El cierre de la Bienal del Chaco 2024 parecía un recital. Un escenario lleno de luces y un público multitudinario atento al escenario. En el Parque 2 de Febrero, a cielo abierto, el público vio durante siete días cómo se creaban las diez obras que se disputaban la competencia principal de la disciplina en todo el mundo: la Bienal Internacional de Escultura del Chaco. Artistas de Argentina, Chile, España, Estados Unidos, Kosovo, Letonia, Nueva Zelanda, Perú, Rumanía y Turquía trabajaron en el medio de un predio que era una fiesta popular por la que pasaron cerca de un millón de visitantes.
¿Por qué es tan famosa esta competencia en una provincia recóndita de un país de Sudamérica? ¿Por qué los amantes de la escultura no se quieren perder nunca esta fiesta? En un predio de 14 hectáreas y en días de calor veranil en pleno invierno, no solo se ven artistas trabajando: hay 400 artistas en cuatro escenarios diferentes con todo tipo de espectáculos, 60 bandas locales, 80 maestros artesanos (tallistas, ceramistas, tejedores, talabarteros, joyeros, plateros), 250 artesanos, diez comunidades aborígenes del Gran Chaco. Suceden en simultáneo el Vl Encuentro de Maestros Artesanos Argentinos y el Vll Encuentro de Arte Indígena y Artesanía de Pueblos Originarios. Además, está el maratónico Concurso de Escultura para Estudiantes de Arte, que en 48 febriles horas convierten en arte un tronco de timbó. Hay un Festival Filarmónico, y dos congresos, el Congreso Internacional de Artes y el Congreso Internacional de Derecho del Arte. También se dicta el Seminario de Arte, Derecho, Patrimonio y Urbanismo. Y suceden las exposiciones de la Asociación de Escultores Chaqueños, la de Escultura Contemporánea y el 33° Salón Internacional de Cerámica. Todo junto, en siete días, en un mismo parque donde hay foodtrucks y feriantes. Es imposible aburrirse.
Los escultores del mundo ansían cada dos años ser los seleccionados entre 157 postulantes de 55 países. Llegaron a Chaco con el auspicio de sus gobiernos, y son celebridades durante los días de la competencia. Los recibió el gobernador y los declaró ciudadanos ilustres. La gente que observa su proceso de creación hace preguntas acertadas y buenas sugerencias, además de pedir selfies, porque llevan 36 años viendo artistas en acción gracias a esta iniciativa que fue creada por un escultor, Fabriciano Gómez. El mismo que soñó que en el museo a cielo abierto que es la ciudad desde que se disputa esta competencia debía estar el David de Miguel Ángel, como un faro de perfección, y este año ese sueño se cumplió mediante una sofisticada técnica de gemelos digitales. En la ciudad hay instaladas 670 esculturas: todo un récord.
La gran ganadora de la bienal fue Solveiga Vasiljeva, de Letonia, por su obra Tiempo, que además tuvo el premio de los escultores, votado entre los competidores. "Estuve hasta último momento pendiente de terminar la obra. Tenía miedo de no lograrlo. Ahora no lo puedo creer haber ganado. Esta idea llegó como un meteorito a mi cabeza. Estuve dos días haciendo el modelo en miniatura. Presenté el proyecto y me aceptaron. Fue un camino muy largo hasta concretar esta escultura", explica la artista, que celebró como en la Fórmula 1 a chorros de champagne, y siguió festejando a puro baile en la fiesta de cierre.
El chileno Alejandro Mardones Guillén obtuvo el segundo premio por su obra Multiplicidad. "Fue mi primera vez en esta bienal. Estoy flotando. No me lo esperaba, porque la verdad siempre pensé que ya había ganado un premio y ese era haber venido acá. Esta es una de las bienales más importantes del mundo. ¡Este premio me sube al cielo de los escultores!", cuenta a El Ojo del Arte. "Me alegra mucho dejar acá mi obra y ser parte de esta galería a cielo abierto, cuidada por la gente. Acá no vandalizan. Esto es lo que pasa cuando los escultores tomamos una ciudad", dice.
