La Casa de Georgia O´Keeffe (Estados Unidos): un oasis de tradición y modernidad

La vivienda estudio de la artista estadounidense forma parte de la fundación y museo que llevan su nombre. Su refinamiento minimalista se destaca entre la aridez del desierto de Nueva México.
Por Candelaria Penido

 

Tierra rojiza, vientos fuertes, vegetación árida, desierto y montañas. Es el típico escenario de las películas Westerns y también el que rodea la Casa Estudio de la artista Georgia O´Keeffe. Perdida en la llanura del estado de Nueva México, a 60 km de Santa Fe, emerge entre la arena el pueblo de Abiquiú. Con reminiscencias españolas y un dejo de nativo americano se erige este poblado que supo ser el santuario creativo de una de las artistas más importantes del siglo XX, por no decir la más cotizada (mujer) en el mundo hasta el momento. 

Georgia O´Keeffe (1887-1986) gozó de un impulso artístico desde muy pequeña y fue construyendo su vida alrededor de él. Su lenguaje pictórico osciló entre la figuración y la abstracción. No siendo partidaria de las categorías cerradas, su vasta producción la coloca como una pintora modernista que colaboró en la creación de la identidad artística norteamericana. Las pinturas de flores con connotaciones eróticas y paisajes desérticos son sus piezas más populares. 

La casa-museo funciona como monumento y se puede visitar en la temporada de marzo a noviembre. Cada espacio vibra con su esencia, ya sea rememorando pinturas o disfrutando de sus toques y excentricidades en la forma en que utilizaba el espacio, o en la decoración: como la colección de huesos, piedras y cráneos de toros y vacas. 

Sus intereses rondaban las expresiones culturales vinculadas a la naturaleza y lo tradicional. Es así que la vivienda, fiel representación de sus gustos, es hoy (y desde 1997) parte del Museo y Fundación Georgia O´Keeffe. “Tal vez, su casa es una de las mayores piezas de su trabajo creativo”, dijo Carolyn Kastner, curadora del museo que alberga el legado de O´Keeffe. 

Reconstruida de los escombros, la artista levantó una morada que la inspiraba y representaba. Una hacienda con sabor local. Desde afuera el color tierra contrasta con las grandes ventanas o los jardines que la rodean —Georgia era fan de la huerta—. Por dentro es de paredes gruesas de adobe, techos altos con vigas de madera y decoración minimalista. Los ambientes se lucen como la artista los dejó, con las sillas Wond, Eames, Saarinen y Bertoia combinadas con un tocadiscos McIntosh, almohadones de Alexander Girard, alfombras Navajo y grandes pinturas propias. Un combo entre lo tradicional —en las formas y disposición: las habitaciones dan todas a un gran patio central— y lo moderno en estilo y ambientación. “Su práctica artística de refinamiento y simplificación se expandió a las formas en que definió su hogar y simplificó sus interiores”, afirma Kastner en la página del Museo. 

La cantidad de luz natural y vidrio sorprende. Para la artista, este espacio era la base de la inspiración. Los paisajes cercanos la nutrían de un espíritu creativo, por lo que durante los años que habitó la casa (de 1949-1984), fue abriendo y agrandando las ventanas. 

El estudio, habitación externa del establecimiento, atrae. Al ingresar, la pared que da hacia el Río Chama y las montañas es puro vidrio. Un ventanal de cinco metros de ancho corona la estancia. Como si esta entrada de luz natural fuera poca, el techo cuenta con cuatro tragaluces, haciendo de este espacio uno sumamente acogedor. A su vez, este accionar no solo se condice con su amor por la naturaleza, sino que O´Keeffe descubrió las ruinas pertenecientes a la Iglesia Católica sobre las que luego de años de negociación logró comprar y convertir, junto con la ayuda de su amiga Maria Chabot en su casa, debido a la admiración que este entorno le generaba. Ella se había enamorado de estas vistas desde su primera visita al valle en 1929. 

Todos los colores de la paleta del pintor están aquí en todas las millas del terreno. Desde el amarillo hasta el ocre, el naranja, rojo y morado hasta el verde más suave. He pintado tanto este paisaje, que ya es mío. Ahí afuera, la mitad de mi trabajo ya está hecho", solía decir la artista convencida de que este era su lugar en el mundo. 

 

 

 

 

 

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