Pegaso, de Nadia Guthmann

Su esbelta figura custodia el ingreso al campus de la Universidad de San Martín (UNSAM). El caballo alado materializa la fantasía de la legendaria figura mitológica en la imaginación colectiva del mundo cotidiano.
Por Martín Sassone

 

En el ingreso al campus Miguelete de la Universidad de San Martín (UNSAM) una enorme figura cautiva a propios y extraños. Se trata de un caballo metálico con alas, donde se cruzan la ciencia, el arte y la mitología. 

En la Antigua Grecia, Pegaso era considerado el único caballo alado que existía en la Tierra. Vivía en libertad pastando en un monte y ningún hombre había podido domesticarlo. Según la leyenda, había nacido del cuello de la Gorgona, cuando Perseo la mató en el mar. Su padre Poseidón y su hermano gemelo, Crisaor. Pero otra versión sostiene que nació en la tierra, fecundado por la sangre derramada de la Gorgona, cuando Perseo la asesinó. Al nacer, Pegaso fue al Olimpo, donde se puso a las órdenes de Zeus.

Pero más allá de lo mitológico como disparador de la obra, ¿cómo llegó Pegaso al campus universitario? Su instalación fue parte del proyecto 25 años 25 esculturas de la UNSAM. La creadora de la obra, Nadia Guthmann , lo explicó en una entrevista en el blog Las Musas Despiertas: “Tenía que ser suficientemente grande para el espacio abierto en el cual sería emplazada y yo no había hecho esculturas de más de dos o tres metros de alto. Podía diseñar una escultura nueva o re escalar una que ya tuviera. Enseguida pensé en Pegaso, porque la había concebido para un parque donde hubiera todo tipo de público y sobre todo jóvenes”. 

“A diferencia de otras obras en las que me refiero a convivencias conflictivas –amplió la artista-, el caballo alado era el resultado de la unión poética y armoniosa de dos seres, uno terrestre y otro alado, cuyas cualidades se potencian entre sí. Quería que la escultura materializara imaginación y fantasía en el mundo cotidiano. Una presencia que pudiera habitar amistosamente en un espacio público invitando a la libertad interior. Este caballo tendría que tener un gesto tierno y suave y a la vez lleno de vida; y el ave en su interior confirmaría la coexistencia de distintos mundos que interactúan, de un interior y un exterior cuyos límites se traspasan”.

Pegaso fue inaugurada en 2017 y es una escultura imponente de 500 x 300 x 400 cm en metal desplegado, malla metálica de color ferroso y traslúcida, que deja ver a través de sí el ave con la que se funde, pero que además se convirtió en un punto de referencia del campus.

Guthmann nació en 1964 en Buenos Aires y desde 1977 reside en Bariloche. Allí, a orillas del lago Gutiérrez crea sus hermosas obras. Además de artista es bióloga egresada de la Universidad Nacional del Comahue. Logró unir los conceptos biológicos y escultóricos cuando comenzó a usar tejidos metálicos para realizar sus obras. Según explicó, “la inclusión de un animal dentro de otro rompe la idea de individuos separados y sugiere otro tipo de unidad, como en los ecosistemas”. Otras de sus esculturas mixtas conocidas son Occidente-Fundación del Imperio, Patagonia Lof & Lodge, Endangered y Atrapasueños

La artista busca en sus obras “combinar lo biológico con lo ecológico con cuestiones humanas, lo salvaje versus lo domesticado, lo sumiso respecto de lo rebelde, lo autóctono respecto de lo exótico” y Pegaso “surge como una unión también de dos animales que podrían estar coexistiendo en un ambiente, como es un caballo y una garza, y en este caso la coexistencia es de alguna forma beneficiosa para los dos, porque el caballo está bien asentado en la tierra, es un poco la imagen del cuerpo, la materialización, y esta ave que está en su interior vuela y le da vuelo. Uno puede estar bien parado en la tierra y volar con la imaginación”.

 

 

 

 

 

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