¿Cómo imaginar ciudades donde la vida no sea administrada por la violencia ni por la sujeción capitalista, sino sostenida por vínculos, afectos y memorias compartidas que promuevan el común como sentido prioritario, y tácticas de sostenimiento de la vida a partir del buen vivir?
En el movedizo terreno de significaciones sociales, urbanas y turísticas dadas en el contexto particular de la ciudad de Fortaleza, en Ceará, nordeste de Brasil, se desarrolló la séptima versión de un festival de performance que se establece como un potente quiebre frente a la cotidianidad aparentemente aseptizada de la cuarta ciudad más grande de este país de dimensiones continentales.
Entre el 16 y el 30 de noviembre de 2025 se realizó el “II Seminario de Estudos da Performance” dentro del marco del “VII Festival Imaginarios Urbanos, Políticas del Buen Vivir”, evento que catapultó una enorme oferta cultural dada a partir de acciones de arte, seminarios, actividades de formación desde pedagogías críticas, coloquios, conversatorios y muestras de video-performance. El evento incluyó además otras ciudades brasileñas como Sobral, Rio Grande do Norte y Río de Janeiro, con la intención de promover la descentralización y el acceso a distintos públicos del país.
El encuentro tuvo como propósito articular experiencias del buen vivir –concepto extraído de cosmovisiones andinas–, desde la perspectiva situada de artistas, curadores y pensadores que se sostienen desde varias formas de activismo, desde fuera o dentro de las instituciones culturales, con trabajos que reflexionan en políticas sensibles, comunitarias y territoriales que se ubican en nuestra realidad contemporánea que se encuentra cada vez más cerca de lo distópico.
Esta forma de pensar la práctica artística desde el concepto del buen vivir es el eje central del festival, y se establece en la potencia por relacionar el arte con la vida y la posibilidad de imaginar otros modos de vida dislocados de lo hegemónico, porfiados, críticos, e inclusive, desde lo queer, entendido como una forma de reestablecer los lazos sociales y relaciones en horizontes inclusivos con un mundo racializado, clasista, polarizado y depredado por la lógica neoliberal. El festival se ubica y se reconoce asimismo desde entornos de protesta contra políticas que afectan irreversiblemente la condición de la vida en territorios marginados del centro, donde la lógica del hiperconsumo y la sobreexplotación del humano y la naturaleza afectan los modos de vida.
En palabras del equipo curatorial del festival, que tiene a Eduardo Bruno a la cabeza, junto a Waldirio Castro como curador académico, el buen vivir se establece como horizonte ético y político que desestabiliza y desafía el discurso extractivista e individualista, proponiendo relaciones basadas en el bien común, en la reciprocidad y en el cuidado de la vida en todas sus formas. Así, el evento se propuso como un escenario de lo político a partir del encuentro para experimentar por medio de la acción pedagógica y el arte de acción, detonando sentidos afectivos, éticos, políticos, transformadores y relacionales.
Siete fueron las propuestas a las que tuve acceso como testigo de una escena que se configuró como un mapa de cuerpos, afectos, fe y cuidados que reescribieron el paisaje urbano de Fortaleza, teniendo a este eje común, el buen vivir, como un objetivo fundamental para rediseñar la vida desde la praxis estética.
Ndoto de Negra Moz, vinculó por medio de su capulana –textil de uso cotidiano en varias regiones de África–, a comunidades transatlánticas afrolatinas con su tierra, desde la Praia da Barra do Ceará a Mozambique, como si tejiera un puente con sus antepasados. En las vísperas del Día de la Conciencia Negra, la artista, música y performer, convirtió el acto íntimo de trenzar el cabello en activismo político, feminista y afectivo, cuya intención fue curar las heridas del colonialismo y del tráfico humano esclavo en mujeres negras de Brasil.
Al trenzar cantaba Ndoto, palabra que en ndau significa trenza y en suajil sueño, confabulando un conjuro de saberes dados a partir de la sobrevivencia que afecta especialmente a mujeres y cuerpos negros por sus historias de resistencia, cuya intención fue reactivar memorias y dignificar el presente. Instaló en la playa un imaginario transfronterizo a partir de un acto estético que se convirtió en acto político por la carga simbólica que se establece entre la unión de espacios y territorios desde Brasil y el centro sur de África. Esta unión de historias de tráfico humano y sobrevivencia se reactivaron como un acto de cuidado y de saberes que trasciende marcos temporales y se resiste al racismo estructural de un Brasil hegemónico y patriarcal.

