Cuando la filosofía todavía no termina de ponerse de acuerdo entre el fin de la modernidad o el comienzo de una hiperrealidad o modernidad aumentada, para la artista árabe Shadia Alem todo parecería estar por hacerse. Ese desfasaje con respecto a la línea de tiempo histórica en el que la riqueza petrolera coexiste con una configuración social pre-moderna tiene una forma. Y es la de la estrella que cayó del cielo para convertirse en la única flor del desierto.
Comisionada para producir una obra en la inmensidad silenciosa de la localidad de AlUla (Medina, Arabia Saudita), Shadia buceó en la tradición de la literatura árabe cuando lo que hoy es Occidente, lo que es el centro de este no-tiempo moderno, apenas si podía producir una máquina narrativa como la de Las mil y una noches (una luz en el medioevo) o el destello de formas andalusí de La Alhambra (1238).
Y así instaló una metáfora en el medio de ese desierto con elevaciones cuyas rocas se arquean como acróbatas, piedras alguna vez movedizas que cantaron ¡stop! para configurar un espectáculo geológico. I have seen thousands of stars and one fell in AlUla (¿He visto miles de estrellas y una cayó en AlUla, no parece una versión cósmica del poema Aullido de Ginsberg?). Su instalación de acero inoxidable donde el paisaje se refleja, refracta y deforma es, entonces, la forma definitiva del modernismo saudita.
I have seen thousands of stars and one fell in AlUla, 2022.
“Por el tiempo que toma una era estuve centelleando como una luz más entre miles. Por un corto lapso de tiempo me gustaría vivir como una flor que emerge de la arena”, escribió Shadia en el texto que acompañó la presentación de su obra en 2022. Así le puso voz a una estrella como en un antiguo cuento árabe. ¿Qué puede haber más poético en el majestuoso desierto de AlUla que una estrella soñadora?, se pregunta la artista-narradora en la que se reconocen las primeras manifestaciones modernas de Arabia Saudita. Y esto debe ser porque la larga tradición de geometría abstracta (así como un alfabeto que es puro dibujo) nunca pasó la prueba del arte, relegada a mera función decorativa en la cultura visual.
Al punto que la incorporación de Arabia Saudita en un evento canónico como la Bienal de Venecia recién sucedió en 2009 y el pabellón nacional se estableció finalmente en 2011 con Shadia Alem como representante, en el que presentó la hipnótica instalación Black Arch. Para los 130 años de historia del evento consagratorio del sistema del arte entre los siglos XIX, XX y lo que va del XXI, las manifestaciones visuales del mundo árabe tienen apenas una década.
Black Arch, 2011.
La estrella del cosmos que se hace flor en el desierto de Shadia Alem reconoce en su forma la influencia del origami japonés y se le pueden, al mismo tiempo, atribuir propiedades cercanas a los bichos de la brasileña Lygia Clark. Una genealogía propia que explora los bordes del modernismo y ancla en prácticas subalternas como reflejo y símbolo de este desfasaje que hizo que una cultura visual iconoclasta y abstracta quede relegada a una pre-modernidad proyectada como una larguísima, casi eterna sombra.