Roberto Jacoby: "Ni tengo carrera ni corro ninguna carrera"

Figura clave del arte conceptual en Argentina, la mayor parte de sus trabajos, vinculados a la sociología y la política, giran alrededor de la desmaterialización del objeto artístico y la invención de nuevas formas de vida.
Por Mariana Gioiosa

 

Roberto Jacoby decide salirse de las categorías preestablecidas y los lugares comunes, a través del humor y la ironía pone en duda cualquier rótulo con que se lo quiera encasillar. Su obra en conjunto, plantea la disolución de las normas aceptadas para crear nuevas pautas. Desde los sesenta ha ideado o formado parte de iniciativas colectivas que transformaron el ámbito artístico y lo sigue haciendo. A finales de la dictadura compuso numerosas canciones para Virus y fue impulsor de reuniones festivas que se volvieron espacios de resistencia durante el terrorismo de Estado. También diseñó varios experimentos en red o en colaboración para artistas y no artistas. Actualmente está por publicar dos libros y presentar un nuevo disco en el que canta cinco temas.

Como afirma la investigadora Ana Longoni: “Roberto Jacoby está en el corazón de demasiados hitos argentinos”. Solo para mencionar algunos; en 1966 produce en compañía de Eduardo Costa y Raúl Escari las experiencias “arte en los medios masivos”, en la cual proponen construir una obra en el interior de dichos medios, alcanzando así una experiencia de desmaterialización del objeto artístico. Su trabajo fundacional fue Happening para un jabalí difunto que consistió en la invención de un happening, mediante gacetillas, fotos trucadas y testimonios falsos. Distintos medios de comunicación reprodujeron la noticia, la cual fue desmentida finalmente por el grupo. Lo que pretendían demostrar es el poder de los medios y su capacidad para construir mensajes. 

Participa de Experiencias 68, con la instalación Mensaje en el Di Tella. Una de las piezas de la obra consistía en un manifiesto donde anunciaba la disolución del arte en la vida social: “Todos los fenómenos de la vida social se han convertido en materia de comunicación de masas. El arte no tiene ninguna importancia: es la vida la que cuenta”. Ese mismo año forma parte de Tucumán Arde junto a un grupo de artistas argentinos y rosarinos entre los que se destacan Margarita Paksa, Norberto Puzzolo y Graciela Carnevale. Estas experiencias de arte y política se realizaron en las sedes rosarina y porteña de la CGT. Consistieron en denuncias contra la pobreza, el hambre y la explotación en los ingenios de la provincia, a partir de un importante despliegue documental. Como analiza la historiadora Andrea Giunta: “La denuncia y la transformación serían ahora las fuentes de la legitimidad. Una obra cuyo valor ya no descansaría en la creatividad individual, sino también en la participación de los obreros y los estudiantes”.

Otro momento de la trayectoria de Jacoby que no se puede dejar de mencionar, transcurre a fines de la década del setenta y durante todos los años ochenta, cuando conoce a Federico Moura y escribe más de cuarenta letras de canciones para Virus, y se ocupa en numerosas ocasiones del vestuario y escenografía de la banda. Su intervención se inscribe dentro de lo que el artista denominó la “estrategia de la alegría”, participando de encuentros grupales con la intención de entregarse al clima festivo y creativo de la noche de Buenos Aires alejados de la política de terror. En 1993 junto a Mariana “Kiwi” Sainz, fundan la agencia creativa ficticia Fabulous Nobodies, una marca de diseño sin productos donde organizan publicidades que no promocionan nada. Un año más tarde desde la agencia lanzan la campaña "Yo tengo sida", contra la discriminación a personas que viven con VIH. Consistió en la impresión masiva de camisetas con la leyenda, la iniciativa se hizo popular cuando Andrés Calamaro usó una de estas prendas en un recital.

En el 2000 funda la revista ramona. En sus diez años de existencia, obtuvo gran notoriedad y simpatía por su estilo audaz y controversial. Una revista sin imágenes en las que escribían artistas y referentes considerados como fundamentales en la formación del discurso en las artes visuales de Argentina. Inmediatamente junto con la Fundación Start lanza la plataforma Bola de nieve, un sistema informático online para la autolegitimación de artistas que mencionan a otros artistas para que en este sitio queden asentadas sus biografías y registro de sus obras. 