Ndoto de Negra Moz.
Por su parte, Lai Borges, ofreció la propuesta Corto cabelos 0800 gratis, una peluquería efímera en un barrio popular de las afueras de Fortaleza, que refundó el pacto social a través del cuidado y la belleza. Lai Borges se instala en mercados, plazas y avenidas atestadas de gente, para generar una situación aparentemente banal que se convierte en micropolítica del cuidado y del buen vivir para la diversidad de personas que pasan por su peluquería. La acción se vuelve poderosa en tanto que se perfila como un acto de desobediencia afectiva al devolver la belleza y dignidad a personas que viven en territorios marcados por la desigualdad y la violencia estructural, que precariza las vidas que están fuera del orden económico hegemónico. Su acción performativa restituye el amor, el valor y el cuidado del cuerpo de mujeres trans, de mujeres y hombres en situación de calle, y de trabajadores desocupados vindicando la exclusión y transformando a diversxs sujetxs en vecinos, interlocutores sociales, y que se vuelven parte de un común resarcido y resiliente a partir de esta propuesta.

Corto cabelos 0800 gratis, de Lai Borges.
La dupla Marcelina y Natalia Coehl intervino las calles de Fortaleza con una pequeña inscripción en stencil de enorme significado y proyección política, ideológica y religiosa. Tomando en cuenta el contexto patriarcal de las formas de fe del Brasil contemporáneo, la devoción al sujeto dios masculino fue tergiversada por la acción Ame as deusas (Ama a las diosas), como un desplazamiento de sentido que produce un quiebre en la unicidad y verticalidad del credo masculino y único. De este modo, desde el imaginario feminista se invita a amar a todas las diosas que componen el panteón de creencias de este país, al erosionar el monopolio patriarcal a través de cuerpos femeninos que resignifican la ocupación de lo público con la palabra y el concepto como herramienta de emancipación.
Este acto de desacato se reordena imaginaria y concretamente en el plano de lo posible, a partir del acto de afectar el plano de las inscripciones urbanas de vigilancia y control. De este modo, invitan a vivir una pluralidad espiritual y una política del cuidado a través de la perspectiva de mujeres que piensan en las sujeciones imaginarias del patriarcado para desestabilizarlas y establecer un nuevo paradigma devoto de lo plural y lo común.

Ame as deusas, de Marcelina y Natalia Coehl.
También se presentó el colectivo Ciclo Deriva de los artistas Tiago Nunes con Felipe Teles, mediadores y pedagogos de arte, quienes transportaron un enorme espejo a las playas de Fortaleza –territorio gentrificado que ocluye la memoria de la pesca artesanal que hubo en un pasado–, con la acción Fui eu que vim te ver (Fui yo quien te vino a ver). La acción irrumpió en el espacio público costero como una provocación que invirtió la lógica de la mirada, donde las y los transeúntes no son comprendidos como público de museos, sino como sujetos de interpelación. El arte se acerca a ellas y ellos, incautos, en la playa, lo cual hace que la gente se vuelva espectador por la fuerza, interrumpidos por la aparición de la acción. Sin embargo, no solo se adscribe en la relación entre arte, el afuera, y el público, sino que además el espejo, entendido como objeto de deseo y de vanitas, refleja cuerpos y paisajes de consumo turístico, que, al mismo tiempo, genera densas significaciones al estar los educadores-performers vestidos de obreros del arte. Estos cargan con el peso simbólico del espejo utilizado innumerables veces en la escena del arte contemporáneo, que, en este caso, al instalarse sobre la arena, dan cuenta de la precarización del trabajo artístico y cultural. El fin es desacomodar las miradas y hacer del arte un espacio de crítica de lo común, establecida lejos de la adscripción elitista que envuelve al arte contemporáneo en ferias y bienales, y en un paisaje cargado por selfies, sistemas de vigilancia y derroche.

