Los laberintos de San Rafael y El Hoyo (Argentina)

Considerados los más grandes de Sudamérica, se encuentran en las provincias de Chubut y Mendoza. Geometrías, naturaleza, land art y la cordillera de los Andes confluyen en estos jardines diseñados para perderse por los senderos que se bifurcan.
Por Federico Della Pampa

El laberinto de Borges (San Rafael, Mendoza)

No habrá nunca una puerta. Estás adentro/ y el alcázar abarca el universo/ y no tiene ni anverso ni reverso/ ni externo muro ni secreto centro”. Así comienza el poema de Jorge Luis Borges Laberinto, un símbolo recurrente en la obra del escritor argentino y también uno de los rasgos más distintivos de su pluma. 

En su ensayo Borges, o los laberintos de la inmanencia (2008), el investigador Iván Almeida define a estas figuras características de la literatura borgeana como paradigmas geográficos, o simplemente mapas en los que el escritor se anima a pensar en el “impensable infinito”. “La construcción de laberintos literarios es la paradójica capacidad humana de construir, a su manera, el infinito”, reflexiona Almeida.

En 1984, en Roma, el consagrado escritor expresó uno de sus mayores deseos en vida: tener su propio laberinto. "Quiero laureles verdes, reales, vivos, no esos de oro o metal", especificó Borges. Diecinueve años más tarde, cuatro amigos terminaron de plantar el último boxus en la finca Los Alamos de San Rafael, provincia de Mendoza, justamente en la casa natal de una gran amiga del escritor, la autora Susana Bombal, artífice fundamental de este proyecto. La amistad entre Susana y Georgie, como le decía cariñosamente, nació a través de su mutua devoción por la literatura inglesa. Pero fue otro amigo de Bombal, el inglés Randoll Coate, secretario de prensa de la Embajada Británica en Argentina en la década del cincuenta y fanático de Borges, el encargardo de materializar el deseo del escritor.  

Al terminar su carrera diplomática, Coate -que tuvo la oportunidad de conocer a Borges gracias a la ayuda de Bombal- se convirtió en un prestigioso diseñador de laberintos para castillos en toda Europa. En un intercambio de cartas con la escritora argentina, el inglés le manifestó la idea de construir un laberinto en homenaje a su ídolo, incluso lo había diseñado, pero la muerte de Bombal en 1991 dejó trunco el proyecto. Hasta que uno de los sobrinos de la mujer, Camilo Aldao, encontró las cartas y decidió retomar la idea. Finalmente, en octubre de 2003, después de un viaje a Londres y mucho trabajo, el laberinto quedó terminado.

De 8700 m2 y con 7150 plantas de boxus que miden casi dos metros de altura, es el primer monumento realizado en la memoria del gran escritor argentino, y también el más grande en América. Los visitantes pueden pasar el día entero en la finca, recorrer los senderos y perderse entre los arbustos. O subirse a la torre y observar de punta a punta el diseño de Coate, que está plagado de referencias y mensajes cifrados. También pueden visitar la casa museo, degustar vinos de la cava, tomar algo en la pulpería y quedarse hasta la hora de cierre para ver el atardecer cuyano desde la terraza.

 

Laberinto Patagonia (El Hoyo, Chubut)

Doris Romera y Claudio Levi se conocieron en 1992 y en la segunda cita acordaron que debían tener su propio laberinto, una fantasía que por entonces parecía algo alocada, pero que se hizo realidad en 2014, en un rincón oculto de la Patagonia. Primero adquirieron cinco hectáreas en una loma del valle del Río Epuyén, cuatro kilómetros al sur de El Hoyo, un pueblo de Chubut. Luego compraron los arbustos en el vivero del Inta de Trevelin, y en 1996 plantaron, durante veinticinco días ininterrumpidos, los 2100 cupressus macrocarpa que fundaron el primer laberinto patagónico.

Levi se encargó de explicar cómo fue instalando cada uno de los cercos: "Gracias a dos o tres ecuaciones básicas de trigonometría y al uso de un bidón con agua y cal, de una cinta métrica de veinte metros, de cientos de estacas y de un gran ovillo de hilo que, como el hilo rojo de Ariadna, iba conectando un punto con otro punto y me permitió volver –luego de enfrentarme con mi propio Minotauro interior– y conquistar mi sueño", escribió en la página web del laberinto.

Sus creadores afirman que es de los más grandes de Sudamérica y que es ideal para disfrutar en familia o con amigos. Consta de 8000 m2 de cerco vivo que forman 2200 metros de sendero para recorrer en un circuito con nueve puertas a descubrir. Rodeado de bosques nativos, cuenta además con vistas a las chacras del faldeo del cerro Pirque y a la cima del cerro Plataforma. También tiene una confitería en la que se puede degustar de un té con pastelería típica de la zona, hecha con frutos que son cultivados a metros del laberinto.

Como si fuera poco, en plena pandemia, se sumó un nuevo proyecto con una propuesta de vanguardia: GAL Patagonia, una galería de arte digital en pleno valle. A un costado del laberinto, instalaron un recinto de madera, una suerte de cabaña futurista que se transformó en un espacio ideal para hacer proyecciones en el techo, disfrutar de un concierto íntimo, de un set de música electrónica, o simplemente acostarse en el suelo y entregarse a una experiencia inmersiva rodeado de naturaleza.

Ayer el laberinto era mi creación, hoy el laberinto tomó vida propia y me está recreando”, afirma Levi, que utilizó sus conocimientos en kabbalah, historia, geometría sagrada, mitología, filosofía y magia para diseñar esta obra que ya forma parte del paisaje andino patagónico.

 

 

 

 

 

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