La 36ª Bienal de São Paulo tiene un lema: No todo viajero anda caminos. De la humanidad como práctica (Nem todo viandante anda estradas. Da humanidade como prática). A partir del poema Da calma e do silêncio de la poeta afrobrasileña Conceição Evaristo, el arte se pone a reflexionar sobre las urgencias del presente y busca poner las crisis actuales en el centro de la escena a través de un conjunto diverso de obras y artistas. Dice el poema: “No todos lo viajeros recorren caminos, existen mundos sumergidos que solo el silencio de la poesía penetra”.
Por esa senda fue la curaduría. Desde el 6 de septiembre pasado hasta el 11 de enero de 2026, 120 artistas del Sur Global ensayan preguntas y respuestas en mil obras para esta consigna planteada por el camerunés radicado en Berlín Bonaventure Soh Bejeng Ndikung y su equipo multicultural de co-curadores, en el Pavilhão Ciccillo Matarazzo, del Parque Ibirapuera de São Paulo.
Ingreso al Pavilhão Ciccillo Matarazzo del Parque Ibirapuera de São Paulo.
Hay algunos artistas reconocidos, como Olu Oguibe, Oscar Murillo y Forensic Architecture. Pero no hay que esperar encontrar artistas mainstream: la mirada está puesta en los países remotos, del Ecuador hacia abajo, migrantes y desplazados de África, Oceanía, el Caribe y Asia. No, no hay artistas argentinos en esta edición. Los latinoamericanos no son mayoría, tampoco abundan los europeos ni los brasileños. Desde su inauguración en 1951, la Bienal ha representado una oportunidad para toda Latinoamérica, y sobre todo para el arte brasileño, de inscribirse en el mapa del arte mundial. Comenzó acercando el arte europeo a la región en épocas en que no era tan fácil viajar. La segunda edición fue llamada “la bienal de Picasso”: se expuso entre otras obras del malagueño nada menos que el Guernica. En las últimas ediciones, tiende a descolonizar el canon del arte. En esa línea, pone en escena a artistas que han sido marginados por la elite del arte, y da visibilidad a minorías tanto étnicas como de género. No hay Guernicas ni Picassos.
Lo que más abunda son las instalaciones transitables, inmersivas. Las experiencias que absorben al espectador y lo vuelven parte de la obra. El arte textil es un gran protagonista, que viste los enormes pasillos de la muestra. El espacio expositivo está delimitado con telones de colores, que se confunden a veces con la sutileza de algunas obras. El edificio vidriado y casi sin paredes es un verdadero desafío. Lo coronan sus fabulosas rampas y balcones que llevan el sello del gran arquitecto Oscar Niemeyer.
Interior del pabellón con el sello inconfundible del Niemeyer.
En la conferencia de prensa inaugural, animada por actuación del Grupo Coral da Favela de Heliópolis, que cantó y bailó frente a periodistas de todo el mundo, los curadores remitieron esta coreografía de obras a la idea del estuario: algo tan poderoso como la desmbocadura de un río caudaloso en el mar y ese torbellino de encuentros de aguas saladas y dulces. También a la búsqueda del desmantelamiento de las asimetrías en el mundo. Palabras que quedaron resonando: alegría, belleza, amor… poesía.
Conferencia de prensa inaugural de la 36ª Bienal de São Paulo.
Diversidad cultural, sí. Bonaventure es un prestigioso curador que desarrolló su carrera en Alemania, se especializó en performances e instalaciones, artes sonoras y teoría crítica, y también tiene formación en biotecnología. Activo desde 1997, fundó en Berlín SAVVY Contemporary y fue curador de la Documenta 14 (Kassel, Alemania/Atenas, Grecia) y del pabellón de Finlandia en la Bienal de Venecia en 2019, entre otros eventos globales. Su equipo está formado por Alya Sebti (directora de la galería de IFA Berlín), la escritora y curadora suiza Anna Roberta Goetz, Thiago de Paula Souza (actual curador en el 38ª Panorama de Arte Brasileño en el MAM São Paulo), Keyna Eleison (ex directora artística del Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro) y la consultora de comunicación y estrategia Henriette Gallus, subdirectora de la Casa de la Cultura en Berlín. Les llevó un año y medio de reuniones semanales curar esta bienal.
La exposición se estructura en seis capítulos. El Capítulo 1, Frecuencias de Aterrizajes y Pertenencias pone los pies en la Tierra. Humano está etimológicamente relacionado con la palabra humus, que significa suelo. La pertenencia se evoca aquí a través de la relación con la tierra, con las comunidades, con el pulso sutil de la existencia. Obras realizadas con piedras, raíces y pigmentos naturales reflexionan sobre la relación entre el cuerpo, el suelo y la memoria, como por ejemplo el frondoso jardín creado por la artista y poeta estadounidense de origen nigeriano Precious Okoyomon, Sun of Consciousness. God Blow Through Me - Love Break Me (un poquito redundante este jardín puertas adentro, cuando todo en Brasil es una gran floresta). La idea de pertenencia surge como una práctica activa de escucha y reconocimiento mutuo, que involucra no solo a otros humanos, sino también a ríos, plantas y animales. Algo así se pone en escena en la instalación de un árbol textil y la joyería de la bahiana Nadia Taquary. Icónica, bellísima. También en este núcleo está la obra participativa del artista Oscar Murillo, colombiano de origen pero criado en Londres, gran figura del arte internacional.
