Empecemos como corresponde, por la intertextualidad del título: Rebelión en la granja (1945), de George Orwell, es una fábula satírica que pone en el centro de la escena el régimen soviético del camarada Stalin. La historia narra la rebelión de los animales de la Granja Manor (el título original es Animal Farm) contra su dueño, el granjero Jones, inspirada por las ideas de igualdad del Viejo Mayor, un cerdo cuyo rol emularía el de Lenin. Tras la toma del poder, los animales, liderados por los cerdos Napoleón y Snowball, organizan una sociedad donde todos son iguales, pero lentamente la utopía se corrompe. Los cerdos, más sagaces que ninguno, manipulan la situación a su favor, apropiándose del poder hasta establecer un régimen totalitario en el cual los ideales promovidos al comienzo son traicionados (en los hechos, unos son más iguales que otros). La obra de Orwell es una alegoría de la Revolución Rusa en su fase estalinista, mostrando cómo el poder (absoluto) corrompe y los proyectos colectivos pueden convertirse en experiencias atroces.
Hasta aquí la literatura, la política y la historia.
Laura Códega, nacida en Campana, Provincia de Buenos Aires, en 1977, introduce en la trama un cuarto elemento: el arte.
Perfectamente podríamos pensar el arte como campo autónomo, o relativamente autónomo, siguiendo la estela del gran Pierre Bourdieu; esto significa, para no abundar, que el arte posee sus propias reglas de funcionamiento (no depende de nadie, depende de sí mismo), por las cuales un artista, por ejemplo, se consagra en la Bienal de Venecia o en la documenta de Kassel, y otro, lamentablemente, cae en desgracia. El sociólogo francés postulaba también el carácter religioso del arte, el arte como objeto de creencia, por eso hay personas dispuestas a entrar al campo (volverse artista, curador, crítico), es decir, dispuestas a jugar el juego, y como bien sabemos, para jugar un juego no alcanza con querer divertirse sino, sobre todo, es preciso respetar las reglas, como en cualquier institución, con el irreductible malestar que conlleva aceptar los límites. Por supuesto, como ocurre en los juegos, a veces se gana, a veces se pierde (casi siempre se pierde).
Sembrado el camino, vamos a la obra de Códega: Rebelión en la granja del arte, de 2014, es un mix de grabado y pintura sobre cuero de vaca, de 153 x 75 cm, que impone una iconografía heterogénea, de varios niveles, movimiento característico en la producción de la artista. En esta obra verificamos la evidente conexión con la novela original –además del título hay un cerdo representado– y la pampa húmeda –hay un gaucho tratando de enlazar una vaca– cercada por el perímetro de alambre.
Rebelión en la granja del arte (2014). Colección Museo Moderno de Buenos Aires.
La imagen no es sencilla de resolver en cuanto a su significación, por un lado un cerdo blande un rastrillo campestre, por el otro, se elevan sobre las profundidades plantas tenebrosas de las que brotan dedos más tenebrosos; y a la par, un puño que sale de la cola del cerdo pareciera representar algo del orden de la resistencia con un ramillete que parece una bandera flameando. No perdamos de vista que el formato de la superficie de cuero fuerza la percepción a observar una cabeza humana, entre otras cosas, porque del lazo del gaucho se arma una boca con sus dientes. Los dientes remiten a la mordida, y por asociación inmediata asumimos la referencia a la carne, al asado, símbolo nacional, al menos hasta hace algún tiempo, antes de que llegara la época de vacas flacas.
Códega ya había trabajado en años anteriores la simbología nacional y americana, valen de ejemplo, Industria americana (2010), América negra y bruta (2018), Idilio criollo (2019), Chistes patrios (2020), entre otras tantas donde las figuras y los emblemas son tergiversados, trastocados o desgarrados, al punto de dinamitar el modelo original, pero sin borrarlo del horizonte. En este sentido, los desvíos parecen ser el leitmotiv de Códega: en sus obras fluyen objetos que remiten a otros objetos, personajes que distraen la atención, historias que se alejan de lo que estaban contando.
