Benvenuto Cellini: obra magnífica, vida maldita

Genio del Renacimiento y el manierismo. Su virtuosismo con las manos tanto en la orfebrería y la escultura, como en la pelea y el amor; le deparó una vida turbulenta y agitada.  
Por Francisco Tosi

 

Vita maledetta, así titula su nuevo libro el reconocido historiador del arte Alessandro Masi, en la reciente biografía del artista. Uno de los grandes genios del Renacimiento y del “manierismo”, alumno directo de Miguel Ángel, y observador muy joven del gran Rafael Sanzio. Artista de corte de Papas, del rey de Francia y andariego entre su Florencia natal, Mantua y especialmente Siena. Esta última era el refugio más cercano de todos los que escapaban desde Florencia. Y esa fue la vida que el mismo Masi define como “maledetta”.

Tras dieciocho años de espera, nacido en el año 1500, finalmente llegó el varón. Su padre, Giovanni, músico de la corte Florentina, lo quería músico. Pero el hijo, de carácter fuerte, no estuvo de acuerdo; a éste le gustaba la orfebrería. Entonces comenzó a trabajar con un maestro orfebre, mientras ocasionalmente se entrenaba con la flauta y algún otro instrumento. Sin embargo, lo que también lo entusiasmaban eran las armas: el cuchillo, la espada, el mosquete, la ballesta, el arco. Su mayor afición fue el puñal, primeros indicios de una vida agitada. 

Ya con su primera obra, una hebilla de plata, comenzó a construir su fama de incipiente genialidad. En aquella época -comienzos del mil quinientos- estaba de moda llevar cinturones con escudos, hebillas, figuras minúsculas de plata u oro, emblemas para poner en sombreros y mangos de marfil o ébano en los puñales (discretamente puestos para que solo se observara la parte superior). Su obra fue variada, desde su autorretrato (algo exagerado, naturalmente) hasta estatuillas, saleros o cinturones, debido a su enorme habilidad creativa. 

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Autorretrato, 1540-43. Dibujo a lápiz sobre papel, 28,3 x 15 cm. Royal Library, Turín, Italia. 

 

Robert Graves origina el nombre de Ganimedes en “regocijándose en la virilidad”. Porque Cellini no era solamente orfebre de objetos decorativos sino también un gran dibujante y escultor en mármol y bronce. Hay un límite difuso en el que el orfebre se transforma en escultor y eso nuestro artista lo conocía bien. La escultura de Ganimedes que Cellini perfeccionó hacia 1548 para Cosimo de Medici se encuentra en el Museo Bargello de Florencia y mide un 1,05 metros de alto.

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Ganímedes, 1540-48. Escultura en mármol. Museo Nacional de Bargello, Florencia, Italia.

 

La referencia a esta obra se debe a la conocida bisexualidad del artista que le trajo muchos problemas. Para comenzar, la temprana expulsión de Florencia, y en particular, serias dificultades en su estancia en la Roma del Estado de la Iglesia. En la imagen el águila es el propio Zeus (transformado en el ave rapaz para la ocasión) y no es difícil imaginarse al propio Cellini en esta configuración artística.

El Perseo con la cabeza de la medusa ya es una obra de mayor tamaño, en la Piazza della Signoria, también en Florencia. Está dedicada también a Cosimo, festejando su triunfo por sobre conspiradores y enemigos. Aquí se va alejando del canon clásico para mostrar un erotismo desconocido hasta la época (por lo menos en la escultura en plazas). Es la entrada en el “manierismo” pero también la búsqueda de terrenos inexplorados, acudiendo a la mitología, pero referenciando la cambiante realidad intelectual de ese siglo. 

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Perseo con la cabeza de Medusa, 1545-54. Escultura en bronce, 3,20 mts.Piazza della Signoria, Florencia, Italia.

 

Recordemos que fue un siglo de genios. Alcanza con pensar cuál fue la “comisión de notables” que se había formado solo para ubicar la colosal estatua de David, esculpida por Miguel Ángel Buonarotti, en la Piazza della Signoria de Florencia. La “comisión” estaba constituida por: Sandro Botticelli, Filippino Lippi, Simone del Pollaiolo, Pietro Perugino, Antonio e Giuliano da Sangallo, Loenardo da Vinci y Andrea Sansovino. 

El salero de oro que Benvenuto Cellini hizo para Francisco I rey de Francia es un ejemplo de esa transición desde lo clásico al crecimiento de formas sensuales, un movimiento inesperado en los cuerpos y un obsesivo cuidado por los detalles. Las figuras de Neptuno, dios del mar y Ceres, diosa de la tierra, simbolizan su unión al producir la sal.