En el 2002 pesenta Proyecto Venus, una red de individuos que se relacionaban por medio del intercambio de bienes, servicios y habilidades. Esta iniciativa resultó ser un juego de trueque económico y un experimento político para las casi 500 personas que participaron. En el mismo año ganó la Beca Guggenheim a la creación artística y dispuso la totalidad de los fondos para contribuir a dicho proyecto.

En el 2011 el Museo Nacional de Arte Reina Sofía de Madrid inauguró una exposición retrospectiva de su obra con el título El deseo nace del derrumbe, una muestra de gran trascendencia internacional compuesta por un vasto archivo de material documental, proyecciones y videoinstalaciones que se propuso reflejar el carácter indisciplinado del Jacoby.

En una entrevista realizada desde la comodidad de su hogar, comparte algunas reflexiones sobre su figura, el arte y el mundo post pandémico:

 

En tu manera de trabajar apelas a “las tecnologías de la amistad”, proyectos que elaboras a partir de una red de personas amigas. ¿Cómo fue la producción y elaboración de ideas en los meses de confinamiento?

–En los meses de la cuarentena me dediqué a lo mismo que hago últimamente: escribir poesía y canciones. Finalmente me desmaterialicé. Me las arreglo con un celular. Estuvimos en diversas quintas del gran Buenos Aires con la bella compañía de Kiwi Sainz y Nacho Marciano. Llevamos teclados, micrófonos, amplificador y parlante. Compusimos allí nuestro álbum Lastima (no Lástima), el segundo del tríptico que comenzó con Golosina Caníbal. Lo grabamos e hicimos la postproducción. Por otro lado, terminamos un álbum de covers de Virus donde yo canté cinco canciones que había escrito. Ya había cantado en Golosina (Caníbal), una de mis mayores proezas. El álbum de covers todavía no lo presentamos ya que estamos esperando que salga mi libro Superficies de placer donde se recopilan todas mis canciones de distintas épocas con comentarios, análisis, anécdotas y recuerdos. La idea es dar a conocer el libro y el álbum al mismo tiempo para que se impulsen mutuamente. Lo publicará editorial Planeta. En aquel encierro dorado o mejor dicho verde, de la pandemia, escribí Superficies de placer y además avancé con otro libro que reúne las entrevistas que me hicieron desde 1985 hasta la actualidad.  Este volumen también está terminado y ya en etapa de revisión técnica por parte de la editorial Mansalva.

 

Laura Malosetti Costa en el libro Porvenir, la Cultura en la Post Pandemia, analizó sobre el desorden en la percepción de los sentidos, especialmente el de la vista por el exceso del tiempo frente a pantallas y la desorientación del espacio-tiempo que produjo el encierro. ¿Cómo repercutió en vos?

–Lo que dice la amiga Laura Malosetti Costa no me sucedió, ya que al igual que una parte de la población mundial, me paso la vida frente a monitores. La extrañeza se me produjo respecto a caminar la ciudad y convivir con multitudes. Salgo mucho menos que antes y me quiero mudar del Km 0.

 

Sobre las “Estrategias de la Alegría”, cuando escribiste las canciones Virus, tuviste en cuenta el difícil contexto de ese momento, la última dictadura cívico-militar que había paralizado los cuerpos y percibiste la necesidad de liberarlos, soltarlos con música festiva. Teniendo en cuenta que en la actualidad vivimos una situación de crisis energética como consecuencia de la guerra en Ucrania, el aumento de precios y la escasez de los alimentos, ¿qué estrategias detectas en el arte contemporáneo para dialogar con este contexto?

–Frente a la crisis energética, alimentaria y de la deuda lo que sugiero es, por una parte, no realizar obras que se enchufen y por otra, volver al amable hábito de convidar sándwiches en las inauguraciones. Lo de la deuda es más fácil: imprimir dólares y pagar todo de una vez. 

 

En este momento, ¿hay alguna banda o grupo en el que te gustaría participar escribiendo algunas letras de sus canciones?

–Me gustaría escribir con Eminem o con Wos, pero son muy genios y no me necesitan. 

 

Ante la crisis económica y social que había en el país en el 2001 organizaste junto a un grupo de artistas Proyecto Venus, una red de grupos e individuos que querían intercambiar bienes, servicios y otras necesidades a través de una moneda propia, “el venus”, que operaba como medio de intercambio y comunicación, y actuaba como un símbolo de pertenencia al grupo. Teniendo en cuenta la crisis de la deuda y la gran inestabilidad económica actual, ¿podría llegar a tener vigencia un proyecto de estas características?, ¿cómo sería?

