David Hockney: por la vereda del sol

Seducido por la luz y los colores de California, su vida y su pintura se vieron liberadas gracias a los aires hedonistas de la Costa Oeste, dejando atrás un pasado gris y reprimido en su Inglaterra natal.
Por Juan Gabriel Batalla

 

David Hockney tenía dos años cuando, en 1939, llegó al cine “El Mago de Oz”. No hay referencias acerca de la película en las entrevistas que ha dado en su vida, sin embargo existe un momento del filme que puede aplicarse a su vida: cuando Dorothy abandona el sepia de Texas para caer, literalmente, en aquel colorido mundo. Algo así pudo sucederle cuando por primera vez visitó California y asistió, desde el aire, a una gama de colores que nunca había visto en Bradford, su ciudad natal en Inglaterra, en la que reinan los grises edificios victorianos.

Esto ocurrió en 1963, cuando tras haber vendido todo en su primera exposición londinense, decidió regalarse un viaje más allá del Atlántico y “al sobrevolar San Bernardino y ver las piscinas y las casas y todo y el sol” se emocionó “más que nunca al llegar a cualquier ciudad”.

El atractivo por la Costa Oeste, con aquella experiencia disruptiva, fue tan profundo que su pintura se vio tan afectada y en la actualidad la asociación más directa de su obra son las piscinas, lo pop, esa bidimensionalidad que, como en el filme, parece querer mostrarnos que existe una tierra donde lo cotidiano exuda cierto tipo de colorido hedonismo.

Hockney es el caso del artista que nace y se hace, ya en su infancia paseaba con un carrito de bebé lleno de sus materiales de dibujos por Bradford, donde asistió siendo adolescente a la escuela de arte como paso previo a la prestigiosa Royal College of Art (RCA), en Londres, en la que -comentó en una entrevista con The New Yorker- fue cuando descubrió la pintura.

“No había pintado mucho en Bradford; había hecho maquetas y cosas así, pero entonces no sabíamos mucho sobre el color. Bradford era una ciudad muy, muy oscura, con edificios negros por todo el carbón y demás. La dejé en 1959 y nunca volví”, dijo.

Allí tuvo como profesor a Richard Hamilton, pionero británico del pop art, y tuvo entre sus compañeros al estadounidense Ronald Kitaj y a Peter Blake, autor de la tapa de "Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band” de The Beatles, entre otras, y que además eternizó aquella amistad con Hockney con una serie de pinturas a partir de una visita de 1979, que también incluyó al pintor Sir Howard Hodgkin, como “Have A Nice Day, Mr. Hockney” -obra en la que realiza una reversión de “El encuentro” o “Bonjour Monsieur Courbet” de Gustave Courbet- con los tres artistas como protagonistas y también realizó “David’s Swimming Pool” y “David Hockney in Hollywood”.

Y llegó 1962, año de la graduación, y el joven Hockney sentó un precedente que obligaría al RCA a cambiar sus reglas para siempre. Hasta ese momento los estatutos marcaban que los estudiantes debían presentar un ensayo escrito para egresar, pero el artista se negó aduciendo que solo debería ser evaluado por sus obras y presentó el dibujo El Diploma como forma de protesta, tras lo que produjo un debate interno y se decidió eliminar aquel ensayo final. 

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Haber ganado la medalla de oro de la RCA le facilitó el ingreso al mundo de las galerías, y ya con el dinero de su primera (y exitosa) muestra individual en la londinense Kasmin partió hacia EE.UU., momento a partir del cual comenzó a delinear su singular expresión en el lienzo que lo convirtió en uno de los artistas más cotizados.

En una obra de 1961 (We Two Boys Together Clinging), Hockney deja en claro su homosexualidad, aún cuando era castigada por la ley en el Reino Unido (fue despenalizada en 1967). Abiertamente gay desde 1957, el artista comenzó a pintar con un estilo más cercano al expresionismo abstracto que conquistaba el mercado desde EE.UU. y, a su vez, jugando con las figuras, bajo la todopoderosa influencia de Francis Bacon. Es una pieza que, en el tiempo, también remite al primer Basquiat (post SAMO), y en la que plasma una iconografía gay no solo desde lo representativo, sino también que lo refuerza con un texto sobre la pieza.  

 

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 We Two Boys Together Clinging, 1961. Óleo sobre tabla, 121.9 x 152.4 cm. Art Council Collection, Londres, Inglaterra.

 

Es entonces, con la llegada a EE.UU., con esa oportunidad de pintar a una Los Ángeles que aún no había sido capturada para el lienzo, una ciudad que crecía y representaba cierto refugio para la aesthetic del Sueño Americano que se desmoronaba, sino también el imaginario homosexual, tal como expresó en Escena doméstica, Los Ángeles (1963), una obra ya plenamente figurativa, en la que aparecen los primeros síntomas de lo que será su estilo, tanto con el cuerpo masculino como centro, sino en sus colores pasteles y esa bidimensionalidad que rompe el plano, que juega con la desproporción, y en la que, por primera vez, surge el agua.

