Julio Le Parc: "Veo muestras de arte y tecnología que son un derroche de medios, y no encuentro una idea detrás"

Uno de los artistas argentinos más importantes del siglo XX. La luz es su materia. Sus obras están en perpetua transformación y en constante inestabilidad.   
Por María Paula Zacharías

Julio Le Parc es altísimo. Mendocino, pero con más de cincuenta años de residente en París, tiene un charme del viejo mundo, un no sé qué de pañuelos y boinas. Parece que habla en serio, con esa voz profunda que nunca levanta. Pero es un gran humorista. “Me obligan a trabajar todo el tiempo. No me dejan jubilar”, se queja. Y provoca la risa. No es chiste, de todas maneras, la agenda de viajes y muestras que lleva su hijo Yamil Le Parc, acompañante y propulsor de la febril actividad de este artista fundamental del arte lumínico y cinético en el mundo, de ochenta y seis años. La lista de pendientes incluye preparar un pabellón permanente para el museo de Arte Contemporânea Inhotim, de Belo Horizonte; pensar una escultura para la Ciudad de Buenos Aires; preparar una obra lumínica para el Obelisco; diseñar otra para los cien años del Citibank; crear una escultura monumental para Miami, y montar dos muestras, una en el Pérez Art Museum de Miami (PAMM) y otra en la Serpentine Gallery de Londres. 

En su paso por Buenos Aires de una semana, montó una muestra monumental en el Malba, Le Parc Lumière. Son diecisiete instalaciones lumínicas, desplegadas en dos salas del museo completamente a oscuras, iluminadas solo por los destellos de luz en movimiento que desprenden sus obras. Unas titilan en el techo, otras forman medusas en la pared, ondulan, se entretejen, marean, despiertan... La luz es su materia, y no estamos hablando de leds. Cada uno de los artefactos expuestos fue creado en los 60, con un nivel de complejidad tecnológica igual a cero. Son fruto de investigaciones hechas con lo que hubiera en la cocina. Vistas bien de cerca es fascinante descubrir la simplicidad de los trucos: apenas el motor de una cajita de música que hace vibrar unos alambres o pone a girar las ruedas que recortan formas en el haz de luz. Sus obras están en perpetua transformación y en constante inestabilidad, y exigen la participación del espectador. Detrás de esos reflejos hay ideas políticas. 

 

- ¿Qué lugar tienen los artistas latinoamericanos en la escena mundial? 

- En aquellos años, los 40, los 50, era más limitada la relación, pero el movimiento de arte concreto era similar en Buenos Aires, Brasil, Venezuela. Y en la actualidad con la maravillosa facilidad que hay para comunicarse y viajar se ha difundido más. Sería interesante potenciar intercambios entre artistas de diferentes países para defender mejor la creación latinoamericana. Porque se ha avanzado mucho, pero hay una lucha que sigue existiendo contra el predominio a todo nivel norteamericano. Hubo un momento, a comienzos de los años 60, en que había una actitud más abierta, pero después hubo una reacción fuerte. El director del MoMA, William Seitz, en 1963, quería hacer una muestra sobre arte óptico y cinético. Pero como los artistas venían en su mayoría de Europa, borraron la parte del arte en movimiento, porque no había representantes norteamericanos. Me borraron a mí, entre otros. 

 

- En Francia sí es un artista mimado. 

- Sí, sobre todo en estos últimos años. El año pasado, el director del Palais de Tokyo decidió que cada año iba a homenajear a un artista y empezó por mí. Es como si fuera un viejo que al mismo tiempo es joven. Fue una exposición monográfica muy importante, de dos mil metros cuadrados y grandes obras, de hasta cinco metros de altura. Tuvo muchísima repercusión y ciento setenta mil visitantes en tres meses. Fue como un redescubrimiento.

 

- Usted ha tenido posiciones cercanas al comunismo, al anarquismo... Actualmente ¿cómo se define políticamente? 

- De ninguna manera, nunca estuve afiliado a ningún partido. Yo siempre digo en broma que tal vez sea tan anarquista que ni siquiera soy anarquista. Es según el momento, y nada es rectilíneo. Ni en mi trabajo personal ni en mis ideas tengo una certidumbre total como para tener una tranquilidad de consciencia: están los compromisos, las contradicciones, lo que uno quiere hacer, lo que uno puede o lo que lo dejan. Uno ve en cada circunstancia cómo funcionar. Si uno aplica un sistema preestablecido por un partido o una ideología en todas las circunstancias, no es probable que encuentre la mejor actitud a tener.

 

- ¿Cómo encuentra hoy a la Argentina? 

- Veo que en los últimos años ha habido cambios muy importantes. Los gobiernos actuales han ido creando relaciones, con el Mercosur y su relación de mercado, o la Unasur. Se van estrechando relaciones con acuerdos y cercanía cultural. Hace que haya una solidaridad mucho más grande, y una mejor resistencia al dominio de países como Estados Unidos. Para ellos, América Latina es nada más que una reserva a su disposición. Esta unión hay que desarrollarla y sostenerla. A todo nivel hay en América Latina iguales o mejores creadores de lo que nos quieren hacer creer. Los norteamericanos imponen a sus artistas con mecanismos que tienen muy bien estudiados, hacen una penetración cultural a nivel mundial. Pienso que esta red que se está tejiendo puede llegar a contrarrestar esa actitud de creer que lo único bueno viene de Estados Unidos. 

