En el corazón de Pittsburgh, en Pennsylvania, a orillas del río Allegheny, se encuentra uno de los puntos ineludibles para los apasionados del arte pop: el Museo Andy Warhol, un edificio enorme de siete pisos dedicado pura y exclusivamente a uno de los referentes máximos de la cultura estadounidense.
Pittsburgh es la ciudad natal de Warhol y está a unas seis horas de esa otra ciudad donde ocurrió todo, Nueva York, donde el artista vivió, desarrolló su obra y murió una mañana de febrero de 1987, a los cincuenta y ocho años. Su legado inconmensurable sobrevive en graffitis, murales, remeras, portadas de discos, videoclips, tazas, tatuajes y hasta en archivos NFT. Pero existe un solo lugar en el mundo que reúne prácticamente toda su obra.
El de Warhol es uno de los cuatro museos de Carnegie en Pittsburgh, una organización cultural cuya misión principal es “preservar y expandir los recursos del arte y la ciencia como agentes de crecimiento personal y progreso social”. Completan la familia el Museo de Arte Carnegie, el Museo de Historia Natural Carnegie y el Centro de Ciencias Carnegie. Aunque el de Warhol es el más especial y concurrido de todos.
Fue inaugurado en 1994, en una vieja edificación restaurada para la ocasión que antes funcionaba como almacén. La inversión para este proyecto monumental estuvo a cargo del Instituto Carnegie en colaboración con la Fundación Dia Art y la Fundación Andy Warhol para las Artes Visuales (AWFVA, por sus siglas en inglés). Antes de morir, Andy escribió en su testamento que todos sus bienes debían ser utilizados para la creación de dicha fundación en pos del "progreso de las artes visuales".
No hay en los Estados Unidos un museo dedicado a un solo artista que tenga semejante tamaño y ofrezca tantas obras como este. Pongámoslo en números: 900 pinturas, 2000 obras en papel, más de 1000 grabados, 100 esculturas, más de 4000 fotografías y más de 4300 películas y videos exhibidos a lo largo y ancho de 17 galerías emplazadas en 8200 metros cuadrados.
Para no ahogarse en el mar de propuestas, proponemos cinco obras imperdibles que no se pueden dejar de ver:
Crushed Campbell's Soup (Beef Noodle), 1962
La serie de pinturas de latas de sopa Campbell es la marca registrada de Andy Warhol, su sello distintivo, y también fue su primera exposición individual en una galería de arte como artista profesional. Por supuesto que no podían faltar en su museo personal.
Screen Test: Edie Sedgwick, 1965
Este film de cuatro minutos tiene como protagonista a la actriz Edie Sedgwick, una de las musas de Warhol y un ícono de la generación neoyorquina de los años sesenta. Sedgwick posa contra una pared blanca, con gesto serio y hasta un poco triste, mientras mira a la cámara con los ojos maquillados y la boca apenas abierta.
Jean-Michel Basquiat, 1982
La estrecha y apasionada relación que tuvieron Andy Warhol y su colega Jean-Michel Basquiat, otro de los pilares del arte contemporáneo, se ve reflejada en este retrato derruido que ya es un clásico. El detalle: está hecho con pigmentos metálicos de cobre y orina.
Flowers, 1964
La serie Flowers significó un cambio radical para un artista como Andy Warhol, que hasta ese momento era conocido básicamente por su trabajo con marcas. Para esta pieza, jugó con las capas y los colores en el proceso de la serigrafía para conseguir unas verdaderas flores pop.
Skull, 1976
Esta obra forma parte de una serie de diez calaveras que Andy Warhol realizó en su estudio The Factory. Algunos historiadores del arte relacionan el uso repetido del cráneo con el tiroteo casi fatal que el artista sufrió en 1968, a manos de la escritora feminista Valerie Solanas.