En el Centro Cultural Recoleta, Laura Códega está exhibiendo Un perfume de amor, sangre y nervios, que incluye entre las treinta piezas expuestas (2010-2025), pinturas elaboradas a partir de un pigmento natural a base de banana (1). Entre todas, cobra especial valor para este recorrido Ranchos incendiados, seguramente prendidos fuego para arrasar con las poblaciones autóctonas (2). La historia argentina, desde sus inicios en la primera o segunda década del siglo XIX, es una historia de masacres y usurpación de tierras (masacres para usurpar tierras); no extraña entonces el motivo de la representación que, si nos atenemos al proyecto original de la artista, refiere a las Guerras Indias que concluyeron en 1890 con la fijación de la frontera de Estados Unidos. No cabe la más mínima duda: el nacimiento de las naciones-estado modernas fue de todo menos idílicas.
Ranchos incendiados (2010)
En la exposición vemos más grabados sobre cuero, en diálogo, al menos formal, con Rebelión en la granja del arte. Espectros en la hierba teñida (2017), particularmente, llama la atención, ya que su forma remite (sin tomar riesgos hermenéuticos) al contorno de la República Argentina (3). Encontramos, finalmente, repujados en metal, collages, esculturas y dos piezas audiovisuales. Esto demuestra la primacía del material en la obra de Códega, que no es sólo un capricho exótico o vernáculo, sino la posibilidad de significar por otros medios más allá del mensaje directo.
Espectros en la hierba teñida (2017).
El cuero, en el relato del campo argentino, evoca la vida gaucha (¿alguien vio alguna vez un gaucho?, preguntaba con sorna Bioy Casares) y el contacto con la naturaleza. A este noble material (gauchito) se lo asocia a la resistencia y a lo durable. En el país, no existe nuevo rico que no se haya babeado en los escaparates de Cardón por la última campera; y si no, recordarán la letra de Fabrico cuero, de Illya Kuryaki and the Valderramas: “Vacas malas comen pasto / mientras mato a sus hijos / porque el cuero de potrillo / es el mejor”. Las vacas, justamente, otro elemento frecuente en la producción de Códega, junto al caballo, pero, como dijimos, siempre trastornados, como si las señas de identidad estuvieran a punto de deshacerse.
Rebelión en la granja del arte (exhibida en ARCOmadrid 2017 y posteriormente adquirida por el Museo de Arte Moderno en 2022) es una obra que parece a punto de decirnos algo, pero no lo dice, se abstiene, calla, guarda silencio. Y no dice nada por una razón muy simple: las obras de arte no hablan, aunque tengan boca.
1. Ha trabajado con limón, calabaza, etc.
2. Baste mencionar el grabado de Alexander Hay Ritchie sobre la campaña militar de William Tecumseh Sherman contra los nativos. El general Sherman implementó una estrategia que implicaba la destrucción de recursos y la interrupción de la capacidad de los nativos americanos para resistir. Para más datos, se la denominó estrategia de tierra arrasada.
3. El Museo de Arte Contemporáneo de Rosario cuenta en su acervo con Saturno, de la serie Medium (2013), obra cuyo formato nos hace acordar al mapa de nuestro país. La información que el museo comparte en su página web dice (fragmento): “Un conjunto donde la artista propone pensar al ser humano como canal y portador de la historia, resaltando además su capacidad de transformación. En ese marco, un amplio repertorio de imágenes grabadas con fuego se despliega sobre un cuero de vaca. Figuras de procedencias y momentos históricos diferentes son reunidas allí por Códega para plasmar sus intenciones: la convivencia armónica de creencias. Esa coexistencia es para Códega la que constituye los modos de pensar y razonar de la raza humana. Así, iconografías vinculadas a diversas tradiciones filosóficas y religiosas, tales como el budismo, el cristianismo, el hermetismo, se distribuyen en la superficie sugiriendo tres zonas —una superior, una media y otra inferior—, tomando como referencia la figura antropomórfica central”.