La pintura no posee una protagonista, sino dos: la mujer y la línea, en una síntesis que salta la grieta estética. El cuerpo pierde relevancia en favor del predominio cromático de las formas.
La naturaleza muerta de 1978 remite a ese espacio mítico de la escena porteña y por extensión de la Argentina. El artista hijo de una época que supo volverse intemporal.