Sun of Consciousness. God Blow Through Me - Love Break Me (2025), de Precious Okoyomon.
El Capítulo 2, Gramáticas de la Insurgencia, se centra en obras que abordan diferentes formas de resistencia a la deshumanización. Los artistas exploran archivos coloniales, rescatan narrativas borradas y proponen nuevos lenguajes de lucha. Hay videos e instalaciones que abordan el impacto del extractivismo, esculturas que reconstruyen historias silenciadas y obras sonoras que dan voz a canciones de resistencia. Aquí la obra imperdible es la de Song Dong, artista chino, Borrow Light: una caja de espejos donde se encienden cientos de lámparas. Un juego de reflejos a lo Yayoi Kusama, pero con la idea de la luz y el concepto de préstamo.
Borrow Light (2025), de Song Dong.
El Capítulo 3, Sobre ritmos y narrativas espaciales, investiga las huellas del desplazamiento, la migración y la transformación urbana. Mapas, fotografías y películas registran desde las rutas de migración forzada hasta los sutiles cambios en la arquitectura urbana. Esculturas e instalaciones reconfiguran pasajes, mientras que obras de luz y sonido recrean las atmósferas de lugares en constante cambio. Abundan los portales a mundos sumergidos, como el del zimbabuense Moffat Takadiwa, donde se puede transitar sobre un túnel de desechos de plástico, desde tapas de botellas a cepillos de dientes. De Brasil, se destaca la obra de Marlene Almeida, que pone en foco los ciclos de la naturaleza y las huellas del tiempo. Terra viva acumula muestras de suelos brasileños, resinas vegetales, minerales, equipos de laboratorio y cuadernos de estudio de campo, en su faceta científica. Después la artista pinta muestras en témpera mate, aplicadas sobre tiras de algodón crudo que cuelgan del techo.
Terra viva (2025), de Marlene Almeida.
El Capítulo 4, Flujos de Cuidado y Cosmologías Plurales, presenta obras que rompen con los modelos coloniales y patriarcales de cuidado, ofreciendo nuevas formas de relacionarse con el mundo. Las instalaciones combinan elementos como hierbas, agua y objetos rituales; las performances y los encuentros colectivos abordan prácticas de sanación y mitologías indígenas, africanas y asiáticas, destacando la interdependencia entre ecosistemas y culturas. La artista belga Laure Prouvost instala una de las obras más fotografiadas: una flor de tela que respira colgada del techo, y atraviesa todos los niveles del pabellón. Una delicada instalación multimedia, similar a una lámpara de araña, que se complementa con material orgánico, como plantas y semillas secas encontradas, que caen sobre los visitantes para ser luego transportadas y esparcidas por el mundo.
Flow, Flower: Bloom! (2025), de Laure Prouvost.
En el Capítulo 5, Cadencias de Transformación, hay obras cinéticas, obras en constante cambio y obras que reinterpretan las tradiciones culturales. Algunas piezas cambian de forma o contenido a lo largo de los cuatro meses de exposición, invitando al público a seguir procesos vivos. La mexicana Berenice Olmedo crea en esta sección tres esculturas inquietantes, que respiran con pulmones y corazones artificiales.
Pnoê (2025), de Berenice Olmedo.
El capítulo 6, La intratable belleza del mundo, concluye el recorrido celebrando la belleza como un acto de resistencia. Pinturas realizadas con pigmentos terrosos, fotografías de paisajes fragmentados y esculturas hechas con materiales reciclados demuestran que la belleza también reside en lo inacabado, en lo que resiste y sobrevive. Conviene detenerse en la encantadora pintura de María Auxiliadora: el alma de Brasil.
Capoeira (1970), de Maria Auxiliadora.
La vocación democrática del encuentro se refleja en la gratuidad de su entrada y su duración, prolongada cuatro semanas más de lo habitual, hasta enero de 2026. También se expande con programas como Conjugaciones, debates, encuentros, performances y activaciones, que suceden tanto en otras instituciones del mundo como en el Pabellón de la Bienal. El proyecto Apariciones, logra que mediante tecnología de realidad aumentada, fragmentos, extensiones y ecos de las obras de la bienal se activen en el Parque Ibirapuera y en lugares específicos del mundo, elegidos por los artistas, como las orillas del río Congo, la frontera entre México y Estados Unidos, parques urbanos de San Pablo o ciudades de África y Asia.
Para cerrar su presentación, Bonaventure leyó el poema La casa de huéspedes del poeta y místico persa Rumi (siglo XIII), que invita a recibirnos a nosotros mismos como huéspedes en este mundo: a dar la bienvenida tanto a la alegría como al dolor, comprendiendo que cada experiencia nos transforma. “Así, la humanidad como práctica se entiende como un ejercicio activo de compasión, escucha y cuidado. Reconocer que aun en medio de la destrucción hay lugar para la bondad. Ser humano no es ser pasivo, sino levantarse cada mañana y preguntarse cómo contribuir con nuestra propia humanidad y con la de los demás. Y, sobre todo, recordar que ser humano es practicar el amor, porque el amor siempre vence”.