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 Salero de Francisco I de Francia, 1543. Oro, marfil y esmalte, 26 x 33.5 cm. Museo de Historia del Arte, Viena, Austria.

 

Aquí vale la pena hacer un alto y volver a la historia personal del artista. Siempre estaba listo para pelear y se hizo famoso por su carácter, como la vez que en Roma se enfrentó con el obispo de Salamanca, por no querer pagarle los dos grandes vasos de plata que le había encomendado. Ya desde la época de los Borgia (Borja), los españoles habían hecho pie en Roma. Por lo tanto, eran conocidos y varios altos prelados tenían milicias personales que usaban como guardias y otros menesteres opacos. Y uno de ellos fue enviarlos a retirar los vasos hechos por Cellini sin pagarle. Benvenuto se atrincheró en su casa y luego de airadas discusiones a los gritos comenzó a dispararles con el mosquete. El hecho es que, inesperadamente, los vecinos tomaron parte por el orfebre y tuvo que intervenir el mismo Papa para lograr el pago. 

Esa parte de Europa mediterránea occidental sufría el conflicto entre las dos grandes potencias, España y Francia. En 1519 Lutero había dado comienzo a la incendiaria reforma protestante. En Inglaterra todavía no se había constituido la Iglesia Anglicana, pero faltaban un par de décadas. Tras la desastrosa derrota francesa (a mano de los españoles) en la batalla de Pavía de 1526, el Papa Clemente VII que había tomado más la parte de los franceses se encontró en una posición por demás peligrosa. Pavía queda bastante lejos al norte de Roma, en plena llanura padana, pero las tropas españolas y alemanas porque Carlos V era alemán (nacido en el palacio de Prinsenhof en Gante, en Flandes) no vacilaron en marchar sobre Roma. De nada valió el esfuerzo del Papa con el clero español. El 6 de mayo de 1627 el ejército estaba a las puertas de Roma. Las fuerzas papalinas opusieron resistencia, pero todo fue inútil y solo les quedó usar el pasadizo secreto, dejar San Pedro y refugiarse en la fortaleza, la única que se salvó del terrible saqueo. ¿Quién tomó la decisión de manejar espingardas? Benvenuto Cellini. ¿Quién auxilió a Clemente VII en fundir todo el tesoro salvado en lingotes de oro? Benvenuto Cellini. Esa hazaña le valió el grado de “capitán” en el ejército pontificio.

De todas formas, dejó Roma, porque tras la peste de unos  pocos años anteriores y el brutal saqueo, ya no quedaba mucho por hacer allí. Volvió a Florencia, y desde allí a Mantua. Llamado por el rey de Francia fue a París, sus manos maestras produjeron el famoso y antes citado salero (que ahora está expuesto en Viena) y la famosa Ninfa de Fontainbleu

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La ninfa de Fontainebleau, 1542-44. Altorrelieve en bronce, 205 x 409 cm.  Museo del Louvre, París, Francia.

 

Pero el artista era polémico y entró en conflicto con la amante del rey. Volvió a Roma y fue encarcelado en el mismo Castel Sant´Angelo que tan valientemente había defendido. Finalmente, excarcelado volvió a Florencia. Fue en ese momento que realizó el Perseo, obra en bronce, de delicadas y terribles fisonomías (especialmente la cabeza de la Medusa).

Hacia el final de su vida, en 1562 esculpió el Crucifijo del Escorial (hoy en la Basílica del Escorial) regalo del rey de Francia a Felipe II de España. En esta obra es interesante observar las facciones de Cristo, en mármol de Carrara blando sobre una cruz de mármol negro. En la versión original era un desnudo integral. Audaz, casi temerario.

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Crucifijo, 1559-62. Mármol blanco de Carrara, 184 x 186 cm. Basílica de El Escorial,  San Lorenzo de El Escorial, Madrid, España.

Izq: Versión original / Der: Versión con perizonium (paño de pureza).

 

Por si faltara algo aún, escribió su vida, su autobiografía. Según Oscar Wilde “uno de los pocos libros que merece la pena leerse”. Oro, plata, bronce, mármol, piedras preciosas, dibujo, escritura, espada, mosquete y puñal. Un genio del Renacimiento, tan suelto con las manos para pelear, construir el más mínimo detalle en una joya o deleitarse con el virtuosismo del amor.

 

 

 

 

 

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