Stephan Doitschinoff y el folklore esotérico de Bahía

Su estilo inconfundible con raíces en el street art, es una incursión profunda en el misticismo brasilero, plagada de sincretismos. Su trabajo abarca desde tapas de discos y ediciones de libros, hasta a la intervención completa de un pueblo rural.
Por Aldo Montaño

 

El pintor y muralista brasilero Stephan Doitschinoffl (aka Calma), es un artista autodidacta reconocido por su trabajo urbano y por haber desarrollado un estilo personal que mezcla tanto influencias occidentales como tradiciones indígenas. 

Hijo de un ministro evangélico, Doitschinoff incorporó desde niño el imaginario del arte religioso, pero eso fue lo único que tomó de las religiones, ya que se opone fervorosamente a la iglesia, al igual que a las grandes corporaciones y los gobiernos. En sus obras, mediante temas como el antropomorfismo y los comentarios políticos, religiosos e interculturales, expone una permanente crítica a la sociedad actual, la cultura del consumo y pronuncia su preocupación acerca de la crisis ecológica.

Su estilo mezcla la urgencia de lo urbano, herencia del grafitti, con colores desvaídos y una línea sencilla que recuerda a los manuscritos iluminados de la edad media. En sus obras las tradiciones espirituales del pasado dialogan con los temas de poder actuales en escenarios surrealistas donde suele estar latente el pulso de muerte, el final y el renacimiento de las cosas.

Oriundo de San Pablo, Doitschinoff recorrió entre 2005 y 2008 la zona rural de Bahía en Brasil. El artista se instaló especialmente en Lençóis, un pueblo construido sobre los restos de un diamante negro gigante. Su estudio estaba ubicado en lo alto de una colina en Tomba Surrão, donde compartió espacios y vivencias con los habitantes del lugar. Durante este viaje pintó murales en construcciones como casas de adobe, capillas y cementerios junto a artistas locales; respetando siempre las fachadas originales, el desgaste de las paredes que intervenía y la historia de cada construcción.

Hizo dialogar sus obras -en las que mezcló técnicas de pintura y aerosol- con las tradiciones de la región. Su inspiración estuvo en creencias e historias locales, representando tópicos del folklore brasileño, el simbolismo africano y el sincretismo religioso. Como parte de su compromiso social, aparece también en los murales el problema de la minería y el sometimiento de los trabajadores, en los que sintetiza sus críticas al capitalismo.

Uno de los trabajos más significativos de esta experiencia fue la intervención de la capilla Santa Lucía, usada habitualmente para rendir homenaje a los muertos. Cuando aceptó pintarla, Doitschinoff dejó de lado sus ideas en contra de la religión como señal de respeto a los habitantes del pueblo, pero también como un gesto político: poniendo a la comunidad por encima de las instituciones y hasta de sus propios ideales. La experiencia quedó documentada en el libro Calma: The art of Stephan Doitschinoff y también en el cortometraje Temporal.

En 2012 editó su segundo libro, una monografía llamada Cras que compila todas sus obras (escultura, pinturas, performances e instalaciones) creadas entre 2008 y 2012. La edición incluye una serie de textos escritos por el mismo Doitschinoff, que abren las puertas de su mundo personal. Desde entonces continua explorando su estilo en otras técnicas como el grabado, la escultura y también la serigrafía; y realizando exposiciones en galerías de Brasil, Estados Unidos y Europa.

 

 

 

 

 

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