Ernesto Ballesteros: "Este soy yo: tengo todas estas cosas en la cabeza cuando trabajo"

Acaba de inaugurar el proyecto “Un dibujo” en el cual dirigió a una veintena de artistas que dieron forma a una creación entre la figuración y la abstracción, donde el amarillo cobra vida y pone fuera de foco la experiencia del espectador.
Por María Paula Zacharías

 

Obra de sitio específico, instalación dibujada, performance de duración... Un dibujo es un dibujo y muchas cosas a la vez. Se trata de la muestra de Ernesto Ballesteros que se inauguró el sábado 7 de mayo en el Marco, museo de la Fundación Tres Pinos (Almirante Brown 1031, La Boca). Durante seis semanas, un grupo de veinte artistas estuvo encerrado de la mañana a la noche dibujando en las paredes de la sala una composición de círculos amarillos que emergen o se sumergen en el zócalo. Trabajaron ahí los artistas Violeta Mollo, Cotelito, Laura Ojeda Bär, Ji Hyun Kim, Maximiliano Murad, Carlos Cima, María Mulder, Guido Orlando Contrafatti, Celina Eceiza, Lucía Reissig, Florencia Ferrari, Rocío Englender, Walter Andrade, María Valeria Maggi, Yael Desbats, Triana Leborans, Juan Gabriel Miño, Cervio Martini, Sofía Berakha y Julieta Ezcurra.

En el primer piso, el dibujo es más leve, apenas unos puntos de colores a la altura de los ojos que hizo Ballesteros en solitario. "Mi trabajo sería una excitación mínima al campo del arte", explica en esta conversación con El Ojo del Arte.

 

–Es algo muy poderoso lo que se siente al entrar en la sala y encontrarla vacía. Hay que ir a buscar la obra en la pared.

–El mural de zócalos nació hace años, cuando yo ya trabajaba con más gente que me ayudaba. Me pregunté cuál era la forma más cómoda posible de dibujar. Acostado, pensé. Y así salió. Pero resultó que trabajar acostado es muy incómodo, y al principio ¡todos se quejaban! 

 

–Resulta una muestra muy silenciosa, muy zen.

–Vivimos una época de cada vez más data, mucha imagen. Veo por fotos los espacios de la Bienal de Venecia y está todo lleno. Entonces, la idea ha sido crear un espacio donde se sospeche que hay algo, pero que en una de esas no hay nada. 

 

–Un desconcierto. Incluso al ver este mural parece fuera de foco.

–Vivimos con mucho foco. Con ansias por poner en foco, por saber lo que estamos viendo, dónde se termina una cosa y dónde empieza la otra, qué es lo que uno está viendo. Y con esta muestra yo juego con eso. Lo que está no significa nada. Está ahí flotando. Y no se sabe bien si es que uno necesita anteojos. Así como hay un campo gravitacional o un campo electromagnético, yo me imagino siempre que hay un campo asociado al arte, y entonces lo excito muy suavemente.

 

–Una frecuencia baja.

–En ciencia, la gravedad no es una fuerza, sino un campo al que un objeto con masa lo deforma, como si en un colchón pusieras una pelota. Hay muchos trabajos en el arte contemporáneo que tienen mucha masa y deforman el campo artístico de manera considerable. Mi plan acá fue hacer una pelotita muy chiquitita, que se apoye en ese colchón, en ese campo del arte, y no lo deforme prácticamente nada. Está muy cerca del blanco, e incluso es más clarito todavía. Entonces uno termina casi observando el campo, lo que está ahí, la partícula. Uno empieza a ver la pared. Cuando decís que tenes ganas de ponerte unos lentes, estás acordándote de tu visión, de tus ojos. También eso me gusta. Cuando miramos la realidad, la modificamos, la creamos. El sol emite, más que nada, el amarillo. Tenemos centrada nuestra visión en el amarillo, que está en el centro del arcoíris. Un poquito hacia el violeta, un poquito para allá, el rojo. Pero el amarillo es el color para el que nuestros ojos son más sensibles. Borges dijo que el último color que vio fue el amarillo cuando se iba quedando ciego. Por eso, abajo es amarillo, que tiene más luz que el blanco. El amarillo es el único color, sacando los tonos flúo, que si lo ponés sobre el blanco tiene más luz que el blanco mismo. La realidad no se limita a estos colores, estas irradiaciones. En astronomía está más probado, porque hay satélites por ahí dando vueltas que ven más allá. Ahora se lanzó el James Webb Space Telescope que ve más allá del infrarrojo (es un observatorio espacial desarrollado a través de la colaboración de veinte países, con resolución y sensibilidad sin precedentes, que buscará observar la formación de las primeras galaxias). El universo se expande y cada vez que ves un objeto que está más lejano en grandes distancias, tiene mayor corrimiento al rojo, y hay un punto donde ya se corrió del espectro visible. Yo veo esto con los ojos abiertos. Pero cuando cierro los ojos, sé que esta realidad es más amplia de la que estoy viendo. Este soy yo, tengo todas estas cosas en la cabeza cuando trabajo. Todo lo que es masa deforma el campo gravitatorio y la masa es lo que genera la idea de distancia, de escala. El físico Roger Penrose habla de que el universo no comenzó hace 13800 millones de años y antes no había nada, sino que cree en una especie de cosa cíclica, y el comienzo del anterior universo tiene que ver con el va a ser el futuro de éste. Sabemos que cuando hasta los agujeros negros ya se han evaporado, va solo a haber radiación. Y cuando sólo queda radiación, cuando sólo queda energía en el universo, el universo pierde su escala. Lo dice de una manera que a mí me resulta poética. El universo olvida su escala y necesita un cambio de fase. Empieza otro. No hay escala, no hay distancias, porque no hay objetos. 

