En la hora cero de la performance, el neodadaísta que entendió el arte expandido de sus límites, tomó un conejo sin vida como metáfora del acto humano de pensar.
Sus propuestas basadas en la disolución de la vida en el arte y la percepción del cuerpo excluido, condensaron una nueva poética tropical en el convulsionado Brasil de fines de los sesenta.
Sus pinturas neorrealistas de cuadros clásicos camuflados dentro de imágenes pop, dispusieron los insumos del capitalismo por sobre las escenas del museo en un evidente gesto neodadaísta.
Pieza fundante del grupo informalista de los 60, sus obras marcaron una ruptura absoluta con el pasado del arte agentino. Qué tiempos aquellos, los del último caballero de la neovanguardia local.