Lunes, 29 Diciembre 2025

Giacomo Balla: pintar la velocidad

Pionero del futurismo italiano, capturó el movimiento de lo cotidiano desde la percepción moderna de un mundo que comenzó a girar más rápido de lo que el ojo humano podía procesar.
Por Martín Sanzano Viernes, 26 de Diciembre 2025

 

Giacomo Balla nació en 1871 en la que había sido, hasta hacía solo unos años, la primera capital de Italia, Turín. La temprana muerte de su padre lo hizo formarse de manera autodidacta. A fines del siglo XIX, se mudó a la confirmada capital de Roma para dar sus primeros pasos en el divisionismo, una variante italiana del puntillismo cargada de simbolismo y crítica social. 

 

unnamed-28.jpg

Giacomo Balla (1930) 

 

Como se puede observar en El campesino (1902) o en La loca (1905), dos pinturas representativas de esa era, al joven Balla le interesaban la luz, el color y, sobre todo, la percepción óptica, un elemento que se volvería clave tanto en su obra como en la de sus futuros alumnos, entre quienes se destacaron dos figuras centrales del, precisamente, futurismo italiano: Umberto Boccioni y Gino Severini.

 

Madwoman_by_Giacomo_Balla_c._1905_-_Galleria_nazionale_darte_moderna_-_Rome_Italy_-_DSC05387.jpg

La loca (1905)

 

Con ellos (más Carlo Carrà y Luigi Russolo) firmó en 1910 el Manifiesto de los pintores futuristas. Para ese entonces, Balla ya estaba seguro de que la pintura debía abandonar la representación estática para capturar el movimiento, la velocidad y el tiempo. Por eso en sus cuadros la realidad se descompone en secuencias visuales. Y cuando hablamos de realidad, hacemos referencia a los fenómenos más mínimos y usuales de la misma: un auto que pasa (Velocidad abstracta + ruido [1913]), una nena jugando (Chica corriendo en el balcón [1912]), el ida y vuelta del arco de un violín (La mano del violinista [1912]) o el aleteo rabioso de una golondrina (El vuelo de las golondrinas [1913]).

 

ballaaaa.jpg

 Velocidad abstracta + ruido (1913).

 

Las ideas de los pintores futuristas eran claras: el arte debía salir de los museos e inundar la ropa, los muebles y las calles. “¡A los artistas jóvenes de Italia!”, comenzaba el Manifiesto. “El grito de rebelión que lanzamos, asociando nuestros ideales a los de los poetas futuristas, no parte de una capillita estética, sino que expresa el violento deseo que hierve hoy en las venas de todo artista creador. Nosotros queremos combatir encarnizadamente la religión fanática, inconsciente y snob del pasado, alimentada por la existencia nefasta de los museos”. Y continuaba en el mismo tono: “Nos rebelamos contra la supina admiración de las viejas telas, de las viejas estatuas, de los objetos viejos, y contra el entusiasmo por todo lo que está carcomido, sucio, corroído por el tiempo, y juzgamos injusto y delictivo el habitual desdén por todo lo que es joven, nuevo y palpitante de vida”.

 110074.jpg

Manifiesto Futurista (1910).

 

El objetivo, entonces, era romper de manera violenta y definitiva con el pasado para crear un arte acorde a la modernidad del siglo XX. Pensar el mundo, desarmarlo y volver a armarlo en función de lo que ve el ojo moderno. El futurismo italiano, del que Balla fue padre, representó una rebelión estética y cultural contra las academias y las tradiciones que convertían al arte en una práctica repetitiva y mortuoria. Basta de armonía, equilibrio y buen gusto, este es el tiempo de la velocidad, la energía y el cambio constante. De la urbe moderna, las máquinas, la electricidad, los autos, el ruido, la multitud y la noche. 