 

–¿Y cómo sería el concepto de campo?

–Si vos entrás a una discoteca, una playa, un bar o un dormitorio, el campo sexual está más excitado. Si entrás a una mezquita, es el campo místico el más excitado. El ser humano cada vez que descubrió algo se puso en el centro. A principios de siglo, Edwin Hubble descubrió que el universo era algo más que nuestra galaxia. Tiene como cien años la idea de que el universo consta de algo más que nuestra galaxia. Somos muy jóvenes en nuestra sapiencia de muchas cosas. ¡Y ahora se habla de multiversos! Me pregunto si en otras civilizaciones existirá algo como lo que llamamos arte. ¿Qué se necesita para que haya arte? ¿Determinado nivel de consciencia? También hay un campo asociado a la consciencia y hay quienes hablan de que el universo mismo es consciente (y tiene consciencia de su escala mientras haya materia). Nosotros tendemos a ponernos en el centro y pensar que la consciencia es propia del ser humano. Pero después uno ve consciencia hasta en el comportamiento de las cucarachas. Ni hablar de los perros, los caballos: cada ser tiene la conciencia que le sirve, que le es dada.

 

–Este dibujo parece que está perdiendo materia y olvidando su escala. ¿Crece, se mueve?

–No se sabe si crece o si está contrayéndose. El de abajo, no se sabe si está empezando a elevarse o terminando de caer. Es tan suave que no se ve. Tiene que terminarlo uno. La persona que observa tiene que poner bastante de sí. Es como un desafío.

 

–Hay que conectarse con las energías que están en movimiento a partir de esta intervención.

–Yo siento que es una muestra que a quien le gusta mi trabajo le va a gustar más y a quién no le gusta le va a gustar menos porque no es seductora, no es algo que te estoy tirando al ojo. Me acuerdo de los cuatro o tres minutos de silencio de Cage: no te está dejando en medio del silencio, sino que nos está invitando a que escuchemos todo lo demás que no es música. Está haciendo un paréntesis para escuchar tu pulso, al que tose atrás... El arte contemporáneo es eso. En vez de decir volvé al museo, te manda a salir al mundo y mirarlo con otros ojos, con consciencia. Enriquece tu mirada. Entonces, en ese sentido, mi trabajo sería como casi excitar mínimamente el campo del arte.

 

–Esta pieza sería un entrenamiento para ver cosas más sutiles.

–Terminás mirando la textura de la pared. En el caso de los dibujos, mirando sobre lo que están hechos.

 

– En el dibujo hay una figura muy recurrente en tu obra, que es el punto.

–El punto no existe. En 1991 hice una serie que eran puntitos hechos con un Rotring muy finito. Después con un cuentahílos, que es una lupa muy chiquita, transcribí exactamente lo que veía y eran de una forma que no eran puntos, eran órbitas. Y eso lo pinté en varios cuadritos: eran cosas, redondeles deformados, comas. El punto es una idea. No existe. La línea tampoco. Son todos rectángulos. Lo que tiene este campo son ideas y eso también es lindo. Poner en duda la diferencia entre la idea y la realidad para mí es un tesoro. 

 

–El universo es infinito en su extensión pero también en su microscopía, su pequeñez. Estamos entre dos abismos.

–Y también en el tiempo. Hay un infinito que es de acá hacia el infinito, y hay un infinito que es desde el infinito hacia el infinito. Ni siquiera hay un solo infinito. Un físico explicó que todo este mundo cuántico es matemática. Cuando usamos la palabra para explicar, la estamos usando como se la utiliza en la poesía. Este mundo de lo pequeño es algo que se transforma. Es casi más interesante y más loco que el mundo de lo enorme, partiendo de la base de que todo lo que es materia está formado por algo que no es materia, sino energía. Son fuerzas, no hay algo. Es energía que se repele o atrae. En mis trabajos me agrada cuando hay resonancia con eso. Esa indeterminación que veías en el fuera de foco de estos puntos aumentados es la misma indeterminación que existe cuando se observa una partícula cuántica y se la modifica. Es como si quisieras mirar un ladrillo tirando un ladrillo: ya le cambiaste la posición. Es hermoso.

 

–Ponés una imagen donde las palabras ya no llegan.

–No hay mucha explicación. Hay cosas que se explican más y hay otras que no. Me tomé el atrevimiento de trabajar yéndome hacia lo desconocido, sin saber muy bien qué estaba haciendo, pero haciéndolo al fin. Y después capaz que cuando lo veo empiezo a entender lo que eso mismo dice. Voy sin un plan porque si no, me estaría perdiendo de un montón de cosas.

 

–Sos campo de arte.

–¡Sí! Y el trabajo me modifica a mí a la vez, y si tuviera un plan estricto con un concepto predeterminado, no hubiera cambiado cosas. Y cambiamos un montón sobre la marcha. Alejandra Aguado fue la acompañante curatorial y en un momento dado me dijo: "No te estás bancando el vacío que vos mismo estás creando. Sacá". Saqué ochocientos cachitos de cinta azul que había puesto para que los chicos hicieran un punto justo donde había marcado. Me había agarrado a mí mismo el horror vacui. Yo quería usar el amarillo. Es un color que tiene connotaciones religiosas y políticas y era una especie de "devolverme el amarillo". Es el color de la estrella.

 

 

 

 

 

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