Jueves, 20 Noviembre 2025

Colección Moderno: El mundo del arte, de Alberto Goldenstein

El fotomontaje de artistas de los 90 no registra una época, sino que construye un mundo. No es un encadenamiento de fotos, es un acto performativo que instituye una existencia donde antes no la había.
Por Manuel Quaranta Jueves, 20 de Noviembre 2025

 

El mundo del arte es, según Arthur Danto (1924-2013), el sistema cultural-mediático que habilita que algo (desde un mingitorio hasta una rueda de bicicleta) sea reconocido y valorado como arte. No es de ninguna manera un organismo centralizado, en el sentido estatal del término, sino una trama de instituciones, críticos, curadores, artistas, que producen los discursos necesarios para interpretar una X como obra. El concepto cobraría verdadera importancia a partir de los 60, cuando el arte abandona la histórica trampa de que lo visual alcanzaba para definirlo (1).

Desde Marcel Duchamp en adelante (2), advierte Danto en Después del fin del arte, no existen rasgos perceptibles que permitan distinguir de manera fehaciente una obra de un objeto ordinario: lo que diferencia las Brillo Box de Andy Warhol de las expuestas en la góndola del supermercado es el lugar que ocupa en ese sistema de significación. El filósofo estadounidense, de esta manera, prescinde de los aspectos físicos y apunta al modo en que el objeto es apreciado por los actores del mundo del arte, es decir, aquellos sujetos capaces de comprender qué juego se está jugando y cuyas opiniones tienen cierto valor; por eso sólo el público informado, atento a las dinámicas del campo, forma parte de ese mundo. El neófito mira desde afuera, aunque con posibilidades de entrar.

El mundo del arte cumple entonces una doble función. Por un lado, legitima: auspicia la ponderación artística de ciertos objetos, gestos o prácticas. Por otro, lo hace inteligible: proporciona un conjunto de teorías para comprender por qué una obra adquiere su status. Como consecuencia directa, el arte contemporáneo se vuelve inseparable de las interpretaciones que lo sustentan; toda obra implica (o supone) una hipótesis filosófica (3) sobre lo que el arte es (o puede ser), de ahí la proliferación de statements, conceptualizaciones, seminarios, cursos, etc.

Vale aclarar que Danto unifica ambos vocablos –The Artworld– porque busca subrayar la invención de un concepto específico que describa un campo único, con sus reglas, sean cuales fueren; una estructura coherente que define las condiciones del arte.

Lógicamente, Danto recibió críticas furibundas. El frente de batalla sociológico denuncia que el filósofo lo presenta como una red interpretativa razonable, cuando en realidad el mundo del arte es un campo de poder, atravesado por intereses económicos, luchas simbólicas, modas, jerarquías, exclusiones (sobre todo), y estrategias de legitimación. Para esta línea argumental (línea Bourdieu), the Artworld no es una estructura conceptual que ilumina el arte, es más bien un aparato de control (a la Althusser). Danto, según la crítica sociológica, reduce lo social a contexto interpretativo, y omite la dimensión política del sistema del arte (4).

Desde la tradición fenomenológica –Merleau-Ponty, Lyotard– se cuestiona la subordinación de la percepción a la interpretación. La obra posee una densidad sensible que no puede ser reducida a marcos conceptuales ni a la mirada de los expertos del Artworld. Para la fenomenología los objetos hablan, cuentan una historia.

La objeción rechaza la idea del arte como concepto puro: si todo depende del concepto, entonces cualquier cosa puede ser arte sin aportar nada desde su forma, pasando por alto la presencia material de la obra, su densidad formal, esa traza imposible de agotar mediante la interpretación (una “vaga fiebre”, diría Merleau-Ponty). A decir de la fenomenología, la hipótesis de Danto convierte al arte en simple intercambio: cualquier objeto, con la teoría adecuada, obtendría status artístico. Pero el arte traspasa las fronteras de lo discursivo: lo sensorial se manifiesta, la forma fulgura.

