Nacido en Paraguay en 1963, en los últimos años su nombre ha cobrado relevancia internacional, especialmente desde la obtención del León de Oro en la Bienal de Venecia de Arquitectura 2016. Antes de iniciar la charla se explaya sobre las nuevas tecnologías, la IA, los beneficios que trae si se la utiliza con inteligencia.
–Le pregunté a un amigo arquitecto de Rosario, ¿lo conocés a Solano Benítez?; al responderme comete un lapsus (a mi juicio, determinante, como todo lapsus) y dice: “Es un arquista…”. Para mí esa falla demuestra tu posición equidistante entre el arte y la arquitectura, ¿sos un arquitecto artista?
–Yo creo que el principal problema que tenemos es que en la definición misma de arquitectura está la condición de arte, ¿no? Y lógicamente la arquitectura es una de las artes mayores. El asunto es que así como hemos aceptado que, ¿cómo puedo decir eso?, como placebo de sociedad aceptamos el mercado, ¿verdad?, como placebo de arquitectura aceptamos cualquier construcción de cualquier índole, etcétera, etcétera. Es decir, supongo que una sociedad es algo mucho más valioso y mucho más extenso de lo que puede llegar a verificarse a través de la noción de mercado. Y de la misma manera, de la misma forma ocurre con la arquitectura.
Le Corbusier escribe en el 29 Hacia una arquitectura, y como tiene poco tiempo descubre que si repite varias veces un concepto que juzga interesante, pega muy bien. Entonces él dice [Solano recita de memoria el pasaje de Le Corbusier, parece, de pronto, poseído por fuerzas ignotas]:
Utilizas la piedra, la madera y el metal y con esos materiales levantas casas, palacios. Esto es construcción, el ingenio trabaja. Gracias te doy como le doy las gracias al ingeniero de los ferrocarriles o de la telefónica, pero no han llegado a mi corazón. Sin embargo, las paredes se levantan en un orden tal que estoy emocionado, siento tus intenciones, sos dulce, digno, encantador o brutal. Me lo dicen tus piedras, mis ojos miran cualquier cosa que enuncie un pensamiento, un pensamiento que se expresa sin palabras sino por la relación de los volúmenes entre sí.
Estas relaciones no tienen nada de cálculo, son el lenguaje del espíritu junto a la materia prima y un programa más o menos utilitario que se ha superado, ha establecido relaciones que me han conmovido; esto es arquitectura, el arte está aquí.
[Y sin que se lo pida, Solano se lanza a una disquisición sobre el conocimiento].
El conocimiento es seguramente la invención, porque si seguimos a Bertrand Russell vamos a saber que todo conocimiento es inexacto, incierto y parcial. Pero aún así el conocimiento es la manera como nosotros hemos logrado ir evolucionando, ir cambiando y transformándonos. Y en la producción de ese conocimiento aparecen dos protagonistas muy poderosos.
Los científicos y los artistas. Los artistas y los científicos intentan nombrar el mundo, observar la realidad y darle sustancia, darle sentido. Así que claro, la condición del arte resulta central. Ahora, también es muy difícil definir qué es arte. Y ahí, si vas al diccionario, tal vez la entrada arte diga algo como un hacer excepcional. Quizás esta sea la condición más sintética que pueda vincular todas las artes.
Por otro lado, no existe arte sin emoción, y no hay emoción sin pasión. Somos seres emocionales que razonamos. Y la emoción es el disparo, es la fuerza que primero nos avisa que estamos ante algo que nos está alterando. Entonces, la emoción, que es el motor que va mojonando el transcurrir de nuestro tiempo, inmediatamente nos dice: acá está pasando algo. De ahí que pensar, investigar, analizar produzca tanto gozo, emociones tan fuertes que movilizan extraordinariamente.
[Introduce antes de terminar una de sus obsesiones, el ladrillo, materia central en su práctica y habla de la importancia de este objeto para la historia humana]
–En tu trabajo el ladrillo aparece como un elemento estructural; el ladrillo tiene ciertas cualidades como su bajo costo y al mismo tiempo, en tu trabajo, siempre está latente la pregunta por la restricción, ¿cómo lidiar con la menor cantidad de recursos disponibles? Además, en una entrevista dijiste, el problema no es tanto los recursos, sino la imaginación. ¿Se puede pensar la imaginación como una forma de conocimiento?
