Martes, 19 Agosto 2025

Hallgrímskirkja (Islandia): el volcán de hormigón nórdico

Es la iglesia más grande del país y emblema de su capital, Reikiavik. El templo, que a la vez funciona como mirador y centro cultural, une modernismo y espiritualidad.
Por Candelaria Penido Lunes, 18 de Agosto 2025

 

Inspirada en las formaciones de basalto volcánico que delinean el paisaje islandés, la iglesia Hallgrímskirkja combina modernismo, geología y fe en un juego temporal, donde pasado y presente se encuentran. Ubicada en el centro de Reikiavik, la capital de Islandia, es visible desde todas partes y se ha convertido en uno de los símbolos más conocidos de la ciudad. Encargada en 1937, su construcción demoró 38 años ya que los trabajos no se iniciaron hasta 1948 y recién se terminaron en 1986. 

Gracias al particular diseño del arquitecto nórdico Guðjón Samúelsson, Hallgrímskirkja no sólo domina la ciudad desde cualquier punto, sino que fusiona arquitectura y la crudeza de su entorno. Su estructura escalonada se alza 74 metros en el cielo —siendo la iglesia más grande y el segundo edificio más alto de todo el país— y remite a columnas de lava congeladas en el tiempo; integrándose fácilmente a las montañas nevadas y la verticalidad de los glaciares que la rodean. 

La superficie de concreto expuesto resalta sus raíces modernistas y su estructura se ha convertido en un referente del diseño funcional e innovación estética en todo el país, sirviendo como inspiración para otros edificios públicos e instituciones culturales. El contraste con la monumentalidad de la fachada es inmediato: el interior es amplio, blanco, desnudo y minimalista. La luz natural entra por los altos ventanales y cambia el carácter del espacio a lo largo del día: fría y diáfana en la mañana, dorada al atardecer. 

No solo es un emblema de identidad y belleza natural islandesa sino que funciona como centro de homenaje. La iglesia lleva el nombre de Hallgrímur Pétursson, poeta y pastor luterano del siglo XVII, célebre por sus Himnos de la Pasión. Lejos del horror vacui, el homenaje se materializa con un gesto arquitectónico limpio que imprime una atmósfera de silencio y luz. No hay distracciones ornamentales; aquí, el minimalismo es parte de la espiritualidad.

Con más de un millón de visitantes al año, Hallgrímskirkja es mucho más que un lugar de culto. En ella, las fronteras entre lo sagrado y lo profano se disuelven. Aloja exposiciones de arte, eventos culturales, reuniones, clases y conciertos. Los de música clásica se llevan una mención especial. Su órgano —esculpido en madera y metal y colocado en el extremo opuesto al altar—,  es considerado otra pieza magnífica. 

En un viaje de ascensión, se puede subir a su torre con un mirador. Esta otorga la posibilidad de apreciar desde arriba toda la ciudad, la cual conjuga un mosaico de techos de colores, el puerto, el mar del Norte, y, en el horizonte, montañas y campos de lava. 

Hallgrímskirkja es una paradoja hermosa: un volcán de hormigón que no arroja lava, sino música; que no se ilumina con fuego, sino con la luz que cambia sobre el Atlántico; que no busca imponerse sobre el paisaje, sino formar parte de él. Visitarla no es solo recorrer un edificio, es experimentar cómo la arquitectura puede capturar el espíritu de un país entero.

 

 

 

 

 

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