Verónica Romano explora en sus obras la escultura como presencia y sugiere figuras a través de fragmentos que expresan la falta, y al mismo tiempo incluyen el todo. Los elementos se disponen en el espacio como un escenario para el relato, quizás esta necesidad de diseñar estructuras y cargarlas de contenido la llevó en sus comienzos a estudiar arquitectura durante dos años. En paralelo asistió a talleres de pintura y poco a poco su inquietud por el arte fue ganando protagonismo hasta que finalmente abandonó la arquitectura.
En su universo de variados personajes, historias y relatos se destacan obras como Leda y el cisne, una relectura del mito clásico que enfatiza las relaciones de poder -ya abordada por grandes artistas a lo largo de la historia del arte como Da Vinci, Tintoretto y Brancusi-; y Léxico Propio, una instalación de pared en el que reunió elementos que se repiten en su discurso artístico, como si fuera una suerte de jeroglífico personal, que nos recuerda al arte egipcio, entre varias otras.
-Teniendo en cuenta los años que estudiaste arquitectura, y tu interés por construir una escena en los lugares que exhibís tu obra, ¿cómo abordas el espacio?
-Las esculturas las pienso instaladas, habitualmente les busco un anclaje espacial que muestre una de sus facetas a través de la instalación que logro para ese momento. En Colección Fortabat por ejemplo, me tocó una sala alargada, con una arquitectura muy pregnante, alejada al modelo de cubo blanco que predomina en los museos. En esta exposición tomé todas las variables del espacio, las obras se instalaron en las paredes, en el piso o colgando del techo. El objetivo fue generar un recorrido con ritmos para que los espectadores puedan ser un cuerpo más en escena y que esta experiencia les permita apreciar al desplazarse por la sala, las distintas relaciones que se van produciendo entre las obras y de sus cuerpos con el espacio.
-También en esta propuesta que hiciste junto a la curadora Ana María Battistozzi para el Fortabat da sensación que hay algo de danza.
-Siempre me interesó el contrapunto entre esa cuestión hierática y transmitir movimiento en la escultura, la primera vez que lo representé claramente fue en “Las Patinadoras”. En ese momento miraba todos los certámenes de las patinadoras sobre hielo, estaba obsesionada. Para esta ocasión representé la parte inferior del cuerpo en yeso y en la muestra del Fortabat elegí el mismo fragmento del cuerpo para hacer referencia a una bailarina en retirada en frentebril, los dos trabajos transmiten movimiento. La técnica del frentebril consiste en un revoque muy resistente a los vientos y a lo salino realizado con vidrio molido, que trajeron los constructores italianos a la Argentina y proliferó en distintas ciudades como Mar del Plata y el conurbano bonaerense. Es una técnica que demanda mucho tiempo porque se coloca vidrio por vidrio. Al principio hacía las piezas directamente sobre la pared, pero ahora las hago sobre placas de MDF para que no se pierda la obra cuando se desmonta la muestra.
-Hay algo de la parte (del fragmento) en tus obras que le permite a cada visitante imaginar una imagen completa.
-Sí, hace tiempo me interesa el fragmento para representar, me parece que tiene mucha potencia, que da lugar a lo que no está dicho, a la ausencia. Siempre me llamaron la atención las esculturas antiguas donde lo que queda son restos, que parecen rotas, incompletas, que no son perfectas y estas características tienen que ver con mi búsqueda conceptual.
-Hay algo de tu propio cuerpo que se pone en juego en tus trabajos.
-A muchos artistas nos ha pasado cuando comenzamos a trabajar en escultura, que nuestro cuerpo es la única materia que nos es propia y sobre la que tenemos potestad, (o al menos deberíamos tenerla). Mi cuerpo se ha transformado a lo largo de mi trayectoria en muchos de los modelos de mis modelados. La relación con mi propio cuerpo, la relación con el cuerpo del otro, las relaciones entre los cuerpos, la mirada del otro, me parece que son temas inagotables y que continuamente los estoy abordando.
-¿Cuáles son los temas que te interesan explorar actualmente?
-Me pongo a trabajar a partir de ideas que me van dando vueltas, que me obsesionan, sin preguntarme por qué. Trato de mantenerme en ese estrato más inconsciente hasta que ese impulso se concreta y se proyecta en un trabajo. Una vez que esa idea está ahí, materializada, comienza a tener reverberancia conmigo y con los otros. Algunos aspectos que no logro leer me llegan a partir de interpretaciones sumamente interesantes de otras personas.
-En Fundación Klemm en el año 2021 se destacó una instalación tuya que se llamó Léxico Propio. ¿Cómo realizaste esta original instalación?
-A veces para algunas instalaciones sobre pared comienzo a trabajar en unos collages metafísicos, diferentes piezas, líneas y planos de color que se van articulando en un espacio vacío. De ahí continúo a los relieves y los vidrios de esmaltado negro. Las líneas se transforman en cadenas o varillas de bronce que van conectando elementos. Esos elementos que se repiten en mi discurso artístico, por eso Léxico Propio, una especie de muestrario de mi particular lenguaje visual, como si fuera un jeroglífico. Se produce una condensación de elementos que utilizo, una especie de friso propio. Tiene algo egipcio, en ese sentido me fascina el arte egipcio por su precisión y su síntesis.
-¿Por qué el reflejo y lo brillante aparecen tan a menudo en tu obra?
-Me atrae el reflejo por su modo de incorpora al espectador y el entorno, lo descubrí cuando usaba como base los espejos negros. Más adelante, esta característica del reflejo aparece en mis bronces, donde toda la figura o parte de ella aparece recubierta de este material.
-¿Cómo resuena en tu obra el contexto tan convulsionado del siglo XXI?
-Creo que es un momento de la humanidad muy difícil, nunca me imaginé que iba a estar viviendo un tiempo de retrocesos en relación a los valores y derechos conseguidos. Al igual que otros artistas trato con lo que hago de aportar una mirada. Me parecen sumamente necesarias y valiosas todas las situaciones que genera el arte que tienen que ver con el encuentro, la reflexión y la comunicación. En ese sentido todas las movidas, como por ejemplo las que se generan en La Gran Paternal y todas las redes de artistas me parecen que son muy valiosas. Creo que hay que luchar y que la salida de esta situación es colectiva.