Con semejante carga teórica llegamos a El mundo del arte (1993) de Alberto Goldenstein (1951, Buenos Aires). Seamos precisos. La exposición se titulaba El mundo del arte, retratos, curada por Laura Batkis, y dispuesta en la galería del Centro Cultural Rojas. Allí se exponían una serie de fotografías de artistas, “gente del arte”, que intentaban desestabilizar la composición clásica del retrato. Goldenstein piensa en el color, la luz, la sombra, el encuadre: los retratados son importantes, pero no menos importante es el modo de retratarlos. 

 

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El mundo del arte, retratos (1993). Centro Cultural Rojas.

 

En la serie aparecen artistas icónicos de los 90 (icónicos vistos en retrospectiva): Marcelo Pombo, Feliciano Centurión, Sebastián Gordín, Gachi Hasper, Gumier Maier, entre otros. Los reconocemos aunque no hayamos formado parte de la escena porteña de aquella década (por edad, por territorio), porque muchos han erigido una carrera repleta de conquistas. El mismo Goldenstein recibió el premio Konex al mérito en Fotografía en 2022 y el Premio Nacional a la Trayectoria Artística en 2023.

Pero en 2018, para su primera retrospectiva, La materia entre los bordes, en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, Goldenstein compuso con esas imágenes un fotomontaje de diez minutos de duración: El mundo del arte

 

El mundo del arte (1989-2002). Fotomontaje.

 

La obra contiene imágenes de 1989 a 2002, años clave en la vida política nacional: ascenso de Carlos Saúl Menem, caída de Fernando de la Rúa; el arco menemista completo (apogeo y decadencia). Podría argumentarse incluso que ese clima –esa lógica vital, moral y económica– perdura hasta hoy.

El cambio de soporte le otorgó narratividad al conjunto de fotografías. Las vemos de otro modo, desde otra posición, como una película. La serie plantea otra clase de unidad, como si los fragmentos se juntaran para establecer una dialéctica en la que lo privado y lo público desembocara por el lado de la intimidad (parafraseando a Boris Groys, lo público se vuelve íntimo).

Todos conocen el lugar común: no te quedes con la foto, hay que ver la película entera. La obra de Goldenstein excede la mera compilación, es mucho más que la suma de sus partes, porque con la suma de las partes no basta para fundar una comunidad. 

La hipótesis central es que Goldenstein no registra una época (aunque lo avise en la introducción al video), en el sentido de reunir un acervo de imágenes de lo que fue, sino que construye él mismo un mundo. La obra no es solamente un encadenamiento de fotos, es un acto performativo que instituye una existencia donde antes no había nada.

Finalmente, El mundo del arte de Goldenstein no ilustra el concepto de Danto: aquí están los actores determinantes y sus fiestas, eventos e inauguraciones. Al contrario, lo desborda con sutileza e incluye en la creación la crítica sociológica y fenomenológica (la materia entre los bordes). El fotógrafo demuestra, a pesar del soporte efímero, que las obras se espesan con el tiempo, que el mundo del arte no está ahí para ser retratado, sino que puede inventarse y reinventarse cada vez.

 

 

 

1. Nunca se preguntaron el motivo por el cual personas ajenas a todo interés estético se paran frente a una pintura del Quattrocento y dicen comprender aquello que están viendo.

2. Duchamp no fue Duchamp hasta mediados de 1963, con su primera retrospectiva en el Pasadena Art Museum. La intuición original de Danto data de abril de 1964 mientras caminaba por la Galería Stable de la calle 74 East de Manhattan.

3. Danto anuncia un viraje del arte hacia la filosofía: “Hasta el siglo XX se creía tácitamente que las obras de arte eran siempre identificables como tales. El problema filosófico ahora es explicar por qué son obras de arte”.

4. Esta crítica no habrá leído la dedicatoria que hizo Danto a "Barack and Michelle Obama, and the future of American art", incluida en Andy Warhol, uno de sus últimos libros. 

 

 

 

 

 

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