Como si una fiesta electrónica se desatara en medio de Mad Max: así es Burning Man, el icónico festival que se realiza hace treinta y cinco años en el desierto de Nevada. Durante una semana, generalmente entre agosto y septiembre, miles de personas se reúnen en Black Rock City, la ciudad efímera montada especialmente para la ocasión. La potencia de este evento tiene que ver con su fuerte carga ideológica y con impulsar una suerte de utopía social. En Burning Man todo gira en base a una serie de preceptos que promueven el reciclaje, la fuerza de la comunidad y la responsabilidad, pero fundamentalmente la libertad de la autoexpresión. Por eso es que el arte tiene un lugar preponderante, no sólo como parte del paisaje sino también por integrar al público y ampliar la experiencia del festival.
Cada año se determina una temática y los artistas envían con meses de anticipación sus propuestas, siempre teniendo en cuenta las posibilidades de llevarlas a cabo en medio del desierto. Estas son cinco de las obras que han dejado huella como parte del legado de este festival a lo largo de toda su existencia.
The Man (1986 - 2021)
Es la escultura que le da nombre al festival. Su primera versión tenía poco más de dos metros y estaba construida en madera. Con los años evolucionó a incorporar diferentes elementos como luces de neón y medir hasta doce metros de altura. Todos los años se construye uno nuevo para luego quemarlo como parte de una de las principales ideas de Burning Man: las cosas terminan y hay que dejarlas ir.
Big Rig Jig (2007)
El escultor estadounidense Mike Ross reutilizó componentes de dos camiones cisterna de dieciocho ruedas para crear esta imponente obra de catorce metros de altura en la que dos máquinas de acero adquieren una plasticidad de dibujo animado. Big Rig Jig era una obra surrealista y también una pieza arquitectónica tanto como un laberinto de juegos, ya que sus tubos curvos permitían que las personas pudieran trepar y moverse en su interior a través de sus cuatro pisos.
Balloon Chain (2012)
El artista Robert Bose creó esta hilera de globos inflados con helio que asciende como una de esas líneas de puntos que al unirlos da lugar a una forma nueva: ni más ni menos que un camino al cielo. Tenía quinientos metros de largo y los globos estaban unidos por una cuerda de silicona que formaba varios arcos y formas. Otra característica era que el público podía manejarlo desde sus manos, siempre y cuando encontrara el inicio de esta fila flotante, que también se presentó en otros festivales clásicos como el Coachella.
Compound eye/”I” (2015)
La artista californiana Kirsten Berg diseñó esta composición formada por esferas espejadas y espejos convexos. Las luces reflejadas dan la impresión de estar siguiendo al que observa está obra. Berg vive la mayor parte del año en el sudeste asiático y creó esta obra fusionando sus intereses personales y estéticos, fuertemente atravesados por la iconografía budista, para lograr esta pila de ojos de insectos: un auténtico espejismo mágico y misterioso en medio del desierto.
ORB (2018)
Se trata de una esfera de más de veinticuatro metros de diámetro construida en una escala de 1:500.000 del planeta tierra. Un espejo esférico inflado con un mástil de acero donde los burners podían verse reflejados durante el día. La dimensión de la obra pretendía también dar cuenta de la idea de que cada asistente era parte de una gran comunidad. Creada por Bjarke Ingels y Jakob Lange, miembros de BIG Idea, la obra resultaba un propuesta irresistible: una bola disco gigante como punto de encuentro durante el festival.