"Tenía ganas de aislarme un tiempo para escribir y también aprovecho y estoy pintando mucho. Lo que estamos viviendo me sirve de tema", dice
Luis Felipe Noé, el querido Yuyo, que cumplió 88 años y lo tuvo que festejar solo, compartiendo por Instagram un video en el que baila con una máscara. "Lo que necesito es estar conmigo", reconoce el maestro, cómodo en su soledad. Desde que comenzó el confinamiento realizó seis cuadros de gran tamaño, pintados durante cuatro o seis horas, todas las tardes. Los hace de pie y por eso se lamenta, ¡por no poder pintar más! En los ratos libres, lee filósofos del romanticismo como Friedrich Schelling y planea una nueva versión de su libro El caos que constituimos. Reserva las mañanas para escribir.
–Está todo patas para arriba el mundo, ¿no? Hay mucha tela para cortar desde tu teoría del caos.
– Sí. Bueno... hablando de tela, tengo bastantes telas viejas, que no me gustan, las tapo, y entonces aparece un cuadro nuevo. Y sí, desde que estoy acá encerrado ya he hecho seis cuadros, estoy terminando el sexto, y tres de ellos son sobre el tema. Tal vez haga una serie que se llame El virus reina. Claro, si tiene corona cómo no va a reinar. Estoy leyendo mucho en función de lo que estoy escribiendo. No es en relación a este momento... Estoy muy metido en este momento en el romanticismo, y el romanticismo desde todo punto de vista. Ensayos sobre la pintura del Renacimiento, y todas esas cosas, pero sobre todo en torno a la filosofía, estoy leyendo sobre los Schlegel, de Fichte, de Schelling.
–¿Cómo son estas seis nuevas pinturas?
–Hay algo que pasa con los viejos: o se van a la mierda... digo, mentalmente, o están más lúcidos que nunca y aprenden muchas cosas. Y por suerte yo creo que soy de estos. Y sobre todo en el campo de la pintura. Hay una cantidad de pintores que las mejores obras que han hecho las hicieron de viejos: Tiziano, Monet, Matisse, Hokusai, etcétera. Y yo quiero anotarme en ese club, aunque no tenga el nivel de ellos. Pero aprender esa experiencia.
–Me lo has dicho en alguna otra nota, y yo estoy de acuerdo con tu teoría, y por supuesto que tu obra nueva es impresionante. La vi en Rubbers, “Ochenta y seis”, y después pasó al Palacio Duhau. ¿Y vos cómo estás arreglándote en tus días? ¿Tenés una buena provisión?
–Yo estoy muy cómodo. Tranquilo. Hay una señora, muy buena colaboradora, me cuida mucho. Y bueno, y aquí estoy.
–A vos el arte te demanda mucha salida, mucha inauguración, mucha presentación. Es como que el mundo del arte se nutre de vos.
–Esa es la parte que hago más obligada. En realidad, yo no la necesito. Lo que necesito es estar conmigo. Pero lo hago. Últimamente no iba tanto a inauguraciones y demás.
–¿Y qué cosas estás haciendo en cuarentena que no hacías en tu vida cotidiana? ¿Qué cosas nuevas?
–Nada...
–¿No te dio por cocinar? Todo el mundo cocina ahora.
–No, eso se me había dado cuando vivía en París, pero por suerte para la gente he dejado de cocinar. Soy muy mal cocinero. Inventaba cosas, incluso. Me acuerdo de haber hecho un gigot. Donde está el hueso de la pata del cordero, había puesto queso roquefort. Todo adentro. Era bastante bueno, pero lo que pasaba es que por ahí me equivocaba y encima lo salaba, y entonces era imposible comerlo, por el roquefort. También inventé... me acuerdo de haber inventado arroz cocinado con vino blanco. Y después me dijeron que eso los italianos ya lo habían inventado.
–¿Te visitan virtualmente los amigos como yo, así por camarita?
–Yo soy un viejo analfabeto tecnológicamente. No manejo las máquinas estas. Y entonces solo lo hago... salvo que me ayuden a manejarla. Por teléfono sí, me llaman. Bueno, esa maquinita al menos la sé manejar, el teléfono. Yo tengo un telefonito, pero esos viejos, así de bolsillo, que únicamente sirve para hablar por teléfono.
–¿Cuántas horas pasás por día en el taller, Yuyo?
–Mirá, yo no soy un tipo de horarios. Pero más o menos podría decirte que me reparto entre escribir y pintar. Aunque hay días en que nada más que pinto, y hay días en que nada más estoy escribiendo. Pero por lo general en la mañana tiendo más bien a escribir, y en la tarde más bien a pintar. Horas te diré, más o menos, cuatro horas pintando. El problema es que yo no puedo pintar con la obra vertical casi nunca, porque no puedo estirar el brazo derecho. Entonces trabajo en mesa. Y a veces si el cuadro es grande tengo que estar de pie, pero agachado para trabajar sobre la mesa. Y eso a veces me cansa y me limita a menos horas. Después vuelvo, pero... Cinco o seis horas, nada más.
–¡Nada más! Sabés, sos la envidia de muchos jóvenes que no logran concentrarse ni veinte minutos ahora con la cuarentena. Porque la gente está muy dispersa. Me incluyo.
–Mirá, yo tengo por suerte una casa grande. Y entonces no estoy encerrado. Entonces voy a un lado, voy al otro. Además, tengo patios y tengo terraza. Es terrible estar encerrado, ¿no?
Adelanto del libro Artistas de entrecasa. Diario de cuarentena en la voz de 90 artistas.
Entrevista completa en YouTube (Buenos Aires, 4 de mayo de 2020).