La grulla japonesa es un colorido monumento que homenajea a la comunidad nipona en la Argentina. La obra, ubicada en la plazoleta Santiago del Estero, en Avenida 9 de julio y Marcelo T. de Alvear, a metros de la Plaza Libertad, fue creada por el escultor Julio Eduardo Goya y representa el ave nacional de ese país oriental.
Creada en 1998, la obra fue inaugurada el 3 de junio de 2000. Del acto participaron el por entonces jefe de Gobierno porteño Enrique Olivera y el embajador japonés en la Argentina Teruo Kijima. "Hago votos para que esta grulla, símbolo de longevidad, de permanencia, sea el símbolo de la eterna amistad entre nuestros pueblos", señaló Olivera en ese momento. El acto se llevó a cabo en el marco del centenario de la firma del Tratado de Amistad, Comercio y Navegación entre Argentina y Japón.
Por su parte, Goya explicó el significado de la escultura: "La grulla es una figura muy querida y respetada por los japoneses. Para eternizar esta imagen como símbolo del Japón, realicé la obra con la forma de una grulla, diseñándola con una combinación de pliegues o láminas de hierro, en forma de papel plegado (origami) para representar la tridimensión".
Al pie de la escultura, además del nombre de la obra y de su autor, puede leerse: “Centenario de Amistad Argentina-Japón. 1898-3 de febrero-1998. La colectividad japonesa en la Argentina al Pueblo Argentino. Comisión Nikkei del Centenario de Amistad Argentino-Japonesa”.
Goya nació en 1953 y su obra se inscribe dentro del movimiento abstracto con características del arte conceptual y del minimalismo. Su descendencia japonesa atraviesa gran parte de sus trabajos. Además de la Grulla, otras que se destacan son una serie de esculturas metálicas de diseños fluidos como si se trataran de llamas u ondas de agua, en tales diseños se percibe la noción zen influida por el taoísmo, del wawi o wu-wei.
Grulla tuvo que ser movida de su ubicación original en 2013 por la construcción del carril exclusivo para colectivos que atraviesa la 9 de julio, aunque luego fue reubicada a pocos metros. Y todavía sigue allí con sus colores vivos que llaman la atención de los transeúntes aunque muchos no sepan que su espíritu es el de la unión de dos naciones, que por más distancia que haya entre ellas las une un espíritu inquebrantable que tiene como aristas a la cultura, la comida, la música, el comercio y la historia.