Para conseguirlo, Balla no hacía foco en el objeto, sino en la vibración que este deja en el espacio. El artista —que también se destacó como escultor y hasta incursionó en el diseño de muebles futuristas y ropa futurista “antineutral”, como la denominaba—, superponía secuencias en posiciones ligeramente distintas. Una repetición rítmica que, combinada con formas triangulares y romboidales, permitía ver no sólo materia, sino energía. Una vez más, movimiento, velocidad e incluso sonido. 

 

Large-Giacomo-Balla-Futuristisch-pak-Futurist-Suit-tweede-helft-second-half-1920_copy_copy.jpeg

Uno de los varios modelos de traje antineutral diseñados por Balla (1920).

 

Aproximación a la obra: Dinamismo de un perro con correa (1912)

Uno de los mejores ejemplos del sello de este artista lo podemos encontrar en Dinamismo de un perro con correa (1912), un óleo sobre lienzo de 89,9 por 109,9 centímetros, actualmente conservado en la colección del Buffalo AKG Art Museum, en el estado de Nueva York, donde una escena trivial adquiere una relevancia inusitada. Una mujer camina por la calle con su perro, pero las patas del animal se multiplican, la correa vibra en arcos sucesivos y los pies de la mujer se repiten como un metrónomo visual. Ritmo, repetición y desplazamiento en una obra que dialoga directamente con la cronofotografía de Étienne-Jules Marey y Eadweard Muybridge, cuyas experiencias fueron precursoras del cine. 

  Giacomo_Balla_1912_Dynamism_of_a_Dog_on_a_Leash_oil_on_canvas_89.8_x_109.8_cm_Albright-Knox_Art_Gallery-2.jpg

Dinamismo de un perro con correa (1912).

 

La técnica de Balla en esta pintura, que hoy es ícono del movimiento, busca hacer visible el tiempo, pero no como narración sino como experiencia óptica. Y dice mucho de lo que el artista pensaba, que la modernidad no está solo en la velocidad extrema del siglo XX, sino en la percepción acelerada de lo cotidiano, como el simple paseo de un perro.

Sin embargo, la relación del pintor italiano con el futurismo no duraría para siempre. A partir de los años veinte, Balla comenzó un proceso de distanciamiento silencioso que terminaría por separarlo del movimiento que él mismo había ayudado a definir. Desconfiado del rumbo que comenzaba a tomar el asunto y desencantado con las ideas del cada vez más popular fascismo, se replegó en una investigación más íntima y menos militante. De allí surgieron obras como Números enamorados (1920) o Pesimismo y optimismo (1923), donde lo abstracto llega a nuevos niveles.

 

pessimism-and-optimism-giacomo-balla-1923-italy.jpg

 Pesimismo y optimismo (1923).

 

En la década del 30, el artista se desvinculó formalmente del futurismo y volvió a la figuración, el retrato, el paisaje y la naturaleza muerta, retomando técnicas tradicionales y una relación más directa con la observación. Pintó escenas domésticas, vistas urbanas y composiciones de tono casi intimista, pero su obra no tuvo la misma relevancia que en el pasado. 

Hacia el final de su vida, la figura del pintor italiano fue leída con ambivalencia: pionero indiscutido del futurismo y, al mismo tiempo, su primer desertor. Murió en Roma en 1958, con una obra extensa y desigual, pero atravesada por su propia coherencia y la convicción de que el arte no debía obedecer a programas eternos, sino a la libertad de su tiempo. Quizás en ese gesto, en esa decisión firme de abandonar la vanguardia cuando se vuelve dogma, radique uno de los mayores legados de Giacomo Balla, el cronista visual de un mundo que comenzó a girar más rápido de lo que el ojo humano podía procesar.

 

 

 

 

 

LOGO FOOTER

Contacto: info@elojodelarte.com
elojodelarte.com ® Una plataforma de LittleBull Prod. © 2025 Todos los derechos reservados.

Este sitio cuenta con el auspicio de Buenos Aires Ciudad

Este sitio fue declarado de interés cultural por la Honorable Cámara de Diputados de la Nación y la Legislatura Porteña

Alpha
darkmode
×