Monumento a Cristóbal Colón, de Arnaldo Zocchi

Emplazado inicialmente en los jardines de la Casa Rosa, sobrevivió a varios atentados a lo largo de la historia. En los últimos años, fue protagonista de una disputa geográfica, política y cultural.
Por Martín Sassone

 

El monumento de Cristóbal Colón, situado de espaldas a la ciudad, contempla majestuosamente el Río de la Plata. A primera vista, un desprevenido o un turista extranjero que visita Buenos Aires por primera vez podría pensar que siempre ha estado en ese lugar, ya que así lo sugiere su imponente presencia. Sin embargo, detrás de esa mole de mármol de Carrara de 623 toneladas y 26 metros de altura, se encuentra una historia que refleja gran parte de nuestro pasado reciente.

La construcción del monumento en honor al navegante genovés fue impulsada por el empresario italiano Antonio Devoto, como un regalo de la comunidad italiana a la Argentina en el centenario de la Revolución de Mayo. El encargo de la obra recayó en el escultor italiano Arnaldo Zocchi  (Florencia, 1862 - Roma, 1940), y la piedra fundamental se colocó el 24 de mayo de 1910. Inicialmente, se planeó que estuviera listo para su inauguración en 1916, en el centenario de la declaración de independencia, pero los planes se vieron alterados por la Primera Guerra Mundial, lo que retrasó su traslado durante cinco años más.

El monumento, tallado en mármol estatuario extraído de las canteras de Carrara, fue completamente realizado en el taller que Zocchi tenía en Italia. No fue hasta 1921 que la obra llegó al puerto de Buenos Aires, desmontada y con sus piezas numeradas. El propio artista fue responsable de su ubicación detrás de la Casa Rosada. En la ceremonia inaugural participaron el entonces presidente de la Nación, Hipólito Yrigoyen, autoridades nacionales y representantes del gobierno italiano.

Durante 90 años, el monumento permaneció en ese lugar, soportando diferentes episodios históricos. En 1955 sobrevivió al bombardeo de Plaza de Mayo perpetrado por las Fuerzas Armadas en connivencia con sectores políticos y eclesiásticos, en un intento de llevar a cabo un golpe de Estado a Juan Domingo Perón. Y en 1987, durante el gobierno de Raúl Alfonsín, la estatua fue objeto de otro atentado, un explosivo de baja potencia estalló a pocos metros, pero no causó daños importantes.

Estos sucesos violentos dejaron marcas en el monumento. Sin embargo, en 2013, la historia tomó un giro inesperado y desencadenó una larga batalla, esta vez política, judicial y mediática. Durante su segundo mandato, la presidenta Cristina Kirchner ordenó su reemplazo por una obra en homenaje a Juana Azurduy, donada por el presidente de Bolivia, Evo Morales. El Gobierno nacional afirmaba tener la autoridad sobre la estatua, mientras que la administración opositora de la Ciudad sostenía que estaba bajo su jurisdicción.

Aunque se tomaron medidas cautelares para evitar el traslado, el Juzgado Nacional en lo Contencioso Administrativo Federal resolvió el conflicto y validó la remoción. La disputa finalizó en 2014, cuando los gobiernos nacional y porteño firmaron un convenio en el que acordaron los términos de la mudanza, los gastos de restauración y el nuevo lugar de emplazamiento. Las tareas de reacondicionamiento quedaron a cargo de la Dirección Nacional de Arquitectura y las facultades de Ingeniería y de Bellas Artes de la Universidad de La Plata.

Pero los planteos judiciales no cesaron, esta vez por parte de organizaciones civiles. Es por eso que las 250 piezas del monumento histórico estuvieron años a la sombra en el espigón Puerto Argentino, en la zona del Aeroparque Jorge Newbery. Fue recién en noviembre de 2017, que quedó inaugurado el Paseo de la Costanera y Cristóbal Colón fue colocado frente a río, con la vista clavada en el horizonte, un lugar mucho más acorde con su figura y su historia.

 

 

 

 

 

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