Primero a través del dibujo, y luego mediante el grabado, la pintura y la performance, Louise Bourgeois fue armando su propio universo hasta llegar a la disciplina que le dio reconocimiento mundial: la escultura. Tomando la influencia de movimientos vanguardistas como el surrealismo y el expresionismo abstracto, Bourgeois realizó obras monumentales marcadas por una fuerte simbología que reflejaban tormentos de su vida personal, en especial en lo que respecta a la complicada relación que tuvo con sus padres.
Nacida en París en 1911, tenía en la figura paterna una especie de villano. Primero porque se trataba de un hombre engreído y autoritario, pero principalmente porque al caer su mujer enferma introdujo en el hogar a una institutriz que en realidad era su amante. Las emociones detonadas por este hecho crearon en Bourgeois un impulso de odio que depositaron en ella recurrentes fantasías para deshacerse de él. Cuando tenía ocho años, tras una discusión, ella realizó una primera escultura en miga de pan, representando a su padre. A continuación comenzó a descuartizarla para finalmente comerse los miembros amputados uno a uno. Bourgeois tenía veintiún años cuando su madre murió. Primero quiso suicidarse arrojándose al río Bievre. Después dejó de estudiar matemáticas y se dedicó al arte, donde con los años encontró una vía de escape, una acción terapéutica.
Con la angustia como motor y empleando materiales diversos como bronce, madera, látex, y mármol, realizó obras donde confluían sus problemas familiares: niñas con pechos que se asemejaban a testículos, vaginas dentadas. Un ejemplo es La destrucción del padre (1974), una instalación donde exorcizaba su fantasía parricida. Se trataba de un escenario en una cueva oscura envuelta por una luz rojo sangre que en el centro tenía una mesa que presentaba protuberancias que recuerda partes del cuerpo humano como vísceras y órganos.
El motivo de la araña apareció en la década del cuarenta mediante ilustraciones pero no acabó ocupando un lugar predominante en su trabajo sino hasta los noventas, tiempo en el que realizó una serie de diez arañas enormes a través de las cuales Bourgois quiso homenajear a su madre. En ellas la representa como una protectora enorme e incansable tejedora, haciendo alusión al oficio que ésta desempeñó en el taller familiar de restauración de tapices.
De estas obras la más importante es Maman (1999). De una oscuridad que recuerda al cine de Tim Burton, esta escultura de más de nueve metros tiene patas metálicas que representan fragilidad y al mismo tiempo se asemejan a una jaula. Construida en bronce, acero inoxidable y mármol para la Serie Unilever de la Tate Modern de Londres, transmite una poderosa presencia tanto física como psicológica para aquellos que se animan a pasar por entre sus largas patas. Desde 2001, Maman recorrió museos de Rusia, Nueva York, Argentina, Suiza y Japón. El resto de sus nueve arañas se reparten de forma permanente en museos de arte de todo el mundo: Tate Modern, National Gallery Canada, Museo Guggenheim de Bilbao, Mori de Tokio, Leeum de Seúl, Crystal Bridges de Arkansas y Qatar National Convention Center de Doha. Estas arañas gigantes, que invaden las ciudades como si se tratara de una película de terror de la década del cincuenta, son siempre objeto de fascinación para el turismo. Bourgeois murió en 2010, a la edad de noventa y ocho años. Trabajó en su obra hasta una semana antes de su fallecimiento.