 

- ¿Qué opina de la década K? 

- Nada más por su política de derechos humanos me parece ya extraordinaria. Los detalles económicos y entretelones de su gobierno no llego a dominarlos como para dar una opinión, pero veo que ha habido cambios desde la época del corralito hasta ahora. No hay duda en la comparación. La situación mejoró. Aunque no todo funciona sobre rieles, siempre hay cosas que se pueden mejorar. Y deseo que sigan bajando los niveles de pobreza y desempleo y crezca la fraternidad entre los argentinos. 

 

Le Parc tiene un historial de activista, que comienza en sus años de estudiante. A saber: fue expulsado de Francia por crear afiches para Mayo del 68; firmó textos revolucionarios como Guerrilla cultural, se negó a participar en la exposición 72/72 del Grand Palais, en 1972, para denunciar la afinidad de la muestra con el gobierno; jugó a los dados su participación en una exposición en el Museo de Arte Moderno de París y perdió. Integró las brigadas de artistas antifascistas, en contra de las dictaduras en América Latina, y de eso hubo un botón de muestra en su retrospectiva del Palais de Tokyo: un juego proponía golpear figuras de autoridad (militar, sacerdote, padre, jefe, juez) y se podía tirar dardos al imperialista, al intelectual no comprometido, al capitalista...

 

- ¿Cómo ayuda el arte a cambiar la realidad? 

- Es una pretensión que nunca hay que tener, porque la realidad es mucho más fuerte. Pero en los años 50s y 60s nos lo preguntamos y encontramos el reflejo de la sociedad en el interior del medio artístico. El espectador era como el pueblo, que quedaba excluido de las decisiones, o se lo llamaba de vez en cuando a votar, nada más. Los espectadores parecían innecesarios. En los museos, solo podían someterse de antemano a lo que se les daba como creación contemporánea importante, y a veces no lo es. Hay un código de intereses o valorizaciones artificiales que pretenden imponerse aún hoy, decidido por muy pocas personas. El análisis que hicimos fue de qué manera podíamos cambiar esa relación entre el espectador pasivo y la creación contemporánea. Y la respuesta fue a través de una relación visual, óptica, que es diferente en cada persona, porque no hay dos personas con la misma constitución fisiológica. La toma de consideración del espectador, que estaba fuera de la creación contemporánea, era algo político. Queríamos demostrar que podía haber nuevas relaciones: el espectador sometido pasaba a ser activo.

 

- ¿Cómo ve el uso de la tecnología en el arte? 

- Todos los medios son buenos en la medida en que sirven para poner en evidencia una búsqueda, una idea de un artista, y si esa tecnología es usada por el artista y no que la tecnología use al artista. A veces veo muestras de arte y tecnología que son un derroche de medios, y no encuentro una idea detrás de lo que se ve. No es el medio el que condiciona el arte sino el proyecto que hay detrás. 

 

—¿Y usted puede estar sin experimentos entre manos? 

—Ahora mismo, si me das un lápiz y un papel, puedo ponerme a imaginar grandes instalaciones que tengo en la cabeza. Cosas que hacía cuando empecé, sin medios. Trabajaba con linternitas, lamparitas de la cocina. Si hubiera esperado a tener los recursos económicos para usar los medios técnicos de luz intermitente que existían entonces en las discotecas... no sé

 

- ¿De verdad quiere jubilarse? 

- Una vez les dije esto a unos amigos y quedaron escandalizados: si tuviera plata, me iría a una isla del Caribe, todo el día sentado en una hamaca con una mulata, comería frutas, un poquito de ron... Puede ser simpático una semana, pero enseguida me aburriría. En mi caso, tiene que haber una relación entre yo mismo y lo que no existe. Por eso siempre trato de que algo aparezca. Mi preocupación siempre fue ser amigo de la gente a través de lo que hago. Si consigo que el espectador se vaya un poquito mejor que como era cuando entró a mi exposición, más optimista, es buen signo. Hay mucha gente que me manifiesta eso, estos días en el Malba: “Esa tarde estaba preocupado, y ahora, saliendo de la exposición me he olvidado de mis problemas. Mis problemas quedaron de lado y cuando los trate, los voy a tratar de otra manera”. Me siento bien. Estoy en actitud positiva. Si mi trabajo logra ese resultado, es el mejor logro para el esfuerzo que pude haber hecho trabajando muchísimos años. Cuando la gente me expresa eso, es mi mayor satisfacción. 

 

BIO. Nació en Mendoza, Argentina, en 1928. Es uno de los artistas argentinos más importantes del siglo XX. Llegó a París en 1958, con una beca del gobierno francés. Formó parte del Groupe de Recherche d ́Art Visuel (Grupo de Investigación del Arte Visual). Fue reconocido en 1966 con el Gran Premio Internacional de Pintura de la XXXIII Bienal de Venecia. En la Argentina expuso con récord de público, en 1967, en el Instituto Di Tella, y en 2000, tuvo una retrospectiva en el Museo Nacional de Bellas Artes. Vive y trabaja en París. 

 

Del libro Entrevista con el arte (India, 2018), publicado originalmente en El Cronista, Clase, 27/9/14.

 

 

 

 

 

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