En la costa norte de España, a la vera de un risco imponente, se erige el Faro de Ajo, ubicado en el cabo del mismo nombre. Recortado sobre el azul límpido de las aguas del Mar Cantábrico, el edificio de sesenta y tres metros de altura se destaca no solo por la soledad arquitectónica que realza su figura en el medio de un hermoso paraje bucólico, sino también por la multiplicidad de colores vibrantes que adornan sus paredes y vuelven imposible pasarlo por alto.
Inaugurado en 1930, el Faro de Ajo dejó de ostentar su color blanco tradicional luego de que fuera intervenido en el 2020 por el artista y diseñador español Óscar San Miguel Erice, más conocido como Okuda San Miguel, o simplemente Okuda. El proyecto fue una iniciativa del Ayuntamiento del municipio de Bareyo y la Autoridad Portuaria de Santander, aprobado por el gobierno de Cantabria para incentivar el turismo en la región. De ahí que unos años antes hubieran realizado una senda peatonal para que el público pudiera deambular por las cercanías del risco de forma segura, y además, acercarse para apreciar el último faro construido en la región.
Luego de tres días de trabajo y el uso de más de cien colores, la construcción histórica detenta, desde el 26 de agosto del año pasado, el aspecto característico de las obras de Okuda: formas geométricas de todos los tonos que se mezclan con figuras orgánicas y cuerpos carentes de identidad. La utilización de este tipo de representaciones y la fascinación por la policromía son el sello de este artista que ha sido catalogado como un “surrealista pop”. Según la descripción de su web oficial, “sus trabajos frecuentemente indagan sobre el existencialismo, el universo, el infinito, el significado de la vida y las contradicciones de la falsa libertad de la sociedad, mostrando un conflicto entre la modernidad y sus raíces; en definitiva, entre el hombre y sí mismo”.
Infinite Cantabria, como ha llamado Okuda a su obra, tiene una importancia especial para el autor. Si bien vive en Madrid desde el año 2000, donde se licenció en Bellas Artes en la Universidad Complutense, es oriundo de la ciudad de Santander, la capital de la comunidad donde se encuentra el Faro de Ajo. Es por eso que Okuda acogió con especial cariño el pedido de Miguel Ángel Revilla, presidente de Cantabria, para plasmar su estilo en el histórico monumento. A la función de orientar a los barcos en la penumbra, la torre ahora también agrega la de reivindicar a la fauna local, plasmada en sus paredes, y generar un diálogo entre la manera más tradicional de apreciar una composición artística en el espacio público y las formas renovadas y transformadoras que impulsa la visión del diseñador pop.
Pero nadie es profeta en su tierra y la obra de Okuda no estuvo exenta de polémicas, reconocido incluso por Revilla el día de la inauguración de la nueva fachada. La intervención de un edificio histórico no cayó bien en mucha gente y no fueron pocos los que se expresaron en contra, como el colectivo Cantabria No Se Vende (CNSV), que incluso alegó, en un comunicado, que se estaba incurriendo en el delito de “prevaricación administrativa” al "violar las limitaciones de uso de los faros".
Lo cierto es que más allá de cualquier discusión, la obra del autor de otras intervenciones famosas mundialmente, como la Iglesia Skate en Asturias o la Falla Municipal de Valencia, estará disponible para ser apreciada durante, por lo menos, tres años más. Luego de eso, deberá ser prorrogada su existencia año a año hasta, máximo, el 2028. Ahí las autoridades de Cantabria deberán definir si renuevan legalmente su vigencia y mantienen la iconografía animal y la policromía representativa de la multiculturalidad que caracteriza a la pintura de Okuda. O retornan al tradicional blanco minimalista que, durante noventa años, cubrió las paredes del Faro de Ajo.