Los galgos rusos, de Giacomo Merculiano

La escultura del artista italiano rinde homenaje a esta raza de perros de aspecto elegante, vinculados a la aristocracia zarista, la época dorada de Hollywood y la cultura del tango.
Por Martín Sassone

 

Conocida como Los galgos rusos, esta obra maestra de bronce, creada en 1914 por el escultor napolitano Giacomo Merculiano, es mucho más que una escultura. Es un símbolo de la elegancia y una ventana a la historia de los zares rusos y su vínculo con estos majestuosos animales, pero que también representa al glamour de Hollywood y una parte central de nuestro tango. 

Ubicado en la esquina de Avenida Córdoba y Jean Jaurés, en la Plaza Monseñor de Andrea, el monumento es una de las imágenes habituales de miles y miles de automovilistas que toman esa arteria cuando terminan sus jornadas laborales en la zona céntrica. Y también es un punto de encuentro en el barrio, a tal punto que muchos llaman al lugar Plaza de los galgos.

Merculiano, un escultor especializado en representar distintos animales, dejó una huella indeleble con su creación. Los tres perros están muy juntos y uno de ellos tiene su cabeza apoyada en el lomo de otro, mientras que el tercero eleva e inclina levemente su cuello, con sus orejas en señal de atención.

Lo que hace que esta obra sea aún más intrigante es la conexión entre los galgos rusos y la aristocracia de ese país. Estos canes, de la raza borzoi, eran los favoritos de los zares y los acompañaban en sus expediciones de caza y otros eventos importantes. Sin embargo, la historia de estos perros tomó un giro trágico después de la Revolución Bolchevique de 1917. Se dice que muchos fueron masacrados en ese período tumultuoso. 

Pero parte de su legado llegó a Argentina en la década de 1920, cuando Alfredo Le Pera, autor de algunas de las letras más icónicas cantadas por Carlos Gardel, regresó de París con varios de ellos. Incluso se rumorea que Le Pera le regaló dos de estos galgos al propio Zorzal criollo, quien ya era una leyenda en el mundo del tango.

El tango, a su vez, rindió homenaje a estos galgos rusos. En la letra de Pituca, canción compuesta por Enrique Cadícamo en 1930, se los menciona como símbolos de lujo y sofisticación, algo que supieron ostentar también familias aristocráticas y celebridades de otras partes del mundo. Fotografías de estrellas de la época dorada de Hollywood, como Greta Garbo y Marilyn Monroe junto a estos perros, son documentos visuales que capturan su gracia y magnetismo.

El Monumento a los Galgos Rusos se alza como un recordatorio de esta fascinante historia. Más allá de ser una obra de arte, es un tributo a la relación entre los seres humanos y los animales. Cada visita a esta esquina de Avenida Córdoba es un viaje a través del tiempo, donde la elegancia de los borzois y la pasión por la cultura y la historia se entrelazan de manera inolvidable.

 

 

 

 

 

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