 

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Domestic scene, Los Ángeles, 1962-3. Óleo sobre tela, 152.7 x 152.7 cm. Colección privada. 

 

Ya en Picture of a Hollywood Swimming Pool (1964) comienza a utilizar el acrílico y representa la madre de todas las piscinas que vendrían después, pero lo hace captando el ondulamiento del agua con trazos marcados, de azul sobre blanco, estilo que utilizará para pintar su propia piscina e incluso la de un hotel de Hollywood.

 

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Picture of a Hollywood Swimming Pool, 1964. Acrílico sobre tela, 91.8 × 122.2 cm. Colección privada.

 

En ese sentido, sus obras de 1963-1967 son de las más valoradas, pero se encuentran ya en colecciones privadas o museos, por lo que su pintura más cara corresponde a 1972, Retrato de un artista (piscina con dos figuras), que se vendió por USD 90,3 millones en 2018 y que hasta ese momento fue la obra más cara de un artista vivo jamás vendida en una subasta.

 

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Portrait of an Artist (Pool with Two Figures),1972. Acrílico sobre tela, 213.5 x 305 cm. Colección privada.

 

Hockney vivió entre Los Ángeles, Londres, París y se afincó en California en 1978, donde armó su estudio, y tuvo en 1970 su primera gran exposición con una (joven) retrospectiva en la Whitechapel Gallery de Londres. El tiempo lo llevaría a ser protagonista en la Bienal Whitney, a tener una mega muestra en la National Portrait Gallery de Londres (ya en 2007), siendo una de las más exitosas de la historia del espacio, y luego en la Royal Academy (2012), por nombrar solo algunas.

Pero Los Ángeles y sus piscinas no son los únicos temas desarrollados por Hockney, que también realizó retratos de amigos, estampados y tiene una forma especial de trabajar en escenografías teatrales.

Como van Gogh y Kandinsky, posee la extraña capacidad de percibir con dos sentidos a la vez, eso que la neurociencia denominó sinestesia, y si bien aseguró en entrevistas que no la utiliza a la hora de pintar, sí, en cambio, se deja llevar por ella al momento de trabajar en escenografías de óperas y ballet, ya que elige los colores a partir de lo que le disparan las piezas musicales, tal como sucedió en trabajos para el Royal Court Theatre, el Festival de Glyndebourne, La Scala y la Metropolitan Opera House en Nueva York.

En los ochenta, su obra da un giro cuando arranca con su serie de "joiners", unos collages fotográficos a partir de capturas de una sola persona (o paisajes) que, al superponerse, generan una imagen multidimensional de corte cubista que nos hablan de la infinitud de la representación, de las diferentes perspectivas, abordajes, que se pueden tener frente a un objeto o problema y, de esta manera, sobre la construcción de lo que creemos como real, asentado en una lógica cartesiana.

Admirador de Picasso, Hockney realizó una serie de grabados durante los setenta inspirados en La Guitarra Azul del malagueño y ya en los ochenta, en un encargo para Vogue, pintó a la diseñadora Celia Birtwell mixturando el cubismo con su perspectiva “joiner”.

 

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 Retrato de Celia Birtwel para la tapa de Vogue (1985).

 

Esta relación con la tecnología como medio, en el caso de  sus “joiners”, a partir del uso de Polaroids, se incrementó con el tiempo y fue intercalando en su práctica pictórica herramientas como programas de computadora que le permitían dibujar sobre la pantalla a, en los últimos tiempos, trabajar directamente en iPhone e iPad, en muchos casos presentando las obras en los dispositivos y en otras usándolo como reemplazo de las acuarelas o las carbonillas que realizaba para bosquejar obras que luego llevaría al lienzo.

Entre estas obras se encuentra Un año en Normandía, un enorme friso impreso de 91 metros de largo, ensamblado a partir de las 220 obras que creó durante el encierro de la pandemia en la ciudad francesa, que se presentó en el Museo de l’Orangerie de Francia, país al que se mudó en 2019.

 

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A Year in Normandy, 2019. Musee de l'Orangerie, Francia. 

 

“Dejé la fotografía. Todo el mundo es fotógrafo. Todo el mundo tiene un teléfono móvil en su bolsillo. La fotografía se ha vuelto muy aburrida”, dijo durante la presentación y agregó con respecto al uso del iPad: “Es una técnica nueva. No creo que haya mucha gente que la utilice”.

 

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 Extractos A Year in Normandy, 2109.

 

La obra de estos últimos trabajos recoge la herencia del van Gogh de Auvers-sur-Oise, juega con los nenúfares de Monet y se expresa con una plenitud de colores, una característica de siempre, pero rompe con los planteamientos arquitectónicos delimitados por rectas y se vuelve más suelta, más cargada, más vivaz. Y es que David Hockney siguió el camino de la ladrillos amarillos para encontrar en su interior los colores de una vida que nada tenían que ver con los grisáceos de su Bradford natal.

 

 

 

 

 

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