Resulta enrevesado encontrar el punto de partida para escribir sobre Xul Solar, uno de los hombres más inagotables y visionarios de la cultura argentina. Pero vamos a empezar por el principio y detenernos sobre el final, durante su última etapa en el Río Luján.
Oscar Alejandro Schulz Solar, hijo de padre alemán y madre italiana, nació y murió en el Delta del Paraná; en el medio recorrió el otro lado del mundo y los infinitos lugares de la conciencia. Vino a este mundo el 14 de diciembre de 1887 y se convirtió en un adelantado para su tiempo, fue un demiurgo, traductor de diferentes realidades posibles, una especie de mago de símbolos, que enriqueció a la vanguardia del siglo XX.
A los veinticinco años viajó a Hong Kong para convertirse en monje tibetano, pero desembarcó en Europa, se hizo discípulo del ocultista Aleister Crowley y retornó doce años después con una vasta biblioteca de 3500 libros. Influenciado por el cubismo, el futurismo y el surrealismo, conoció en París a Picasso y Modigliani, y realizó varias obras de carácter místico a través del simbolismo. En 1917, en Florencia, conoció a Emilio Pettoruti. Juntos recorrieron varios países y decidieron volver a la Argentina para revolucionar el mundo del arte.
En 1911, siendo un joven artista publicó: “¡Oh! ¿Qué manos, qué llamadas, me llevarán al aire puro, al sol radioso y al satisfecho mediodía? En esta lucha angustiosa me haré veterano; con mis manos, mis ojos y oídos ávidos, con mi ardiente e hirviente cerebro encontraré el camino; si no lo hay, si no hay país sin angustia para mí, todo yo, dentro de mis pensamientos, para mis hermanos, me haré un mundo”. El legado de su obra confirma que no sólo construyó su propio mundo, sino que también lo compartió a través de diferentes canales de expresión.
Pintor, poeta, músico, inventor, antroposófico, políglota y creador de lenguajes, juegos y sistemas métricos, fue un ejemplo perfecto de lo que se conoce como Gesamtkunstwerk, el verdadero hombre artista. El término acuñado por Richard Wagner, refiere a alguien que no puede satisfacerse enteramente sino por la unión de todos los géneros del arte, en la obra de arte total; un hombre del renacimiento, como también lo define el escritor Álvaro Abós en la biografía Xul Solar, El Pintor misterioso.
Xul antes que nada se definía como astrólogo, de hecho la mayor parte de sus ingresos provenían de sus talleres, lecturas de tarot y horóscopos. Para él la astrología era una guía para el autodescubrimiento, el arte donde interpretar símbolos y conocer el entramado energético donde se esconden todas las potencialidades del ser humano. Pero estamos hablando del siglo pasado, no es la astrología de ahora en que la espiritualidad se ha sacado varios prejuicios.
Fueron pocos quienes lo comprendieron, como sucede con la mayoría de los artistas genios. Su pasión y vehemencia por conocer los secretos del universo dieron a veces una imagen excéntrica de su persona, pero fue un estudioso, un creativo, y según el propio Borges, uno de los acontecimientos más singulares de nuestra época.
La amistad entre ambos fue producto de la admiración y el respeto mutuo que se tenían. En una conferencia de 1975 el escritor dijo: “Siempre lo sentí como un maestro, aunque me sentí indigno de muchas enseñanzas suyas. Y ahora que tengo que hablar de él, siento la cercanía de Xul, la amistad de Xul, que fue una de las más entrañables de la vida para mí, y al mismo tiempo cómo se hace para comunicar esas cosas. Eso no significa una vaguedad, al contrario, quiere decir que Xul Solar está tan cerca de mí que me es tan difícil comunicarlo, como el sabor del agua, como el sabor del café, como el sabor de la música, del mar, de la llanura, de la poesía, de todo lo que queremos, de todo aquello que es tan íntimo que no puede traducirse en otras palabras sin que pierda, porque parece que el único modo de nombrar la luna -que es plagiándome, según mi inveterada costumbre- es la palabra luna; las otras palabras serán aproximaciones. Y así yo diría que Xul Solar per se, que no basta con esto”.
La Casa Museo Xul Solar Li-Tao
En 1954 Xul Solar le compró a Sustaita Seeber, amigo y admirador, una casa en el Delta del Tigre. Estaba semioculta en el interior de una isla, a doscientos metros del embarcadero Los Ciruelos, en la confluencia del río Luján con el canal Villanueva. La bautizó como ‘Li-Tao’. En honor a su esposa y compañera Lita (Micaela Cadenas) y al ‘Tao’, como el camino espiritual que guió su existencia. Era poco más que una cabaña en un lugar agreste, rodeado de maleza, con una planta alta de 22 metros cuadrados, apenas protegida por techo de chapa. No tenía luz eléctrica ni gas. Xul desmontó el terreno, plantó árboles, fabricó su propios muebles, e instaló su atelier con un pequeño anafe y tres habitaciones. Murió allí, el 9 de abril de 1963.
