Museo al aire libre de Göreme (Turquía): lo que respira entre el polvo

Ubicada en el corazón de Capadocia, se trata de una colección arquitectónica excavada en piedra. Iglesias con frescos bizantinos dentro de cuevas, que fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad.
Por Candelaria Penido Miércoles, 02 de Julio 2025

 

No hay columnas ni arcos agregados. No hay puertas que se abren hacia dentro. En este museo a cielo abierto de Göreme, todo lo que se ve fue alguna vez piedra maciza. Nada se construyó; sino que se fue quitando. Como si el silencio tuviera forma y las formas artísticas, en lugar de imponerse, hubieran emergido al ceder la materia. Así se fue construyendo este espacio, que alojó a monjes, monjas y creyentes cristianos en diferentes épocas.

Los valles de Capadocia, moldeados hace millones de años por erupciones volcánicas, ofrecieron a las primeras comunidades un refugio natural. Los primeros asentamientos en el área comenzaron en los siglos III y IV, cuando los cristianos del período romano fundaron varios monasterios. Practicando una arquitectura del vacío, esculpieron iglesias en negativo. Tallaron, ahuecaron y pintaron la montaña. 

En medio de este espectacular paisaje modelado por la erosión, viviendas trogloditas, pasajes subterráneos y una serie de santuarios cristianos que contienen ejemplos impresionantes de arte bizantino procedente del periodo posiconoclasta, son vestigios de un hábitat único en el mundo y la historia. En 1985 todo el sitio arqueológico, junto a las principales iglesias y monasterios que conforman el museo al aire libre, fueron declarados Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.

Cada espacio —una capilla, un ábside, una bóveda— fue arrancado de la piedra. El resultado es funcional, y a la vez simbólico: una arquitectura interior donde lo sagrado se esconde y se revela al mismo tiempo. La luz que entra por los huecos pequeños no inunda, guía. Muestra apenas lo suficiente mientras invita al visitante a convertirse en explorador de las expresiones que la roca mantuvo vivas. La experiencia de recorrerlo no es solo visual, sino casi espiritual. Las iglesias y los monasterios excavados en la roca, y las celdas talladas a mano no se imponen sobre el paisaje, se hunden en él.

Ingresar en las cuevas, señaladas como La Capilla de San Basilio, La Capilla de Santa Bárbara, La Iglesia de la Manzana, La Iglesia de la serpiente, La Capilla de Pantocrátor, La Iglesia Oscura, La Capilla de Santa Catalina, La Iglesia de la Hebilla y/o el Monasterio de las Monjas, permiten apreciar una paleta simple de colores, donde priman los ocres, rojos y verdes apagados. Los temas que se exhiben se basan en la Biblia y la vida de Jesús; siendo la anunciación, el bautismo, la natividad y la crucifixión, las escenas más frecuentes. 

La joya del museo es la Iglesia Oscura. Una vez que los ojos se acostumbran a su penumbra, brillan ante su espectador las pinturas mejor conservadas de Capadocia. ¿Por qué? Esta estructura cuenta con muy pocas aperturas que funcionen de ventanas —solo una—, haciendo que la limitada luz natural que ingresa y la poca exposición a las condiciones climáticas extremas, no lastime sus paredes. Esto ha permitido conservar las figuras con gran fuerza expresiva y los colores vibrantes a lo largo de todas las paredes y techos.

Otra de las preferidas es la Iglesia de la Hebilla. Esta es la más grande de todo el complejo; un evangelio pintado en dos niveles. El inferior cuenta con los frescos más antiguos y el superior un programa visual más narrativo con escenas como la de Jesús en su camino hacia el Gólgota o la resurrección de Lázaro.

Caminar por Göreme es recorrer la historia escrita en la oscuridad templada de capillas excavadas que aún vibran. El silencio no como vacío, sino como lenguaje. Si bien el museo aloja los emplazamientos más llamativos, al caminar el kilómetro que lo separa del centro del pueblo, se puede descubrir este arte rupestre bizantino —en mejores y peores condiciones— en pequeñas cuevas solitarias, esparcidas por todo el recorrido. 

En tiempos de saturación visual, el Museo al aire libre de Göreme ofrece una experiencia diferente que combina arte, historia, naturaleza y fe. No se trata de observar todo, sino lo que quedó, eso que aún respira entre el polvo. 

 

 

 

 

 

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