Museo Larco (Perú): la casa del erotismo andino

Ubicado en el barrio Pueblo Libre de Lima, cuenta con una de las principales colecciones de arte precolombino. Su sala Checan alberga una llamativa galería erótica que se ha vuelto una atracción turística internacional.
Por Ignacio Marchini

 

Durante casi cuatrocientos años, desde la llegada de las tropas españolas al mando de Francisco Pizarro en 1532, la vasta cultura precolombina del antiguo Perú quedó reducida únicamente al Imperio Inca. Fue recién a comienzos del siglo XX cuando, gracias a los primeros estudios de arqueología en el país andino, se conoció que el reinado de los incas representó apenas un siglo en los más de diez mil años del desarrollo de las civilizaciones previas a la conquista española. Uno de los pioneros en estas investigaciones fue Rafael Larco Hoyle, historiador y fundador hace casi cien años del Museo Larco, una institución dedicada al arte precolombino peruano de los últimos cinco mil años.

Ubicado en una vieja casona virreinal que data del siglo XVIII, el Museo Larco está situado en el distrito de Pueblo Libre, en la provincia de Lima. La colección permanente de arte precolombino que alberga, y que hoy en día cuenta con más de cuarenta y cinco mil piezas arqueológicas, comenzó en 1923, cuando Rafael Larco Herrera, padre del fundador del museo, le regaló su primera pieza: una pequeña escultura de cerámica de la cultura mochica que representa la cabeza de un sacerdote.

Rafael Larco Hoyle fundó el museo tres años después y se dedicó de lleno al estudio del antiguo Perú, a tal punto que es reconocido como uno de los fundadores de la arqueología de ese país. La institución fue adquiriendo distintas piezas a lo largo de los años, como las colecciones Carranza y Roa que compró en 1933, un total de once mil piezas de arte precolombino. Así, con el tiempo, el Museo Larco fue recorriendo todo Perú, juntando distintos objetos desperdigados por el país andino y reconstruyendo la historia de las culturas previas a la conquista española.

Además de la colección permanente es posible visitar los depósitos de cerámica, que contienen más de treinta mil elementos arqueológicos que están disponibles para la consulta, tanto para investigadores como para el público general. 

Sin duda, uno de los atractivos centrales del Museo Larco es la Galería Erótica “Checan”, una palabra que en la antigua lengua muchik significa “amor”. Para la cosmovisión andina, según explican en el sitio web del museo, “se encuentra el concepto de tinkuy: encuentro generador de fuerzas opuestas y complementarias. Así como el día da paso a la noche para que luego amanezca nuevamente, así como la época seca da paso a la época húmeda para que puedan crecer los cultivos, así también hombres y mujeres se unen para engendrar una nueva vida”. Para las culturas precolombinas del Perú, el erotismo es una de las fuerzas vitales que animan y regeneran el mundo, una potencia creadora que participa de los movimientos cíclicos en los que intervienen la reproducción, los cultivos y la resurrección.

Así, distribuidos en seis salas, los objetos arqueológicos que componen la galería son símbolos de la sexualidad humana, la reproducción, el deseo y el erotismo. Moldeadas en arcilla o talladas en piedra, las figuras de la Galería Erótica recrean cuerpos femeninos y masculinos desnudos, como también sus genitales que, en ocasiones, son representados de manera exagerada; escenas de sexo de distinto tipo también copan la exposición, y no exclusivamente relacionadas a la procreación, por lo que la experimentación y el placer también son centrales en las representaciones del erotismo andino.

Pero la sexualidad no solo juega un papel importante en la vida, sino también en la muerte. Las representaciones de las interacciones sexuales también se dan con los ancestros, habitantes del “mundo de abajo”, el Uku Pacha. El coito con los antepasados tenía por fin revitalizar la tierra desde su interior. El simbolismo más importante sobre esto es “el árbol de la vida”, presente en varias otras mitologías. En el caso de la cultura andina, el héroe Ai Apaec fecunda a la Pachamama, la madre tierra, para dar vida al árbol. Este encuentro primigenio entre lo femenino y lo masculino, la unión entre los opuestos complementarios (el tinkuy), es lo que garantiza la reproducción cíclica de la vida hasta el infinito.

 

 

 

 

 

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