En el clip de Hold up (2016), Beyoncé avanza con un bate de béisbol cumpliendo la fantasía vandálica por excelencia: destrozar los vidrios de los autos aparcados en una calle norteamericana. Cada estallido es visualizado como un arreglo de vientos del sello soul Stax en la más pura potencia sinestésica ya que los vidrios rotos no se inmiscuyen en el mid tempo R&B. Hold up es parte de Lemonade, como canción y como secuencia de una película o, al fin, de un álbum visual pensado al mismo tiempo para escuchar y mirar, un formato que se hizo cargo del híbrido en el que se nos presenta la cultura hoy. Una canción que se escucha en You Tube aunque no se la mire o videos en los que solo se escuchan discos enteros como si en MTV (aquella de los videos no esta de los reality shows) se hubieran puesto placas fijas con el nombre de los artistas y sus discos. Pero la genealogía de Hold Up hay que buscarla más en el videoarte que en la del video clip. Y si en la Madonna de Ray of Light había ecos de la Venus de Botticelli en Hold Up Beyoncé saca del museo contemporáneo a Pipilotti Rist.
Elisabette Charlotte Rist nació en Grabs, Suiza, en 1962 y en su nome de plume alude a Pippi Långstrump, traducida en España como Pipi Calzaslargas. El personaje surgido de la imaginación de la escritora sueca Astrid Lindgren puso a Escandinavia en la tevé europea y en el mapa de la cultura popular antes que Abba con una serie que apenas tuvo una temporada. Brevísima descripción de Pippi: es una niña rebelde que desafía la autoridad de los adultos. Duerme con la almohada en los pies y la cabeza bajo las sábanas. Brevísima descripción de Lotti Rist: es una videoartista que quiso ser bajista en la banda punk Les Reines Prochaines y pasó de hacer los clips promocionales al circuito del arte contemporáneo con I’m not a girl who misses much en 1986. O sea que su primera marca fue rayar el White Album de Los Beatles asumiendo el lugar de la protagonista de Happiness is a warm gun. Cada vez que Lennon canta “She’s not a girl who misses much” sepan que está cantando sobre Pipilotti Rist, la Heidi metal de los Alpes.
Decir que la obra de Pipilotti Rist transita entre lo bajo y lo alto es tan insustancial como irrelevante. Es una inadaptada del concepto MTV pero toda su producción pareciera girar en ese cortocircuito que la cultura pop introdujo en la televisión desde el escándalo de Elvis ante el broadcasting puritano en los 50 al boicot de Jarvis Cocker a Michael Jackson en los Brit Awards de 1996 para denunciar su supuesta pedofilia. En ese mismo año Pipilotti presentaba una videoinstalación llamada Sip my ocean en la que se apropia de la abrasiva balada “Wicked Game” de Chris Isaak para convertir el estribillo en una suerte de letanía de Linda Blair (El Exorcista). Ese “No, I don’t want to fall in love” que aturde, chillido de una Jane Birkin poseída. La canta ella misma, claro, convirtiendo una pieza de FM clásica (aunque con la latencia lyncheana del siniestro siempre ahí). Y se la puede escuchar en Spotify con el nombre inmejorable de I’m a victim of this song junto con varias de las músicas que usó en sus videoinstalaciones. Aquí se invierte el concepto de Beyoncé y el uso de You Tube como radio. Escuchar a Pipilotti Rist en una plataforma de sonido es como oír arte contemporáneo.
La videoinstalación sobre la que la diosa del neo soul le echó el ojo es Ever is over all y se presentó en la Bienal de Venecia en 1997. La secuencia es similar, aunque Pipilotti avanza por una calle europea con una flor en lugar de un bate de béisbol, aires de Audrey Hepburn hasta que se demuestre lo contrario. Y la flor es un arma capaz de hacer estallar los vidrios de los autos aparcados sobre la calle estrecha. Una policía femenina la sigue sin inmutarse y acá sí, por cada golpe hay un smash hit. Los vidrios estallados se meten en la música ambient compuesta para el video. Pipilotti se ha dado el gusto de su vida: meter un hit (golpe) atrás de otro para que veinte años después una de las mayores estrellas de la vanguardia popular negra la cite en su álbum visual.