Mural Lago Kineret, de Horacio Vodovotz

Es una de las fachadas más emblemáticas de Belgrano y desde su inauguración a mediados de los sesenta, despierta la nostalgia y los recuerdos de todo su vecindario.
Por Martín Sassone

Esta es una introducción en primera persona, una pequeña atribución que me tomo para describir el Mural Lago Kineret, una postal de mi infancia y mi adolescencia. Todas las mañanas, cuando salía de mi casa para ir al colegio y después a la universidad, giraba levemente la cabeza hacia la derecha y era lo primero que veía. Viví sobre la calle La Pampa al 2000 durante más de veinte años y “los dibujos de la esquina de O’Higgins” era mi lugar. El mural estaba de un lado y del otro, en diagonal, estaban el videoclub de Mario y Bárbara (hoy funciona una vinería) y el kiosco de revistas en el que, mucho antes de que Internet se volviera parte de nuestras vidas, era mi contacto con el mundo que me entusiasmaba a través de diarios y revistas como Racing, El Gráfico, Tenis y Guitar Player.

El mural siempre estuvo allí, con sol o con lluvia. Volvía caminando a casa y ya lo divisaba desde una cuadra antes. Seguro que lo que representó para mí también lo hizo y hace para muchos otros vecinos de la cuadra. Pero de chico hay preguntas que uno no se hace. Por qué estaba el mural justo ahí, quién lo hizo, qué significaba…

Ubicado en la ochava del edificio de seis pisos de O’Higgins 1815, en el barrio de Belgrano, es obra del arquitecto y artista Horacio Vodovotz, y representa una escena de pescadores y barcazas en el Lago Kineret, en Israel. El dibujo es claro, de contornos netos, lo que permite poder contemplarlo de un solo golpe de vista hasta cuando se pasa en auto. Fue ejecutado en mosaico vítreo, material muy resistente a la intemperie. Tiene treinta metros de alto y una superficie total de 100 m2.

El Lago Kineret, más conocido como Mar de Galilea y ubicado al norte de Israel, es donde, según la Biblia, Jesús caminó sobre sus aguas, multiplicó los panes y peces, y se presentó a sus discípulos tras resucitar.

Vodovotz, arquitecto graduado de la Universidad de Buenos, contó a El ojo del arte como surgió el proyecto: “Yo cursaba las últimas materias de Arquitectura. Trabajaba en la empresa Kineret junto a otros tres arquitectos recibidos. Me abrí paso por mis dibujos y perspectivas, sobre todo de frentes. Entonces apareció el de La Pampa. Se manejaron diversos proyectos. Sobre todo variantes de la letra K. En esa época los arquitectos diseñaban muchas variantes con letras giradas o superpuestas. Y entonces me jugué con la propuesta del Lago Kineret. Yo era muy joven, audaz, emprendedor y muy apasionado en cuestión de arte. Y convencí a los directivos. ¿Para qué querrían los futuros ocupantes del edificio unas enormes letras K girando y repitiéndose en un frente de casi 100 metros cuadrados?”.

Vodovotz se inspiró en los antiguos mosaicos de Tabgha y Cafarnaúm, hizo el boceto y se lo aprobaron. El siguiente desafío fue hacerlo a escala natural, algo que le demandó muchísimo tiempo y trabajo, porque lo hizo en soledad en su pringoso taller de la calle Neuquén. Una empresa cordobesa se encargó de hacer las planchas y cuando la obra avanzaba surgió un problema que puso en riesgo el proyecto, y por sobre todo que una vez terminado llevara su firma. Pero pronto se solucionó y la obra quedó terminada en 1966. “El mural resistió airoso hasta hoy las injurias del clima, del sol y de la lluvia. Ya pasaron casi sesenta años. Desde entonces hice unos treinta murales más, pero ninguno como ese”, concluyó el artista. 

 

 

 

 

 

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