La excelsa escultora francesa, que fue discípula, musa y amante de Rodin, plasmó toda la fluidez de su dominio emocional en la desgarradora exquisitez de esta obra.
La escultura del artista francés despierta una serie de sentires en torno al acto universal del amor. Entre la forma y la materia, como es su composición en el espacio y su relación con otros besos icónicos en la historia del arte.
Comparado con el Guggenheim de Bilbao, su fachada curvilínea y asimétrica se ha vuelto un ícono de arquitectura posmoderna, dentro de ese tipo de museos que son obras por derecho propio más allá de la funcionalidad.
Es una de las esculturas más emblemáticas del arte moderno. La figura del hombre desnudo, ensimismado, es parte central de la Plaza del Congreso desde 1907, cuando arribó de París.