Lo que más lo maravilla de esta experiencia es el público: "Acá se dio un aprendizaje horizontal –señala Mardones Guillén–. La gente se acercaba y opinaba con conceptos escultóricos, lo cual es fascinante. La gente acá en Resistencia entiende de escultura. Apuntaban cosas de movimiento, luces, sombras, composición, vista, perspectiva, fuga... teníamos ese diálogo con la gente. Uno como escultor siempre está encerrado en un taller y la gente no se acerca porque salen chispas, fuego, polvo. Acá la gente se acercaba, opinaba, daba conceptos estéticos. Uno está tan metido en la obra por hacerla en tan poco tiempo que hay cosas que no ve; pero la gente sí las ve. Las ves recién cuando la gente te lo dice: a eso voy con el aprendizaje horizontal. Es algo mutuo, que se comparte".
El tercer premio fue para la obra Habitus, Antihabitus del español Carlos Iglesias Faura. El artista argentino Luis Bernardi obtuvo el premio que otorga el público con el escaneo de un QR y el del voto de los niños. Casi todos los competidores tuvieron mención, pero todos los premios son honoríficos. Al quedar seleccionados, los diez recibieron 5000 dólares y dos unidades de chapa lisa de acero laminada en frío por proveedores locales, barra de hierro liso, bisagras, pernos, bujes, bulones y planchas con diseños, además de sus propias herramientas.
El jurado de honor estuvo integrado por Piotr Twardowski de Polonia, Carlos Monje de México y Ramón Morales Rossi de Venezuela. Monje es quizá el más veterano bienalista. "El nivel intelectual de los colegas es muy alto. Estuve con ellos desde el primer día, y fui hablando con los diez. Todos están muy bien preparados, vienen de academias, son profesores. Es la cuarta vez que vengo a la bienal. Vine a competir hace 32 años por primera vez, a la primera competencia internacional. Tengo 140 simposios internacionales, y el Chaco es otra cosa. Esto no pasa en ningún otro país. He ido a concursos con más dinero, en Arabia, Corea, China... en Taiwán van a buscar al aeropuerto a cada uno de los escultores en una limusina. Y si llegan dos escultores en el mismo avión, ¡hay una limusina para cada uno! Pero es un concurso y no hay nada más. ¡Esto es un acontecimiento cultural en el que hay de todo! La cantidad de gente que acompaña no existe en ningún otro lugar. Entre los escultores, los que compitieron en Chaco están en un grado diferente. Llego a Azerbaiyán y me dicen ¡cuéntenos del Chaco!", explica a El Ojo del Arte.
Otro prestigioso artista que tiene años viniendo a Chaco es el maestro Juan Carlos Pallarols, que vino a Resistencia a entregar un premio y a montar una exposición de su obra: bastones presidenciales y una réplica del sable corvo de San Martín. Para realizarla, tuvo el original en su taller de San Telmo por cuarenta días, con dos granaderos custodiando. "Yo vengo desde épocas de Fabriciano. Viví en Corrientes cuando era chico, acompañando a mi papá en la decoración de iglesias. Hicimos el sagrario de la iglesia de la Cruz de los Milagros, el collar de la Virgen de Itatí, la corona de la Virgen del Rosario y del Niño en la Catedral. Todos los materiales se compraban en el Chaco y acá había lindas chicas, era una buena excusa para venir. No había puente, veníamos remando, cruzando islas. Parte del trabajo de restauración de las iglesias lo hacían los presos", recuerda. En la bienal colabora como asesor o jurado: "Yo no hago escultura. No creo en los artistas, yo soy artesano. Pero sé que hago arte. Para poder desarrollar cualquier disciplina del arte primero tenés que ser artesano. Sólo con ver el David de Miguel Ángel que está aquí ahora, hecho con un cincel y un martillo a partir de un bloque de mármol de Carrara de más de cinco metros de alto... Fabriciano soñó verlo acá. Él era un escultor".