Lobo marino, de Marta Minujín

Es el nuevo símbolo de la ciudad de Mar del Plata, en la entrada al Museo de Arte Contemporáneo (MAR). Inicialmente fue creado con miles de envoltorios de los icónicos alfajores marplatenses.
Por Martín Sassone

 

Marta Minujín, la gran artista plástica contemporánea argentina, tenía que dejar su sello en la ciudad turística por excelencia, Mar del Plata. Y lo hizo con una obra que resume el espíritu y la historia de La Feliz: un lobo marino de 10 metros de altura recubierto por láminas doradas. 

La génesis del Lobo Marino coincide con la inauguración del Museo de Arte Contemporáneo de Mar del Plata (MAR) en 2013. Minujín, con su característico estilo provocador y su amor por lo popular, concibió una obra que dialoga con la identidad de la ciudad. La elección del lobo marino, como motivo principal, no fue casual: este mamífero marino es un habitante emblemático de las costas argentinas y, en particular, de esa zona. No por nada, sobre la rambla, están los otros lobos marinos, los históricos de piedra, que llevan la firma de José Fioravanti, mientras que en el puerto se muestran remolones los de carne y hueso.

La construcción de la escultura de Minujín fue un desafío técnico y logístico. Un equipo de artesanos y metalúrgicos trabajó durante meses para dar vida a la visión de la artista. La estructura principal del lobo está realizada en hierro y metal.

Minujín pensó a su criatura de dos maneras: una efímera y otra eterna. La primera se conjugó con otro ícono de Mar del Plata, los alfajores Havanna. Para su inauguración, el 27 de diciembre de 2013, el lobo marino apareció recubierto de miles y miles de envoltorios dorados del clásico alfajor. Meses después, el 31 de agosto de 2014, se llevó a cabo “el cambio de piel”. Minujín encabezó esta performance masiva donde los visitantes se llevaron los envoltorios que cubrían al Lobo. Alrededor de 14 mil paquetes fueron canjeados en los locales de Havanna por alfajores, mientras que el resto se los quedaron aquellos que quisieron guardar un recuerdo de la obra.

Entonces el esqueleto quedó al desnudo y así dio paso a su segunda etapa de la obra, la que Minujín consideró “eterna”. Semanas más tarde, el 12 de octubre de ese año, el lobo marino quedó expuesto con su nueva “piel” de placas doradas de aluminio, luego de ser sometido a un proceso antioxidante. Minujín explicó entonces que el lobo marino “nació para tener cambios, y será de aquí en más un ícono eterno porque nadie quiso que desaparezca”. El 5 de julio de 2018, se realizó una restauración de los envoltorios de aluminio que conforman la piel definitiva del Lobo. 

El lobo marino o el lobo de los alfajores, como lo llaman algunos, es una obra de arte que conecta con el público por su originalidad y su vínculo con el lugar. En poco tiempo se convirtió en un ícono de la ciudad, ahí frente al mar, algunos kilómetros más al norte que sus primos de piedra. Ahora entre ellos se reparten las fotos turísticas, ese sello de autenticidad de que uno pasó por Mar del Plata.

 

 

 

 

 

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