Yaguareté, de Emilio Sarniguet

Inaugurada en 1938, la intimidante escultura del felino de Parque Chacabuco, guarda una curiosa historia de idas y vueltas.
Por Martín Sassone
Yaguareté, de Emilio Sarniguet Foto: Liliana Dávila

Yaguareté es el nombre guaraní del jaguar, el felino silvestre más grande de América, y significa “verdadera fiera”. Se trata de una especie en peligro de extinción, que en nuestro país tiene su hábitat en el norte y noreste, especialmente en la provincia de Misiones. Este animal solitario y muy territorial, emblema de nuestra fauna, tiene su monumento en plena Ciudad de Buenos Aires. En el Parque Chacabuco, en la esquina de avenida Asamblea y la calle Emilio Mitre, se erige una imponente escultura con una historia muy particular, llena de idas y vueltas.

La obra, que mide 1,3 metros de largo y medio de alto, y pesa unos 800 kilos, fue esculpida en bronce en 1935 por Emilio Sarniguet. La escultura fue adquirida por la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires y emplazada en el Parque Chacabuco el 21 de diciembre de 1937. La inauguración se realizó unos meses más tarde: el 16 de febrero de 1938.

Sarniguet (1887-1943) fue un artista porteño que se formó en París y se dedicó más que nada a recrear figuras de animales. Sin embargo, otra de sus obras más reconocidas, no exenta de polémica, es el monumento a Julio A. Roca, ubicado en pleno Centro Cívico de Bariloche. Esa estatua, que según su autor la hizo en reconocimiento por la campaña del desierto, ha sido criticada por las comunidades indígenas sistemáticamente desde los ochenta. Hay una tercera escultura muy conocida que lleva su rúbrica: el Gaucho Resero, que está en el Mercado de Hacienda de Liniers.

Durante más de tres décadas, Yaguareté exhibió su fiereza a vecinos y visitantes, y fue “cabalgada” por cientos de niños, hasta que en 1974 sufrió el vandalismo de un grupo de desconocidos que le cortaron la cabeza, parte de una pata y la cola. La escultura, entonces, fue retirada y llevada para su restauración a los talleres de la Dirección de Monumentos y Obras de Arte de la Ciudad de Buenos Aires. Al año siguiente, una vez que estuvo lista, volvió a su lugar de origen. 

Pero en 1980, en plena dictadura y durante la construcción de la Autopista 25 de mayo, que recortó la traza del parque, el por entonces intendente porteño, brigadier Osvaldo Cacciatore, ordenó su remoción y que fuera reubicada en el Jardín Zoológico. La decisión no cayó para nada bien en los vecinos de Parque Chacabuco, que iniciaron una demanda para que volvieran a emplazarla en su sitio original.

La iniciativa no prosperó e incluso años después, a comienzos de los noventa, cuando volvieron a moverla, tampoco pudieron lograrlo. Cuando el Zoológico fue privatizado en tiempos del menemismo, la obra fue llevada a la misma dirección donde antes la habían restaurado. Y allí quedó en un depósito, juntando polvo, durante una década. Fue recién en 2001, gracias a la gestión del ex secretario de Medio Ambiente y Recursos Sustentables de la Ciudad, el socialista Norberto La Porta, que el Yaguareté volvió a mostrar sus dientes a los vecinos de Parque Chacabuco, esta vez sobre un basamento adoquinado de unos tres mil kilos, en la explanada de ingreso. Y allí permanece, un símbolo del barrio, que le ganó a la desidia y el olvido, tal vez porque comparte el mismo espíritu de supervivencia que el verdadero yaguareté.

 

 

 

 

 

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