–Un Venus II sería muchísimo más simple dados los avances en la tecnología informática. El manejo de dinero, ya sea el dinero nacional o bien un dinero especial de la comunidad sería tan fácil como el de Mercado Pago. En 2001/2002 nosotros hicimos un dispositivo informático muy superior al de Facebook y dos años antes. El sitio web de Venus tenía en la portada cuatro ventanas rotativas donde cada uno podía registrar su biografía, anuncios de eventos, las demandas y las ofertas de productos y servicios. Además, había un chat de texto y otro de audio. Todo programado por técnicos emergentes usando Flash, una herramienta más extinguida que el yunque. Y prácticamente sin dinero. No se debe olvidar que la crisis de fines de los noventa había generado diecisiete cuasi monedas de modo que una más no llamaba la atención.

 

En la revista ramona y en el portal Bola de nieve te adelantaste a crear espacios en red, tanto en formato impreso como on line. Allí los artistas podían participar de un lugar que les daba visibilidad y al mismo tiempo les proporcionaba a los lectores información de calidad, ¿hay otro sitio que hoy ocupe ese espacio?

-No conozco un lugar o espacio físico o virtual que genere información de calidad producida por los propios artistas. Es decir, los hay con similar intención como El flasherito, Jennifer o Segunda Época. También La Pulperí, Las Deudas o El Vómito, pero más allá de la calidad, no tienen el alcance que tuvieron ramona o Bola de nieve. Era otra época.

 

¿Cómo ves “el arte” en la actualidad?, ¿seguís considerando que está por fuera del capitalismo?

–El arte es una actividad que puede realizarse sin finalidad práctica alguna. Digo “puede” porque muchos artistas produjeron con finalidades precisas ya sea comerciales o políticas con resultados relevantes. Pero con frecuencia el resultado no coincide con el deseo. Nadie sabe lo que desea. En cuanto actividad sin finalidad, el arte es ajeno al capitalismo, que establece toda actividad humana como objeto de explotación mediata o inmediata asignándole un valor de cambio. Los juegos también encuentran su finalidad en sí mismos. Por eso, salvo la ruleta y afines, son extra capitalistas.

 

¿De qué manera sentís que repercutió en tu carrera la exposición individual de 2011 El deseo nace del derrumbe, realizada en el Museo Reina Sofía, uno de los lugares que marca el ritmo de la escena internacional del arte contemporáneo? 

–La muestra El deseo nace del derrumbe no incidió para nada en mi carrera por una razón muy sencilla: ni tengo carrera ni corro ninguna carrera. Podría decir que la gran muestra del Reina Sofía me resultó conveniente en una pequeña medida respecto de la consideración que se me tiene en la Argentina. Pero no tuvo mayores consecuencias prácticas, ni ventas ni invitaciones. Hace unos años recibí el “Premio Nacional a la trayectoria”, pero lo mismo le sucede todos los años a seis o siete personas que no expusieron en Madrid. Este Premio sirvió para que el Museo Nacional de Bellas Artes incluyera una serie de veintiocho obras mías en su acervo, lo cual me dio mucho gusto porque es el museo de mi infancia. Sin embargo, dicho honor no motivó a las autoridades de la ciudad de Buenos Aires a incorporar una obra mía para el museo de Arte Moderno, cosa que deja estupefactos a los historiadores e investigadores extranjeros que me entrevistan con cierta frecuencia.

 

¿Cuál es tu opinión sobre el arte emergente en Argentina?

–La Argentina y en buena medida, Buenos Aires que concentra artistas de todo el país, tiene una impresionante efervescencia. Se produce por fuera de las instituciones oficiales e incluso por fuera de las instituciones privadas. Cada tanto anoto nombres de buenísimos o geniales artistas, pero es una cantidad tan grande que pierdo la cuenta o el papel.

 

¿Cuáles son hoy tus preocupaciones como artista y sociólogo?

–Conozco solamente un puñado de personas de las que se puede decir que “son Artistas” o que “son Sociólogos” dado que han hecho de su vida un experimento estético o social. El hecho de que yo cocine no me hace pensar que soy cocinero. El arte o la sociología son prácticas que no están inscritas en el Ser. Se puede especular, como ya lo han hecho Joseph Beuys o Marx, que en el futuro todos seremos artistas, pero por ahora se trata de una actividad parcial e intermitente.

 

 

 

 

 

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