Esa cabeza enorme que está recostada sobre el césped de la Plaza Parques Nacionales Argentinos, en Avenida Figueroa Alcorta y Sucre, en los bosques de Palermo, nació como una escultura e instalación sonora y lumínica que quedó abandonada por la desidia burocrática. El sueño del lector sobrevive como puede, mutilado en su esencia y a la vista de todos, esperando que algún día le vuelvan a dar su razón de ser.
Su creador, el escultor Pablo Irrgang, imaginó hace varios años “una obra que trabajara en varios planos, como un homenaje a los escritores argentinos y a la vez como una herramienta de estímulo para los lectores generando, a través de la interacción con la escultura, un espacio de encuentro con el arte”.
“La obra surgió a partir de la escultura de Mafalda que está en San Telmo que realicé para el Gobierno de la Ciudad y entonces me comentaron que querían hacer un proyecto artístico para homenajear a los escritores. Empecé a bocetar y cuando ya lo tenía se disolvió la unidad que me lo había pedido”, cuenta Irrgang a El Ojo del Arte. Fue por eso que el proyecto quedó en stand-by un par de años hasta que en 2015 logró darle impulso nuevamente, luego de mucho batallar en dependencias oficiales. El lugar indicado para su emplazamiento, después de manejar varias opciones, fue su ubicación actual porque Irrgang consideró que ahí “podía funcionar muy bien”.
“La obra es esta gran cabezota, pero tenía otro costado que son los audios con las voces de escritores que leen sus propios textos y que la gente, en una experiencia íntima, podía escuchar sentada en el banco que tiene detrás. En la obra hay un montón de alegorías que tienen que ver con la literatura, tipografías, escenas, textos… a la noche se iluminaba desde adentro porque el material es translúcido debido a que está hecha con resina epoxi con carga de cuarzo y reforzada con fibra de vidrio”, explica el artista que realizó la mayoría de las obras del Paseo de la Historieta como El eternauta, Tía Vicenta y El loco Chávez, así como las de otros personajes que aparecen en distintos puntos del centro porteño.
Los audios incluían a escritores de renombre como Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Oliverio Girondo, Olga Orozco, Alejandra Pizarnik y Rodolfo Walsh. La pista sonaba aleatoriamente las veinticuatro horas y era solo audible para los que se sentaban a escuchar. El sonido salía por unos altavoces ocultos.
“Lamentablemente –agrega Irrgang- la Ciudad demoró un montón en darle la luz y la escultura permaneció tapiada durante un año hasta que, en noviembre de 2016, finalmente le dieron electricidad, la inauguramos y estuvo tres meses funcionando. En ese breve período a la gente le gustó mucho, pero de un día para el otro Edenor la desconectó porque el Gobierno porteño se había colgado de la luz para inaugurarla”.
El sueño del lector quedó cercenado, rengo, porque solo funciona como escultura y no en su plano interactivo. Irrgang reclamó infinidad de veces, pero no tuvo respuesta alguna. “La obra permanece abandonada y bastante lastimada porque al estar en la penumbra sufrió varios intentos de vandalismo. No la ha pasado muy bien en su experiencia en la calle”, concluye su autor.