La marginalidad heroica de Hélio Oiticica

Sus propuestas basadas en la disolución de la vida en el arte y la percepción del cuerpo excluido, condensaron una nueva poética tropical en el convulsionado Brasil de fines de los sesenta.
Por Fernando García

 

Caetano Veloso metió en la música popular dos obras de arte post-moderno (y no tanto posmodernas) pensadas por artistas que, en un lapso muy corto, vinieron a poner en cuestión la ontología del arte en un Brasil sacudido por la utopía concreta de Brasilia y la suspensión de la democracia en manos de una dictadura que se extendería por veinte años. Lo más interesante es que Veloso trabajó sobre fantasmas. 

En If you hold a stone (1971), grabada en su exilio londinense, cantaba sobre una pieza de Lygia Clark (1920-1988) de la que había oído hablar a través de una amiga, impactada por una piedra dentro de una bolsa de agua exhibida como “obra” en el Museo de Arte Moderno de Bahía en 1964. La esencial Tropicália (1967), canción-manifiesto que le dio nombre a un movimiento tan breve como imperecedero, refería también a una obra que no respondía a la forma-arte. Algo que hoy llamaríamos instalación, traspolaba entonces la arquitectura frágil de las favelas a un espacio consagrado como el Museo de Arte Moderno de Río. El artista era Hélio Oiticica (1937-1980) y Veloso tampoco había visto esa obra llamada, claro, Tropicália cuya influencia pasó del gesto anti-institucional al Tropicalismo, la vanguardia popular que consumó las visiones antropofágicas de los modernistas en los años 20. 

Los caníbales culturales que hicieron equilibrio entre la MPB (música popular brasileña) y la psicodelia, los tropicalistas, le deben su nombre a la canción que Caetano grabó en su debut solista de 1967 y que, luego, se extendió al LP colectivo Tropicália Ou Panis et Circensis. Pero detrás de todo están Oiticica, con sus espacios “penetrables”, y un periodista que al escuchar la letra de una canción todavía sin nombre, asoció su insaciable vocación totalizadora con una obra desconcertante que acababa de ver en la muestra Nova Objetividade Brasileira: Tropicália

Como Marta Minujín en Buenos Aires con La Menesunda y El Batacazo, Hélio Oiticica buscaba otra aproximación del espectador con la obra, o la disolución de la vida en el arte tal como la época lo demandaba. Tropicália era la culminación del pasaje de Oiticica del movimiento neo-concreto (manifestación del arte abstracto-geométrico a la que también adhirió Clark) a un rechazo del internacionalismo en el marco de una dictadura que golpe a golpe (no es una cita a Machado-Serrat, sino a la dinámica interna de esa “Quinta República”) se volvía cada vez más brutal. En esa Nueva Objetividad en la que Oiticica buscaba un lenguaje propio frente a la hegemonía del Op y el Pop, la solución vino del centro de la cultura popular. Los materiales con los que se organizaban los habitantes de las favelas, excluidos del proyecto desarrollista, y la percepción del cuerpo en las comunidades del samba en las que Oiticia se involucró como performer. Esa torsión del internacionalismo en una propuesta sensual y vitalista arrancada desde los márgenes expresaba una poética de la disfunción orgánica del Brasil. Tanto en los Parangoles, donde las superficies del arte concreto se habían escapado de las paredes a los cuerpos del samba, como en los Penetrables, como Tropicália, el programa de Oiticica era claro: “Museo es el mundo, es la experiencia cotidiana”

El primer tropicalista abjuraba del Tropicalismo como moda o asunto de actualidad (el escándalo de los bahianos en los mass-media), pero terminó plegado a él como ineludible instigador. Así, convirtió los rizos de Gal Costa en un rollo de filme para la tapa de Legal (1970) y se sumó como ambientador a los shows del colectivo bahiano. La inclusión en el escenario de la pancartaSeja Marginal, seja herói (Sea un marginal, sea héroe) con la que Oiticica reivindicaba a Cara de Cavalho, un delincuente asesinado por la policía, tensó la cuerda al límite. Caetano y Gilberto Gil fueron empujados al exilio luego de la osadía de Oiticica quien así había ejecutado el inicio y final del Tropicalismo. En los incómodos días londinenses, Veloso volvió a pensar en aquella obra que nunca había visto pero que tanta huella había dejado en su sensibilidad. “If you hold a stone, hold it in your hand/if you feel the weight/you’ll never be late to understand” (si sostienes una piedra en tu mano, si sientes su peso, nunca será tarde para que entiendas) escribió, cantó y grabó, mezclando inglés y coros orixá, con Lygia Clark en la cabeza pero after Oiticica. 

  

 

 

 

 

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