–Claro, algunos actores admiten que en realidad nosotros ya sabemos todo, y que tal vez el giro que se le pueda dar a esta afirmación sea que en realidad somos capaces de imaginar todo. Y vuelve a citar de memoria, esta vez, el antepenúltimo párrafo de “Pierre Menard, autor del Quijote”, de Jorge Luis Borges:
Pensar, analizar, inventar, no son actos anómalos, es la normal respiración de la inteligencia, vanagloriarnos de su uso eventual, recordar con incrédulo estupor lo que el Doctor Universalis produjo, no es sino confesar nuestra languidez o nuestra barbarie. Todo hombre debería ser capaz de todas las ideas y entiendo que en un futuro lo será.
[Le digo que es mi relato preferido de Borges y él no acuerda, aunque se guarda de expresar su preferencia]
Al respecto de la imaginación, para empezar, si tuviéramos que definirnos como seres humanos diría que somos seres imaginarios, porque yo, mi condición humana tiene un mínimo, que es dos. El individuo no es un ser humano. Mi humanidad arranca desde el momento en que entiendo que debo cuidarme para estar bien. Para ser humano, se requiere entender, no que yo me ponga en tu lugar, no que me caigas simpático, no que yo te rechace. Involucra el hecho de que yo me sepa vos, que yo me entienda como vos. Y ese mínimo, que es dos, se puede expandir hasta llegar a ser todos. Yo soy todos los seres humanos, me preocupo por mí en el planeta, en este momento, en todos los que estamos vivos, en nuestra herencia, los que recibimos y en el futuro de los que seremos y dejaremos allá.
Entonces, el acto constitutivo de la condición humana es un acto imaginario, somos seres imaginarios, porque nos imaginamos que somos, que somos muchos, como que estamos poseídos. Pero no existe otra manera de entendernos como seres humanos. Y al mismo tiempo, la imaginación, esa fuerza tan poderosa que nos constituye, es la que hoy en día está absolutamente en entredicho.
El 60% de la población mundial vive bajo la línea de pobreza, y de eso el 50% vive en la miseria. Solamente los que escapan a una fracción muy pequeña del 40% que queda por encima de la línea de la pobreza podría llegar a ser atendido por mi disciplina, por las condiciones que ha desarrollado mi disciplina para atender eficientemente las necesidades de los otros. Entonces, al mismo tiempo que hemos desarrollado este sistema de eficiencia en el relacionamiento con los otros, hemos desarrollado la indiferencia, es decir, a ver al otro no como humano sino más bien como enemigo.
La crisis que tenemos hoy en día no es de falta de recursos, porque los recursos son siempre los mismos. Nada se crea, todo se transforma. Ni tampoco por falta de conocimiento, porque hoy en día sabemos mucho más de lo que con anterioridad hemos sido capaces de entender. Nuestra gran crisis es la crisis de falta de imaginación, porque dado que tenemos lo que tenemos y sabemos lo que sabemos, no somos capaces de inventar nuevas formas de existir que nos permitan barrer con estas diferencias, dar un siguiente paso, reestructurarnos de otra forma. Entonces, ¿qué es lo que está en crisis realmente en nuestro tiempo? En nuestro tiempo, lo que estamos es súper distraídos, estamos absolutamente embelesados en el consumismo de imágenes, de noticias, de rumores, de objetos, etcétera, etcétera, y hemos declinado la posibilidad de imaginarnos por fuera de los límites del hoy.
–Tenés a cargo el diseño del Pompidou para Foz de Iguazú, que se inaugura en el 2026. Dos preguntas al respecto, ¿tomaste algo del original, te basás en algún atributo del Pompidou parisino para incorporar al nuevo?; ligado a esto ¿las autoridades del Pompidou te han puesto alguna condición (si es que se puede contar)?
–La segunda ciudad más visitada del Brasil es Foz de Iguazú, por la cantidad extraordinaria de gente que viene a ver las cataratas, etc., etc., así que la gobernación del Estado de Paraná, cuya capital es Curitiba, no Foz de Iguazú, comienza un proceso para modificar el estado de cosas. Se puede hacer por varias vías, a mí la que me interesa es precisamente la visión política del futuro, qué significa cómo en un mundo tan cambiante, tan acelerado en sus procesos, y sobre todo tan creciente en el número poblacional, podemos darles herramientas a las personas.
Es decir, nosotros ya no llegamos a generar la suficiente cantidad de estructuras o instituciones para fomentar la enseñanza, entonces, evidentemente, se puede abreviar todo ese proceso procurando no centrarse en la instrucción, sino poniendo énfasis en el aprendizaje, en cómo nosotros podemos hacer que la gente aprenda más rápido. La cuestión no es dar instrucción para que puedan adaptarse a un mundo tan cambiante, sino facilitar los procesos de aprendizaje.
