Liliana Porter: la creadora de micromundos

La reconocida artista argentina da vida a universos miniatura en sus instalaciones conceptuales, con objetos cotidianos que rebosan de sutil ironía.
Por Candelaria Penido

 

Liliana Porter —que vive en Nueva York desde sus veintidós años y hoy tiene ochenta y dos— se despliega como escenógrafa, directora y guionista de enormes escenas en miniatura. A través de operaciones visuales compone distintos cosmos lúdicos en donde pequeños juguetes y figurines encontrados en mercados de pulgas son los protagonistas. 

Con su obra Porter habilita nuevas narrativas. Un burro se encuentra al borde del precipicio frente a una pequeña personita sentada al límite de su propio abismo. Juntos entablan una charla; es Diálogo con un hombre sentado, instalación del 2011. Una mujer, o mejor dicho un juguete diminuto de una mujer, intenta barrer una montaña azul, es Trabajo forzado (arena azul) (2008). Un sinfín de hombrecitos se dedican a reparar un destrozado piano —de tamaño real—, mientras un mini jardinero riega flores pintadas en trozos rotos de cerámica.

Son instalaciones insólitas, tiernas y hasta ridículas donde existen infinitas posibilidades de cruces entre miles de personajes, que Liliana llama su “elenco estable”. Estos rejuntes, aparentemente aleatorios, en donde la artista toma objetos cotidianos y los transforma en chispitas de emoción, forman escenas poéticas y breves instantes. “Son comentarios visuales que hablan sobre distintas condiciones humanas”, explica en su página web. 

A pesar de la versatilidad en su producción, que va desde grabados, dibujos y pinturas hasta fotografía, video, instalaciones y teatro, Liliana suele trabajar en relación a los mismos temas e intereses. Entre ellos se encuentran el tiempo, la memoria, la realidad y la representación. Estos se despliegan en su enorme cuerpo de obra, sin embargo es en las series donde trabaja con sus pequeños protagonistas donde adquieren especial fuerza. 

Libros, alhajas, soldaditos caídos mientras otros pasean perros y otros disparan, una mujer rastrilla arena roja, otra barre brillantina azul, sillas gigantes de madera, un grupo de figuras de plástico y cerámica es guiado por un ciervo, piedras y tacitas de té rotas; mundos en miniatura repletos de acción suspendida conforman las distintas versiones de Hombre con hacha (estas mutan según su puesta, la cual cambia en cada destino expositivo). Juegos conceptuales en donde objetos inanimados se encuentran en circunstancias peculiares y son dotados de nuevos propósitos. 

Porter idea universos desconcertantes que evocan preocupaciones cotidianas. “¿Qué es la realidad sino pura representación?”, se cuestionaba en una entrevista allá por el 2019 cuando presentó su libro Diálogos. Es a través del humor y la ironía que logra acercarse a la nueva realidad que propone, en donde estas figuras se dedican a tareas titánicas y el espectador las atrapa dejándolas congeladas, como suspendidas en el tiempo. 

Pienso que esos personajes enfrentados a tareas que los superan son quizás una metáfora de nosotros, seres humanos, frente a una realidad cuyo significado o sentido es superior a nuestro entendimiento. Pero también es de notar que los personajes están cumpliendo estas tareas con cierta dosis de fe que les da una especie de aparente tranquilidad frente a la situación”, contaba la artista. 

Porter no solo tiene el poder —tal vez heredado de su padre, escritor y director de cine—, de jugar con la ficción y conectarla con la realidad, sino que logra tocar al espectador. Con su constante proceso de ruptura y reparación, moviliza, descontractura y activa tanto emociones como líneas intrigantes de pensamientos que lindan por momentos con la necesidad de ayudar a estas pequeñas personitas a mejorar su mundo. El deseo: que esta empatía se traduzca a nuestra realidad. 

 

 

 

 

 

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