Kazimir Malevich y el grado cero de la pintura

Con su famosa "Composición Suprematista: Blanco sobre blanco" de 1918, el artista ruso alcanzó un nivel de síntesis sin precedentes. Una obra radical e inaudita que marcó un hito en la historia del arte del siglo XX.
Por Luciana García Belbey

"La esencia de la naturaleza es inmutable en medio de todos los fenómenos variables" 

K. M.

 

Kazimir Severinovich Malevich (Kiev, 1879 – Leningrado, 1935), fue un pionero absoluto del arte abstracto, además de docente y teórico de gran influencia en la Rusia de los primeros años del siglo XX. En sus inicios estuvo profundamente influenciado por el impresionismo, como muchos colegas de su generación. El movimiento liderado por el francés Claude Monet suponía una nueva y radical manera de entender y hacer arte: la pintura se vuelve signo, código pictórico. Con el impresionismo, los artistas comienzan una escalada experimental, “traducen” aquello que ven en formas simples, manchas y pinceladas de colores, sin importar la mímesis exacta. De este modo, la pintura se convierte en una mera excusa para crear. En palabras del propio artista: “El impresionismo generó en mí una nueva mirada sobre la naturaleza, y transformando mis reacciones, dio un sentido a mi producción artística”. 

En 1907, en Moscú, Malevich visita la exposición Vellocino de Oro, en la que se incluye una importante selección de arte francés. En ésta ve por primera vez obras de Pierre Bonnard, Georges Braque, Paul Cézanne, André Derain, Paul Gauguin, Albert Gleizes, Henri Matisse, y Pablo Picasso, entre otros. Ese año es su primera exhibición junto a Natalia Goncharova, Vasili Kandinski y Mijaíl Lariónov en la XIV Muestra de la Asociación de Artistas de Moscú, en la que participa con dos dibujos. En los próximos años exhibirá en varias ocasiones con Goncharova y Lariónov considerados los introductores del cubismo y el futurismo en Rusia. Malevich, pronto también se convierte en una figura clave de esta corriente, y al igual que otros miembros del grupo se suma a acciones públicas como salir a las calles con el rostro pintado y pregonar la caída del antiguo arte. Al respecto el artista en 1923 sostendrá: “El futurismo nos enseñó no solo a percibir el mundo de otra manera, sino también a actuar y hablar públicamente. Gracias al futurismo se produjo la unión entre los pintores y los poetas Burliuk, Jlébnikov, Mayakovsky, Kamensky, Kruchenykh”. 

 

Malevich._1910-1911_2.jpgKazimir Malevich

 

En aquellos años el gusto de Malevich por la parodia se agudiza y se refleja en obras como Vaca y violín (1913), en la que hace uso del alogismo, corriente literaria que apunta, como su nombre lo indica, a lo carente de lógica, y que él aplica a la pintura. Acciones que pueden pensarse en relación a la aparición, en diciembre de 1912, del manifiesto Bofetada al gusto público, de Vladimir Mayakovsky y Velimir Jlébnikov. Allí afirman el derecho del poeta a crear nuevas palabras utilizando arbitrariamente vocablos, formas y fragmentos. Desde un punto de vista estético y teórico, para 1912 Malevich desarrolla un método de trabajo propio y comienza su breve etapa cubo-futurista, considerada por muchos una antesala para la concreción definitiva del Suprematismo.

En 1913 se realiza la innovadora ópera futurista Victoria sobre el sol, con música de Mijaíl Matiushin y libreto de Alekséi Kruchenykh, estrenada en el mítico Luna Park de San Petersburgo. En esta obra, que será una bisagra en la carrera de Malevich, es el encargado de diseñar el decorado y el vestuario, hecho que lo acercará a la representación sin objetos. La ópera, compuesta por seis actos, pretendía subrayar los paralelismos entre el texto literario, la partitura musical y el arte de la pintura, y presentó un elenco de personajes tan extravagantes como "Nerón y Calígula en la Misma Persona", "Viajero a través de Todas las Épocas" y "Persona al Teléfono", entre otros. Tanto el público como la crítica reaccionaron negativamente e incluso con violencia ante la representación. Lo más relevante de este hecho artístico es que por primera vez aparece el motivo del “Cuadrado negro” en el boceto del telón; un año más tarde lo hará sobre el lienzo. 