Y en ese camino de facilitar los procesos de aprendizaje, si el arte es una de las condiciones que motiva la producción de conocimiento, los museos son lugares donde el aprendizaje llega masivamente. Entonces, me gusta pensar un museo como unidad de aprendizaje. Lo peor que podemos hacer es tener malos museos, porque perderíamos la batalla con TikTok, donde es imposible tratar de razonar o entenderse, ya que es una estructura que está hecha para perderse, o para aniquilar el tiempo, o para someter a las personas.
Un buen museo es un gran lugar de aprendizaje. Un museo no sólo en el sentido de acervo de obras, sino un lugar donde se pueda funcionar precisamente desde la participación de las personas y ponerlas en contacto con toda aquella expresión y cuestión que promueva no la erudición, sino mostrarle a todo el mundo los procesos artísticos, cómo alguien ha sido capaz de hacer tal y cual otra cosa, y no para que aprenda esa nueva receta, estamos hablando de la transformación del mundo.
La presencia del Pompidou permite la transformación de la que te hablaba, habrá un museo en la selva misionera del Iguazú, del Alto Paraná, para todos aquellos que quieran aprender. Se van a ver ahí, al lado de la selva, el bosque, las granadas, Picasso, Dalí, y toda la colección de artistas contemporáneos que se puedan incluir dentro de algún concepto curatorial.
Todo esto es parte del proceso de seducción, o más que el proceso de seducción, es tratar de involucrarnos en un camino que ellos encontraron, que no tuvo nada que ver con una cuestión de costos sino sobre la posibilidad de construir juntos. ¿Podemos transformar esto juntos? ¿Se animan a venir a estar acá con nosotros? ¿Podemos empezar un proceso para hacer algo sea potente para la región? Y así se inician las conversaciones, un poco con el apoyo de la gente de cultura de la gobernación y todo el equipo de la Pompidou. Y en ese proceso arranca también la danza de nombres. En algún momento quedan 30, y me dicen, Solano, estás. Luego 10. Más tarde 5. No lo podría creer. Lógicamente, el participar de ese selecto grupo fue una cosa muy interesante. Yo no estoy muy acostumbrado a estar en el centro, al contrario.
El desafío es enorme, las condiciones son difíciles porque en todos los lugares hay estructuras establecidas. De todas maneras, en ningún caso, ninguna estructura es a priori prohibitiva. El desafío consiste en contestar a todos los requerimientos (contractuales, arquitectónicos, sociales, filosóficos) con una obra que esté al nivel de los estándares del Pompidou, a nivel de los ideales políticos de transformación de una gobernación, y a nivel de solución de muy corto plazo que de señales positivas en torno a la aparición del museo.
–Me di cuenta durante la entrevista de que tu pasión es la arquitectura, pero mientras te escuchaba pensaba, creo que demuestra una pasión mayor aún por la reflexión, por la reflexión sobre el mundo. Tenés algo de pensador, te doy un pequeño tópico y vos te explayas, te desvías, tratás de atar cabos, quedan cabos sueltos. Y eso es pensar.
–Yo me convertí en abuelo hace un mes. Mi nieta se llama Renata y te digo esto por el tema de la responsabilidad de entender la sucesión, de entender que un pedazo de mis padres ahora están vivos, porque parte del ADN, de la estructura, que partió de allá, pasó por mí, llegó a mis hijos y ahora a mis nietos. Sigue siendo la misma estructura, sigue siendo el mismo mundo, sigue siendo y sigue estando el desafío de tratar de vivir una vida extraordinaria, como el arte (1), ¿cómo ser capaces de construir principalmente esa sociedad que nos permita vivir mejor?
Y si verdaderamente estamos hechos de los otros, lo mínimo que tenemos que tratar de construir es la capacidad de comunicarle a los otros nuestro legítimo y genuino interés de participar con ellos de la transformación de las cosas. Y eso no se consigue a través del discurso de la indiferencia. Y no se construye tampoco a partir de la exposición exponencial en torno a la cantidad de horas de Instagram, TikTok, o a la cantidad de imágenes que son capaces de consumir, sino que requiere todo el tiempo la necesidad de construir el mundo, de darle sentido a las cosas y mundializando todo, permitirnos un lugar y un tiempo mejor para todos. Así que es el tiempo de mi nieta, es el tiempo de mis hijos adultos, es el tiempo de disfrutar todavía de mi madre ya anciana. Y bueno, me siento muy… No es que vea que nos está yendo tan bien como humanidad, ni que tenga la ilusión de disfrazar todo lo malo, pero sí siento que podemos sumar un granito de arena a la posibilidad de transformar las cosas.
1. Me abstuve de comentárselo en la entrevista, vaya uno a saber por qué motivos, pero apenas le oí pronunciar la frase recordé unos versos de Federico Manuel Peralta Ramos que dicen: “El arte es tener talento para vivir una vida maravillosa”.