Casa Museo Xul Solar Li-Tao
Ya instalado en Tigre, diseñó proyectos y fachadas de casas para el Delta, recicló materiales que le proveían el río y el monte, trabajó en varias series de pinturas y grafías, también conocidas como "grafía plastiútiles". En ellas integra signos, cifras, números y frases en neocriollo: Pax, worke, love (Paz, trabajo, amor); Lu kene ten lu bas nel nergie, sin nergie, lu kene no e kan (El conocimiento tiene su base en la energía, sin energía no hay conocimiento); El Árbol de la Vida o Pan-tree y el Pan Altar Mundi (ambos pueden verse en el Museo Xul Solar en la Ciudad de Buenos Aires).
Altares de Xul Solar
El terreno fue puesto en valor en 2017 por iniciativa del Municipio de Tigre, la Fundación Pan-Klub -dedicada a la obra de Xul- y en colaboración con el Museo de Arte del Tigre (MAT). Sin embargo, actualmente la casa se encuentra cerrada al público, sólo se puede recorrer por fuera y visitar el Centro de Interpretación en la entrada, que abre los viernes y sábados de 13 a 16:30 hs. guiado por la historiadora de arte Sabrina Torres.
Lo que se puede apreciar es únicamente una fachada que imita una pintura que sólo puede contemplarse desde su exterior. La cáscara de un artista que navegó un mundo interior profundo, al cual la única aproximación posible es sentándose en los bancos de madera que rodean la casa y permanecer en silencio, entre los cipreses y sauces que lo conocieron. Las puertas rojas llevan candados de hierro oxidado, mientras que unas viejas cortinas de junco miran torcidas a través de las ventanas coloridas que Xul pintó. Una escalera en el frente, como la de sus cuadros, conduce hacia su atelier, pero ya no posee el brillo de sus obras. Sólo es una casa vacía, la arquitectura salida de algún cuadro del pintor, la intimidad secreta de una caja fuerte sin llave. Un tesoro descansa junto al eco de su alma y el amor de Lita.
Consuelo Vidal: altares populares y sagrados en el Delta
El arte y el misticismo con el que Xul Solar dejó su huella en el Delta pareciera resurgir hoy en día en otros artistas y talleres del Tigre. Como los altares de Xul, los altares de la artista tigrense Consuelo Vidal dan la impresión de que el mundo hasta ahora visto se hubiese condensado en un retablo de madera. “Me crié entre el campo y Tigre, siempre me interesó lo cotidiano, lo popular. Y también lo sagrado. Esas casas donde entrás y hay vitrinas llenas de cositas, objetos que tienen historias, deseos. Para mí esos son los altares. Los altares son una obra de arte en sí”, afirma la artista en sus propias palabras.
Consuelo Vidal junto a uno de sus altares
Vidal estudió Bellas Artes en el Instituto Santa Ana de Belgrano, pero los maestros que la marcaron fueron Diana Aisenberg y Javier Barilaro. Su casa taller en el Tigre es el claro espejo de su obra. La belleza se manifiesta apenas se abre el portón y un plátano flamante recibe al visitante con sus brazos abiertos. La naturaleza verde y tropical está por todas partes, imposible de esquivar.
Consuelo es de esas artistas que contagian el encanto por la vida. Nada parece estar mal en su universo de mil colores, y hay algo de esperanza y alegría en sus obras. Los banderines que visten la pared del taller contienen como un cofre los escasos objetos (o no, según quién lo mire) que uno valora a lo largo de una vida.
Trabaja con técnicas mixtas en madera, lienzo, cuero y chapa repujada. Se considera artista, artesana, decoradora y hacedora de muchos oficios. El arte es su religión, todo en ella es parte de la misma obra. Hasta cuando decide poner las manos en el jardín de su casa, o darle de comer a las gallinas.
Altar de Yaguareté de Consuleo Vidal
El yaguareté que representa la leyenda de Tigre reposa en un altar central de su casa taller. La tradición popular narra que los yaguaretés -llamados ‘tigres’ por los antiguos pobladores-, llegaban durante las sudestadas a estas zonas sobre espesos camalotales, por lo que la zona se hizo más conocida por esta situación que por su nombre original.
En 2023 Consuelo participó en la muestra Abundancia junto a las artistas y artesanas Carolina Malbrán y Gabriela Horvat en la Casa de la Cultura de Tigre. En ella presentó sus altares del Yaguareté, el Gauchito Gil, San Expedito y Yemanyá, entre varias otras obras de su autoría.