 

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Boceto de decorado para la 5ta. Escena de Victoria sobre el Sol

 

Después del “cuadrado negro”, aparecen los cuadrados blanco y rojo. Realismo pictórico de un niño con mochila – Masas de color en la Cuarta Dimensión, de 1915, es un claro ejemplo de lo importante que son la forma y el color para la pintura. Dado que el Suprematismo rechazaba las ilusiones de la pintura figurativa, Malevich la consideraba como una nueva forma de realismo, que él mismo denominó "nuevo realismo pictórico". Su tema, por ende, eran los componentes básicos del lenguaje de la pintura: el color, la línea y la pincelada. Las unidades básicas de este nuevo vocabulario visual eran los planos, que podían presentarse estirados, rotados o superpuestos pero siempre sobre fondos blancos, que para Malevich, representaban el espacio ilimitado del ideal.

 

Kazimir-Malevich-Boy-with-Knapsack-Color-Masses-in-the-Fourth-Dimension.jpgRealismo pictórico de un niño con mochila – Masas de color en la Cuarta Dimensión (1915)

 

Al momento de estallar la Revolución de 1917, la concepción de Malevich sobre la representación no-objetiva del mundo estaba ya consolidada; y, al igual que muchos de sus contemporáneos, abraza con entusiasmo la nueva estructura social. En 1919, por invitación de Marc Chagall, se traslada a Vitebsk (hoy Bielorrusia), junto a sus alumnos y colaboradores, y funda la Asociación Sostenedores del Nuevo Arte (UNOVIS). Además, prepara a la ciudad para la conmemoración de la Revolución Rusa, escribe textos para los tratados suprematistas, en éstos también reflexiona sobre su propia obra y sobre el arte en general. Por sugerencia de El Lissitzky, trabaja en la Escuela de Arte de Vítebsk, donde trata de introducir un nuevo concepto de educación artística, en el que todas las formas del arte se basen en el Suprematismo y se integren en un sistema universal. En diciembre de ese año se hace la primera retrospectiva de su obra en la XVI Exposición Nacional de Moscú. En 1921, surgen diferencias en torno a su método de enseñanza y trata de instaurarlo en Moscú, donde choca con las ideas del Constructivismo, especialmente, con Vladímir Tatlin. Al año siguiente completa el texto Suprematismo, el mundo como No-objetividad, y participa en una exposición colectiva en Berlín con obras cubistas y suprematistas. Hacia finales de la década del veinte retoma el tema, largamente explorado en su juventud, sobre la vida campesina, también se dedica a profundizar su teorización sobre el arte, y escribe varios tratados artísticos y artículos. Malevich coincide con sus colegas sobre la intención de cambiar la mentalidad del hombre contemporáneo a través del arte. Asimismo, inculca a sus alumnos a apartarse del realismo, porque el arte pictórico moderno debe basarse sobre la imagen expresada a través del color, el ritmo y su combinación. Según sus cartas y obras, hacia 1928 Malevich impulsa una nueva concepción del Suprematismo, aunque las ideas que posibilitaron su desarrollo se rastrean ya entre fines de 1910 y comienzos de 1920.

 

El Suprematismo, o “el mundo sin objetos”

