, la mirada todopoderosa y omnisciente representativa de un dios otorgada a la humanidad, con sus manos que dan y reciben fuego. En el centro la mujer, cómo dadora de la fuerza definitiva y superior: la vida.

 

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