Fui eu que vim te ver, del colectivo Ciclo Deriva (Tiago Nunes y Felipe Teles).
En este mismo territorio, el performer Filipe Alves realizó la procesión Nosso senhor dos fósseis traficados - A procissão (Nuestro Señor de los Fósiles Traficados - La Procesión), un acto de fe que se encarnó a través de lo queer para pensar en los cuerpos históricamente expulsados del canon católico. Este santo nace en respuesta a la explotación de trabajadores de canteras del nordeste de Brasil, que por sus precarias condiciones laborales trafican con fósiles de la Chapada do Araripe. La acción presenta la historia de extractivismo como una procesión que clama por los trabajadores como restitución simbólica, donde la fe emerge como agencia para recomponer la relación entre cuerpos, territorio y naturaleza. Así, desarticula la mirada hegemónica heteropatriarcal del credo, y disloca también las antiguas relaciones de privilegio entre la religión monoteísta y el capital.

Nosso senhor dos fósseis traficados - A procissão, de Filipe Alves.
Así también, el Colectivo Miudo generó la intervención Monstruosa zona por medio de cuerpos bestiales que recorrían mercados, templos y avenidas comerciales haciendo de estos espacios de consumo una fiesta desbordada. El colectivo propuso que dragones, reptiles o cíclopes caminaran en la normalidad del espacio público para humanizar lo diverso y celebrar la diferencia. De esta manera, instala la posibilidad de pensar en una política de la alegría como acto de rebeldía frente a la homogeneización y el disciplinamiento, reivindicando la creatividad y la expresión artística por medio de la música, la intervención gráfica y la danza.

Monstruosa zona, del Colectivo Miudo
.
Por último, Lucas Foletto con Mamada ética, irrumpe en los muros de la ciudad –especialmente en barrios de cruising, cines y saunas gay–, para proponer una visualidad que afecta los imaginarios del consumo animal en sintonía con el consumo sexual masculino, levantando una crítica al consumo de cuerpos y deseos dados desde la perspectiva de las corporalidades hegemónicas. La propuesta crea una relación entre el materialismo de la vida animal y del sexo entendidos como reproducción de violencias que no solo atraviesan las diversidades sexuales, sino que al sustentarse desde el patriarcado, administran el deseo y la explotación de la carne tanto animal como humana. Su ética pone de relieve tanto al sexismo entendido desde lo viril, la fuerza y el dominio, como al especismo y la heteronormatividad que asocia los imaginarios del veganismo como frágiles, feminizables, y, por lo tanto, gay.

Mamada ética, de Lucas Foletto.
A partir de estas acciones, se promovió repensar las relaciones existentes en la ciudad de Fortaleza, entre el consumo capitalista, el cuidado y la generación de espacios del común que pusieron en práctica distintas formas de imaginar el buen vivir, tanto con el cuidado del cabello, el compartir historias diaspóricas, el cruce entre la festividad, el gozo y la vida dentro de contextos de deshumanización urbana, el llamado a levantar nuevas propuestas de reconocimiento de creencias diversas que estén fuera de los estatutos patriarcales o del dogma cristiano, la llamada de atención sobre el consumo de la carne y los cuerpos para reimaginar el deseo, y cuestionar el valor del arte en una sociedad alienada por los medios de comunicación a través del circo de la política institucional para poner de relieve a las y los sujetos que, desde la lógica del buen vivir, puedan producir agencia desde sus propios marcos de significación de la vida.
Así, las performances reescribieron el espacio urbano de un Brasil polarizado, herido por el racismo estructural y moldeado por la expansión neoliberal. De modo que las acciones de arte soslayaron la condición de alteridad urbana y propusieron desde la desobediencia, la ocupación de la calle y la sensibilidad, diversas políticas e imaginarios posibles del cuidado y la transformación social.
En este breve espacio temporal y utópico que se presentó durante el festival, se nos recuerda que la imaginación política y la administración del deseo no está en los museos sino en la calle, donde los cuerpos y las diversidades se vuelven territorios de lucha y emancipación, a través de diversas herramientas que son capaces de generar una comunión popular y política que se adscribe a los imaginarios de resistencia a lo largo y ancho de nuestro continente.


