A inicios del siglo XX, los filósofos y pensadores más destacados de la época estaban preocupados por reflexionar sobre el Universo, el Cosmos y el lugar del Hombre en la Tierra. Malevich fue el primer artista en hacerse eco de estos pensamientos, y traducirlos al lenguaje plástico. Cuadrado negro (1915), en este sentido, se convierte en una expresión tanto artística como filosófica, en tanto representa la Nada Universal, la inexistencia completa, pero supone, asimismo, un nuevo comienzo, desde cero. Supone, también, apartarse por completo de la imitación literal de la realidad, salir al espacio exterior, al cielo y las estrellas. Como sostiene la especialista Evguenia Petrova en el catálogo de la exhibición retrospectiva de Fundación Proa (2016), allí “donde todo se diluye en una apariencia irreal: eso era para Malevich la tarea del arte del siglo XX”. El “ícono de mi tiempo” como lo llamaba el artista, es una obra que se gesta en un largo proceso de trabajo y pensamiento, que abarca aproximadamente veinte años. La primera vez que lo exhibe en público, justamente lo coloca en el vértice de la sala, lugar reservado a los íconos bizantinos, en la Última Exposición Futurista de Pinturas 0.10 (cero-diez), en diciembre de 1915, en Petrogrado (San Petersburgo). Allí Malevich dio a conocer un modo radicalmente nuevo de pintura abstracta, donde abandona toda referencia al mundo visible, en favor de formas geométricas de colores flotantes contra fondos blancos. Dado que su nuevo estilo reclamaba la supremacía por sobre las formas de la naturaleza, lo llamó Suprematismo. En el folleto que acompañaba la exposición, Malevich escribió: “Me transformé en el cero de la forma, destruí el anillo del horizonte y escapé del círculo de las cosas, del horizonte-anillo que encierra al artista y las formas de la naturaleza”. Y más tarde, en el manifiesto de 1923 ampliaría: “Dejé atrás el mundo figurativo y avancé desde lo plástico hacia lo blanco, lo colorido y lo negro. En un instante, se desvanecieron el cubismo y el futurismo. En su lugar apareció el Suprematismo, colorido y sin color. […] Cuando en 1913, a lo largo de mis esfuerzos desesperados por liberar al arte del lastre de la objetividad, me refugié en la forma del cuadrado y expuse una pintura que no representaba más que un cuadrado negro sobre fondo blanco, los críticos y el público se quejaron: ‘Se perdió todo lo que habíamos amado. […] La crítica y el público consideraban a este cuadrado incomprensible y peligroso”. 

 

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La Última Exposición Futurista de Pinturas 0.10 

 

Blanco sobre blanco, el ‘grado cero’ de la pintura

Probablemente, Composición Suprematista: Blanco sobre blanco (1918), sea la pintura más conocida, no sólo de la producción de Kazimir Malevich, sino de toda la vanguardia. Es, sin dudas, una de las piezas más radicales y revolucionarias realizadas durante las primeras décadas del siglo pasado, y aunque su simpleza visual sorprende, su riqueza conceptual y espiritual es lo que la hace única. Su factura, aunque austera, es de una delicadeza y sutileza suprema. Si bien es simple en composición, y allí radica su excelencia, condensa años de búsqueda teórica y estética.

 

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Composición Suprematista: Blanco sobre blanco (1918)

 

Por paradójico que parezca, no es para nada impersonal, en ella se percibe claramente la huella de la mano del artista. Si se observa en detalle su superficie, es visible en la textura de la pintura, las marcas de las pinceladas, y, también las sutiles variaciones de los dos tonos blancos que la componen. Los contornos imprecisos y matéricos del cuadrado asimétrico superpuesto al de la base es lo que genera esa delicada línea imaginaria, ese leve espesor de capa pictórica proyecta una sutil sombra sobre el otro cuadrado, y crea la ilusión óptica de un borde, que en realidad no existe. Y ambos cuadrados, en conjunto, generan una sensación de espacio infinito y sin límites, en lugar de fronteras definidas. 

Blanco sobre blanco es la representación de un espacio ingrávido. El propio Malevich afirma que con esta obra, su intención es “ir más allá del cero”, desafiar y representar el infinito. Estaba fascinado con la tecnología, particularmente con el avión, es por eso que estudió fotografía aérea, y quería que esta pieza recreara la sensación de flotación y trascendencia que se siente desde el aire. Creía que el blanco era el color del infinito y simbolizaba un mundo utópico de formas puras que solo se podían alcanzar a través del arte no objetivo. De allí que justamente llamara Suprematismo a su teoría artística, para dar cuenta de “la supremacía del sentimiento puro o la percepción en las artes pictóricas”. De este modo, la percepción pura, “exigía que las formas de una imagen no tuvieran nada en común con la naturaleza”. Y sentenció, “He superado el revestimiento del cielo coloreado […] Nada en el blanco abismo libre, el infinito está ante ti”.

Con Cuadrado negro Malevich clausura una primera etapa de desarrollo de la abstracción geométrica, podemos considerarlo como una especie de “punto y seguido”. En cambio, Cuadrado blanco, es una especie de “punto y aparte”, es el gesto primordial de un nuevo comienzo, la piedra fundacional para la pintura que vendrá. Una tabula rasa que abre el panorama para el desarrollo pictórico de todo el siglo XX y XXI.

 

 

 

 

 

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